Este escribidor tiene muchos motivos, infinitamente más que Pablo Iglesias, Ione Belarra o Gabriel Rufián, para gozar a Margarita Robles. Incluso como ministra de Defensa. Al revés que Aitor Esteban, sigue viendo en ella a la magistrado progresista que imprimió carácter a la ecuanimidad. Sigue viendo a la mujer coherente en su respeto a la Constitución. Sigue viendo a la robusto que dice las verdades del marinero. Y las verdades de a quién deben investigar los servicios secretos. Y adicionalmente, sabe conducir a coroneles y generales, lo cual requiere disciplina, destreza y poderío para asegurar aquello de Carme Chacón: “Capitán, mande firmes”.
Esas artes fueron superadas ayer al comunicar el cese de Paz Esteban al frente del CNI: fue capaz de tolerar ese centro desde la dirección de Sanz Roldán hasta la de Esperanza Casteleiro sin ocurrir por el nombre de la señora Esteban. Fue como si no hubiera existido. Y, si no existió, no necesitaba ser cesada. Casteleiro apareció en su puesto por arte de ocultismo o dicho en términos del ocultación de la Encarnado, la crisis pasó por el cristal de Esteban sin romperlo ni mancharlo. ¿Quién dijo cese? ¿Quién dijo, sobre todo, destitución? Solo se ha cedido un paso delante. Lo que el CNI necesita son medios. Lo que el Gobierno hizo ha sido una puesta por la modernidad tecnológica. Me recordó la disculpa de Zapatero para destituir a César Antonio Molina como ministro: “En Civilización necesitamos a determinado con glamur”.
La pleito puede seguir con un Junqueras que quiere “garantías de que no volverá a ocurrir”
Para ser justos en la crítica, hay que resaltar asimismo el arte de acoger la mensaje. La derecha no iba a perder la oportunidad de hacer nación y Feijóo la supo explotar. En la otra borde, el secesionismo parcialmente triunfante se cuidó mucho de mostrar satisfacción: es más rentable oponerse y suministrar abierta la atentado del perverso Estado, aunque Paz Esteban no fue cesada por la paja en el ojo de los catalanes, sino por la viga en el ojo del presidente y un par de ministros. O sea, que la pleito puede seguir con un Oriol Junqueras que manda y marca doctrina: quiere “garantías de que no volverá a ocurrir”. Díjolo Oriol, punto claro: ya es el discurso de Podemos. Y esta sombra, la ministra se despertó sobresaltada por lo que tenía al pie de la cama: Belarra y Rufián le sonreían con un santo “cuidamos tu sueño, Margarita”.
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