El uso de mascarillas, el símbolo más visible de la protección contra la covid, deja de ser obligatorio desde hoy. El Gobierno ha suspendido –con carácter genérico– la exigencia de utilizarla en interiores, que era la última prohibición que seguía actual, con la excepción de los centros sanitarios –incluidas farmacias–, las residencias de mayores y todos los transportes públicos. Esto, sin requisa, no es signo de que la pandemia haya destruido. Es poco que debe tenerse en cuenta y que obliga a persistir la prudencia individual y colectiva. En este sentido el Gobierno recomienda usar la mascarilla a la población enferma o débil, a los mayores de 65 abriles, a las embarazadas, a las familias en las que haya personas de aventura y en los actos multitudinarios. Pero, en cualquier caso, el uso de la mascarilla es voluntario, según ha recalcado la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que ha hecho un convocatoria a un uso responsable. Los expertos recomiendan que a partir de ahora se cuide mucho la correcta ventilación de los espacios interiores.
El uso de la mascarilla en el trabajo siquiera será obligatorio y cada empresa deberá adoptar sus propias decisiones. Este hecho puede ser una fuente de conflictos que, sin requisa, corresponderá resolver a cada empresa. En el caso de las escuelas, donde hay incluso cierta confusión, la ministra de Sanidad es categórica al aseverar que no se debe utilizar obligatoriamente en ningún caso.
Dejan de ser obligatorias, exceptuado en transportes, centros sanitarios y residencias
Pero, pese a todo, la prevención sigue siendo importante. No solo no ha destruido la pandemia. Es más. Paradójicamente, en estos momentos en España se dan más del doble de contagios que hace un año, con una incidencia acumulada de 435 casos por cien mil habitantes. Lo positivo es que la ocupación de las unidades de cuidados intensivos por esta enfermedad se halla en sus niveles más bajos desde que hace dos abriles empezó la pesadilla de las infecciones por este coronavirus tan mortal. Esto se explica porque la coetáneo cambio dominante de la covid, la conocida como ómicron, no provoca en genérico posesiones graves en la lozanía que requieran hospitalización. Es por ello por lo que el Gobierno, de acuerdo con el conjunto de comunidades autónomas, ha escaso al imperceptible las medidas de protección sanitaria. Ya no son necesarias para evitar el colapso del sistema retrete porque, sencillamente, este no existe. A lo sumo, en momentos concretos, pueden estar saturados los centros de atención primaria. Puede decirse, luego, que la covid pasa a equipararse, en la actos, a una constipado popular, tanto en incidencia hospitalaria como en mortalidad.
Probablemente se podría encasillar el día de hoy como histórico, por lo que significa de normalidad y porque volveremos a vernos las caras posteriormente de dos abriles. La ministra de Sanidad casi estuvo a punto de hacerlo en su comparecencia pública tras el Consejo de Ministros pero se contuvo. Mejor así. Con la vigilancia de la covid, como se ha demostrado, nunca hay que descabalgar la número. Lo que sí puede reafirmarse es que la pandemia entra en una nueva período que permite una casi completa normalidad de la vida diaria. Las autoridades sanitarias, pese a ello, deben persistir un cumplidor control sobre la desarrollo de la covid y estar alerta delante la posibilidad –remota pero no descartable– de nuevas mutaciones o variantes que eventualmente pudieran causar posesiones graves sobre la lozanía. En ese caso volveríamos al uso de las mascarillas.
Las autoridades sanitarias consideran que el elevado cargo de prevención que se ha registrado en España, y que se sitúa en el 92% de todas las personas mayores de doce abriles, y casi una tercera parte de ellas con dosis de refuerzo, supone un nivel de protección muy elevado, tanto en la período coetáneo como de cara al futuro. Pero el uso responsable de las mascarillas en función de los riesgos, en cualquier caso, es un ejecutor fundamental que hay que tener presente en esta nueva etapa.
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