Dejemos a Chanel en paz

El pasado 29 de enero Chanel se proclamó la ganadora del Benidorm Fest, una trofeo que le daba el billete para representar a España en Eurovisión en el certamen que celebra su final este sábado en Turín. Aquel día la gesta de la intérprete y chaconera de origen cubano quedó ensombrecida por, como no, la invocación del drama, poco tan desquiciante como habitual cuando hablamos del contexto eurovisivo. Parte de los espectadores consideraron que el triunfo de Chanel no tenía valencia porque el voto popular se había decantado por otras dos propuestas, e incluso algunos se atrevieron a desempolvar la siempre resultante teoría del tongo. La comediante pasó unos días complicados en los que tuvo que desaparecer de las redes sociales a consecuencia del acoso que sufrió por una osadía que no dependía de ella.

Semanas a posteriori de todo aquel ruido Chanel visitó La Vanguardia y tuvimos una charla muy interesante en la que, a pesar de tratar estos temas espinosos, nunca perdió la sonrisa y, lo más importante, mantenía intacta su ilusión por conquistar Europa con su canción SloMo . La miré fijamente a los luceros y le pregunté qué expectativas tenía de cara al certamen y su respuesta fue la más persuasivo que nunca he recibido de un comediante que meses a posteriori debe asistir a Eurovisión: “Voy a Turín a triunfar”. Ni estar en un buen circunscripción, ni sobrevivir, ni estar entre las diez primeras. Ella estaba trabajando para triunfar. Solo eso.

Tres meses a posteriori algunos sociólogos deberían esbozar sus particulares disertación sobre el histerismo y la esquizofrenia colectiva que sufren algunos que son capaces de tener lugar del báratro al Gloria en tiempo récord, y que descargan sus frustraciones y expectativas con personas a las que no conocen de falta. Chanel pasó en algunos aparadores sociales de ser una apestada a convertirse en la gran esperanza española para poner fin a una sequía en Eurovisión que se alarga por más de 50 abriles. Del pesimismo por su dilema hemos pasado a la pelea de gallos pública para ver en qué ciudad o billete española se celebrará Eurovisión el próximo año gracias a la trofeo de Chanel, que algunos ya dan por hecha. En un año con el conflicto agresivo en Ucrania y con otras buenas propuestas es una temeridad pensar que la intérprete lo tiene todo hecho. Le sobra talento, carisma y capacidad de trabajo. Pero todavía le sobran palmeros y la hipocresía de aquellos que la vejaron y ahora le exigen un triunfo. Déjenla trabajar.

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