Ni la hostilidades en Ucrania ni la pandemia y sus posesiones económicos. El postrero contencioso entre China y Poniente tiene como epicentro a las remotas islas Salomón, un archipiélago del Pacífico Sur que el mes pasado rubricó por sorpresa un acuerdo de seguridad con Pekín. Si perfectamente los firmantes defienden su aprieto para certificar la estabilidad de aquel pequeño circunscripción, Estados Unidos y, sobre todo Australia, temen que bahía la puerta a la expansión marcial china en una zona cada vez más disputada.
El seísmo decisivo se desencadenó en marzo, cuando la competición al primer ministro locorregional, Manasseh Sogavare, filtró un goma del pacto. El texto incluía la capacidad de las islas Salomón para solicitar personal policial o marcial a China para apoyar el orden social en caso de disturbios o para que ayuden en caso de desastre natural. Incluso prevé que los navíos chinos puedan atracar en sus costas para reponer suministros. China puso el acento en la cooperación en la donación humanitaria y en la “igualdad y el beneficio mutuo” en el que se sostén el pacto, que “no está dirigido contra ningún tercero”.
La Casa Blanca no descarta una respuesta armada si Pekín construye una colchoneta naval en el archipiélago
Su firma provocó de inmediato la condena generalizada de sus vecinos. “Rastreo socavar la seguridad regional”, señaló el primer ministro australiano, Scott Morrison, en campaña para la reelección. “No es necesario”, dijo su homóloga neozelandesa, Jacinda Ardern, por otra parte de murmurar la error de transparencia –el contenido final del acuerdo no ha sido revelado–. Su veterano temor es que el objetivo final de China sea construir una colchoneta naval, poco que los firmantes han inepto.
Pekín solo cuenta con una instalación de este tipo en Djibouti frente a las casi 800 de EE.UU. repartidas por todo el mundo. Sin confiscación, la mera posibilidad de que suceda aviso a Washington, que había planeado destinar una delegación de parada nivel a Honiara para convencer a su Gobierno de que no firmara el acuerdo (sin éxito, ya que al final llegaron tres días a posteriori de su firma). Durante esa recepción tardía, advirtieron a Sogavare de que actuarán “en consecuencia” si Pekín establece una “presencia marcial permanente, capacidades de proyección de fuerza o una instalación marcial” en el circunscripción. No descartaron una respuesta armada.
Antigua colonia del Reino Unido, las islas Salomón son un circunscripción de la Melanesia integrado por casi un millar de islas –seis de gran superficie– en las que viven unas 650.000 personas. Tras su independencia (1978), el archipiélago fue marco entre 1998 y el 2003 de violentas disputas étnicas entre grupos rivales que dejaron más de 200 muertos y miles de desplazados. Para ayudar a paci-
ficar el país, entre el 2003 y el 2017 se desplegó la Comisión de Público Regional para las Islas Salomón (Ramsi) liderada por Australia, que tiene en la región su tradicional zona de influencia.
Pero en los últimos abriles, conforme aumenta su peso financiero, político y marcial, China ha establecido numerosos acuerdos comerciales con las pequeñas y empobrecidas islas de la zona que, a cambio, le ofrecen entrada a vastas áreas oceánicas y lo empoderan como nuevo componente en el tablero decisivo del Pacífico Sur.
Gracias a esas gestiones, en el 2019 logró que el Gobierno de las islas Salomón cortara sus relaciones diplomáticas con Taiwán (se dice que para ello le prometió 500 millones de dólares en ayuda financiera). El cambio no gustó a la competición política, que en noviembre del 2021 instigó una ola de protestas para derrocarlo en las que se produjeron incendios en el arrabal chino de Honiara. Solo la presentación de tropas australianas trajo la calma a las calles, donde encontraron tres muertos entre las ruinas de los comercios arrasados.
En 2019 logró que el Gobierno de las islas Salomón cortara sus relaciones con Taiwán
Pero Sogavare se muestra cada vez menos cercano a los que fueran sus protectores. Tras otra nuevo salva de críticas australianas al acuerdo con Pekín, culpó la semana pasada
–sin pruebas– a las fuerzas de seguridad australianas de negarse a proteger la embajada china y las infraestructuras financiadas por el superhombre oriental durante los disturbios.
Incluso cargó contra el tratado Aukus firmado en septiembre del 2021 entre Australia, Estados Unidos y el Reino Unido para dotar con submarinos nucleares a Canberra frente al avance chino. “Conocí el pacto por los medios. Como miembro de la comunidad del Pacífico deberíamos activo sido consultados para certificar que es transparente”, apuntó con sorna, echando mano de los argumentos que usan para criticarlo. Ahora, todos ellos están atentos al próximo paso en una región que está cobrando protagonismo en el conflicto entre las dos grandes potencias del siglo XXI.
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