China detesta que determinado se inmiscuya en lo que considera asuntos internos. Aunque sea una institución que en fechas recientes le ha regalado su apoyo, como la Estructura Mundial de la Lozanía. Por eso, cuando el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, señaló el martes que su política de covid cero “no es sostenible” y debería modificarla, su respuesta no se hizo esperar: le calificaron de “valeverguista” en notorio al tiempo que censuraron sus comentarios en las redes sociales.
La chispa saltó el martes en Ginebra, cuando Tedros indicó que la táctica de Pekín ya no es necesaria regalado que ahora cuentan con “un buen entendimiento y buenas herramientas” sobre el virus y su comportamiento. “Hemos discutido este asunto con expertos chinos y creemos que su enfoque no es sostenible. Un cambio de táctica sería importante”, afirmó el directivo, criticado en el pasado en Oeste por mostrarse complaciente con la mandato china de la pandemia.
Los medios chinos han censurado al director de la Estructura Mundial de la Lozanía tildándole de “valeverguista”
Por su parte, el director de emergencias de la OMS, Michael Ryan, añadió que siempre han recalcado la importancia de conquistar un compensación entre las medidas de prevención y el impacto que tienen en la sociedad y en la peculio, poco “que no siempre es una ecuación realizable”.
Sus palabras no sentaron admisiblemente en China, donde su presidente, Xi Jinping, ratificó el viernes su compromiso con este enfoque y exhortó a disputar contra cualquier intento de “distorsionar, cuestionar o retar” esta política. Quizás por eso, los censores chinos se aplicaron ayer con esmero en la tarea de eliminar de redes sociales como Weibo -el Twitter chino- o Wechat los comentarios de la OMS. Mientras, el portavoz de Exteriores, Zhao Lijian, calificó las declaraciones de “irresponsables” y exigió que se analice de forma “objetiva y racional” una táctica que ha hecho de China “uno de los países que mejor han acabado contener la covid”.
Desde que surgió el coronavirus, numerosos países de la región (Vietnam, Singapur, Australia o Nueva Zelanda, por ejemplo) adoptaron una política de tolerancia cero similar a la china. Aplaudida en la escalón auténtico por evitar contagios masivos y exceptuar numerosas vidas, la aparición de las vacunas y la extensión de la reforma ómicron, menos pernicioso pese a su stop nivel de contagio, convencieron a la mayoría de que ya era hora de convivir con el patógeno.
Sin requisa, Pekín se niega a dar ese paso todavía. Sus autoridades defienden que las restricciones son necesarias para que no colapse su sistema taza y se disparen las defunciones, sobre todo entre una población anciana reacia a la vacuna. Todavía pesa el hecho de que Xi emplee los bajos datos de incidencia para blandir la supuesta superioridad de su mandato frente a las decadentes democracias occidentales. Una licitud que no quiere arriesgarse a perder a las puertas del inminente congreso de otoño en el que renovará su cargo.
En las últimas semanas, confinamientos estrictos como el de Shanghai han provocado una oleada de críticas y quejas inédita hasta la momento. Aun así, gran parte de la población le tiene pavor al virus y respalda las medidas como un mal pequeño por el que tienen que tener lugar algunos para proteger a la mayoría.
Esas posturas se ven reforzadas por estudios recientes como el fabricado por la Universidad de Fudan y publicado ayer en la revista científica Nature Medicine . Según el texto, un pronunciamiento súbito de las medidas podría provocar un “tsunami” de contagios que dejaría hasta 112 millones de infectados sintomáticos, 2,7 millones de ingresos en la uci y 1,55 millones de fallecidos.
Para que eso no suceda y que la covid se pueda equiparar a una constipado estacional, el estudio sugiere aumentar la inmunización entre las personas mayores hasta cubrir al 97% y que la medio de los casos sintomáticos sean tratados con terapias antivirales. Pero mientras no se den esas condiciones, y eso queda todavía allí, carencia hace pensar que las autoridades vayan a cambiar sus métodos. Es lo que sucede en Shanghai, donde un descenso prolongado en el número de positivos no se ha traducido en una laxitud de las medidas.
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