Democracia previsible

En ocasiones, cuando se utiliza el circunstancial plausible se hace como correspondiente de posible. Y no es exactamente lo mismo. Los matices importan y, en según qué contextos, mucho. Musitar de plausibilidad comporta un cierto cargo de recibimiento, de consenso social. El término, que proviene de plausibilis, en latín, se forma a partir del verbo plaudere (aplaudir) y del sufijo -ible­ que indicaría posibilidad .

Así, conversar de poco plausible, atendiendo al origen de la palabra, significaría que es digno de admitir registro, respeto (aplauso); encima, comporta recibimiento, implica una coherencia de pulvínulo en su argumentación, que tenga sentido en nuestros marcos referenciales y morales, se vincula, además, a la idea de ser poco recomendable, por su carga positiva. Esta sería una de las diferencias con poco que, simplemente, es posible, que es susceptible de que suceda, se materialice, sea una ingenuidad…

La política debe hacer posible y probable lo necesario, lo urgente, lo conveniente

Igual ocurre si hablamos de poco que es probable, que significaría que, analizando una situación concreta en el presente, se observan y evalúan factores diversos que nos indican que poco puede suceder casi con toda seguridad o con un nivel muy detención de probabilidad, ya que hay muchas y buenas razones para pensar que será así. La probabilidad admite nivel o cargo mientras que la condición de plausible se asocia a la idea de poco que, de entrada, podría ser verosímil, admisible, probable, convincente…, aunque finalmente no acabe ocurriendo. La plausibilidad ayuda a proyectar escenarios de futuro y, como destaca Elisabet Roselló en un interesante artículo en la revista Telos: “Es a partir de lo que consideramos plausible que construimos las imágenes de otros mundos posibles (…) Nuestra capacidad de interactuar con la incertidumbre tiene que ver además con nuestra capacidad de enfrentarnos en presencia de posibilidades no plausibles”.

La política democrática debe ser no solo probable –por previsible y segura– sino además plausible –por conveniente y aceptable–. Se tráfico de hacer posible y probable lo necesario, lo urgente, lo conveniente. Este examen de previsibilidad puede parecer tedioso o fastidiado. Pero la democracia que resuelve problemas reales de las personas debe ser segura y, hasta cierto punto, aburrida. Lo contrario solo alimenta los atajos populistas y radicales.

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