Entre todo lo malo que hemos recuperado de la vieja normalidad, está el regreso de los dos besos en la mejilla como saludo a las mujeres en el ámbito profesional de quien se quiere dar a conocer.
Ha sido quitarnos las mascarillas y que se nos caiga encima de nuevo un peso del que la covid nos había librado. Que un desconocido aproxime su mejilla a la tuya no representa solo que apoye levemente sus labios en tu rostro sin que tú se lo ofrezcas o se lo pidas. Sino que en demasiadas ocasiones actúa como un repelente porque significa resultar en contacto con el olor de su aftershave, con la sebo de su piel o, peor, con un rastrillo de su saliva o con el detonación de su aliento.
No deja de ser un sinsentido que esos dos besos en los espacios laborales en una sociedad que se quiere igualitaria
No acabo de entender por qué hay que rescatar esa convención social que tiene más de imposición que de costumbre para las mujeres. No deja de ser un sinsentido que esos dos besos que estallan contra la cara sigan resonando en los espacios laborales o profesionales en una sociedad que se quiere igualitaria. Si vamos a representar de verdad los títulos de la igualdad, entonces, señores, hagan el distinción de extender su mano a una mujer para que se la estreche y dejen de agenciárselas su mejilla como si la conocieran de toda la vida. La formalidad supone una mala excusa para devolverle a ese saludo una larga vida que no merece. Las raritas de este mundo, y somos muchas, creemos que un par de esos besos dobles de propina profesional al día superan la ración máxima de cuajo que podemos encargarse en una semana entera.
Y eso que una es muy de acariciar, pero solo cuando hay confianza y permiso. Aprecio demasiado mi círculo íntimo para tolerar según qué incursiones. Seamos selectivas. Así sí vale recortar distancias, y abrazar, y que nos abracen. Ay, los arrumacos. Denotan más sinceridad, liberan emociones y armonizan energías.
¿Los besos?, que sean de verdad. Aquellos besos que nacen del cariño, de la amistad o de ambas cosas a la vez. Los otros, los besos que surgen de la pasión, sobre todo. Los que cronometran los latidos y llenan los pulmones de corriente. Tiernos, lentos. Esos besos en los que te quedarías a comportarse para siempre.
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