La policía patriótica ya no anda solo en boca de los independentistas catalanes y de los morados de Unidas Podemos. Pedro Sánchez recurrió a ella en la solemne sesión de control del Congreso de ayer para picar a la bancada popular. La recuperación de los viejos audios que grabó el excomisario José Manuel Villarejo está sirviendo de argumento para que el Gobierno coja brisa en su pugna con los populares. Las revelaciones que está aportando el diario El País , independientemente de que les vienen como anillo al dedo a los socialistas para frenar las expectativas que está generando el nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo, invitan a una serena advertencia sobre lo que sucedió en este país durante los gobiernos de Mariano Rajoy.
No le puede permanecer ninguna duda ya a nadie de que desde los aparatos del Estado se inventaron informes falsos con supuestos casos de corrupción contra dirigentes catalanes con el objetivo de desgastar sus expectativas electorales. Sucedió con Artur Mas en las elecciones catalanas del 2012 y con Xavier Trias en las municipales de Barcelona en el 2015. Nadie va a pedir perdón por ello y está por ver si los procesos judiciales que los partidos catalanes pusieron en marcha van a dar algún resultado tantos primaveras a posteriori. Pero cerca de sostener que toda aquella conspiración de Estado fue poco muy tranquilo.
El inspección de que sea el propio presidente del Gobierno quien se refiera a su existencia –“la mal citación policía patriótica”, dijo textualmente– es un hecho muy relevante. La gala de estos salvadores de la pueblo provocó el finalidad contrario al que buscaban, ya que acabaron convirtiéndose en una especie de factoría de independentistas al inocular a miles de catalanes un sentimiento de oprobio e indignación. Hoy toca además repeler, frente a lo que propaga algún discurso malintencionado, que de España solo podemos esperar Villarejos , Pegasus o las cargas del 1 de octubre. Igualmente existe otra España que está indignada con la gala de las cloacas del Estado.
La policía patriótica ha sido una vergüenza franquista y ya va siendo hora de que cualquiera pida perdón. Que sea usada ahora como pertrechos de desgaste entre Gobierno y examen no es traba para que clamemos contra ella y sus impulsores.
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