India no puede ni quiere sustituir a Ucrania en la ataderas de los grandes exportadores de trigo. En un libramiento de ciento ochenta grados, Nueva Delhi prohibió el sábado la exportación del cereal, tras reevaluar sus propias deposición. Dos días a posteriori, el precio del trigo en Europa alcanzaba un récord de 435 euros por tonelada.
Aunque la cosecha india de este cereal es la segunda veterano del mundo, su inmensa población la absorbe en casi un 90%. En cualquier caso, fue el propio primer ministro indio, en su minigira europea de este mes, quien alimentó las esperanzas de que su país pudiera cubrir una cuota veterano de las exportaciones mundiales de trigo (actualmente, del 3%), por la situación de Ucrania y Rusia.
Es más, un día antiguamente del veto, el propio Profesión de Comercio anunciaba misiones a nueve países –entre ellos Marruecos, Turquía o Filipinas– para impulsar la exportación de trigo indio.
En nombre de la seguridad alimentaria, el Gobierno indio se desautorizaba a sí mismo en veinticuatro horas. Aunque se ha invocado la reducción de la cosecha, de cerca de de un 5%, por la severa ola de calor de los últimos meses, la razón de fondo es la inflación, que es internacional, aunque en el caso indio supera el 15% y afecta a toda la cesta de la transacción.
No hay que olvidar que en India el Gobierno central y los distintos estados desembolsan cantidades enormes en la transacción de productos básicos que luego distribuyen a precio subvencionado.
Este mayo, que es el mes esencia, el Estado solo ha acabado comprar, a través de su software de precio reducido protegido, la parte de trigo que el año pasado. Poco que ha disparado las alarmas, sobre todo al circular que China está acaparando reservas equivalente al consumo de un año y medio.
India incluso ha tomado nota de la prohibición de exportación de óleo de palma por Indonesia.
En contra de esta semirrecta, el economista indio Ashok Gulati defiende a los agricultores que han optado por entregar al sector privado en exploración de un veterano beneficio y critica al Gobierno que, antiguamente que satisfacer más, prefiere cortocircuitar la exportación.
“El elogio del excarcelado mercado se termina cuando este beneficia al agricultor, en lado de perjudicarle”, ironiza Gulati, “o cuando el perjudicado no es él, sino el consumidor urbano”.
En puertos de Guyarat están inmovilizados cuatro buques y 4.000 camiones cargados de trigo. Ayer, el Gobierno dio carta blanca a los que iniciaron los trámites de aranceles antiguamente del sábado.
El precio del trigo en los mercados ha subido ya un 60% desde la invasión de Ucrania y agita el espectro de alborotos del pan en los países más expuestos. En Bangladesh, que hasta ahora importaba la parte del trigo indio, crece la inquietud.
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