El socialismo andaluz contempla su crepúsculo

Las elecciones en Andalucía van a tener un único resultado -el que dicten las urnas-, pero arrojarán un caudal de significados polisémicos y divergentes. La recitación más obvia tiene un entorno estatal: ¿la derechización de la gran autonomía del Sur es un preludio de lo que va a suceder el año próximo en España? 

Otras interpretaciones anuncian un episodio de radiación histórica. Se negociación del gran finale del socialismo meridional, que, por extensión, hace temer a muchos dirigentes del Antiguo Testamento -así se llaman los viejos socialistas que no han perdido la capacidad irónica- que el 19-J pueda ser el principio de la pasokización del PSOE.

La Juntura es obra de los patriarcas del socialismo andaluz, una coexistentes política (González, Combate, Escuredo, Borbolla, Chaves y Griñán, entre otros nombres) cuya herencia contrasta con el manda, en cierto sentido prematuro, que atesoran sus sucesores políticos (Susana Díaz o Pedro Sánchez). 

La pérdida de San Telmo en el 2018, el gran símbolo del poder, fue una tragedia que, sin incautación, tenía poco de circunstancial. Un suceso ineludible tras 36 primaveras en el poder. Un episodio, en definitiva, al que cabía poner pronto remedio mediante una robusta agricultura de examen. La sociología andaluza -se decía- es de izquierdas. Ya no está tan claro.

Muchos dirigentes históricos temen que las próximas elecciones puedan ser el principio de la 'pasokización' del PSOE andaluz

La gran pérdida de Alhama -la expulsión de San Telmo se vivió adentro del PSOE andaluz con idéntico quebranto al que canta el romance anónimo- acontece conveniente a la suma del desgaste interno y la irrupción de Vox en el espacio de la derecha. Tres primaveras y medio más tarde, ha terminado consolidándose y, según las encuestas, es un hecho irremediable. El CIS, en su posterior tienta, guarismo en 20 puntos el avance político de PP y Vox respecto al 2018. En paralelo, pronostica que Juan Espadas (el candidato de Sánchez) no logrará conservar el suelo electoral obtenido entonces.

Para los socialistas, Andalucía ha pasado de ser un bastión a convertirse en un desierto sin oasis a un año de las elecciones municipales, donde se renovarán los ayuntamientos y las diputaciones, su última linde de defensa institucional. Los herederos no han sabido conservar el mayorazgo andaluz, lo que implica un círculo totalmente nuevo: la decadencia de la marca puede ser duradera. Perdurable en el tiempo. La intersección trasciende lo inmediato si se tiene en cuenta que los socialistas siquiera pueden reivindicar -sin problemas- su pasado político.

González y Combate, los grandes pioneros, habitan desde hace tiempo en una reserva dorada. Su figura queda a primaveras luz de las nuevas generaciones. Peor es el refleja de los anteriores presidentes socialistas de la Juntura. El escándalo de los ERE, que condenó a la cúpula íntegra de los gobiernos de Chaves y Griñán -y a este posterior a una pena de gayola que el Supremo evaluará tras el 19-J-, abrió un hiato en la historia oficial del PSOE meridional. Es un regalo que, más que nostalgia, provoca desazón: reivindicar sus figuras no ayuda cero a la marca.

Para los socialistas, Andalucía ha pasado de ser un bastión a convertirse en un desierto sin oasis a un año de las elecciones municipales de mayo del 2023

De hecho, perjudica las opciones electorales del PSOE. Susana Díaz estableció en el 2013, cero más entrar en San Telmo, un cortafuegos en relación con sus antecesores, a pesar de que su designación como presidenta, antaño de tener que someterse a ningún proceso electoral, fue decidida unilateralmente por Griñán. Espadas, el candidato socialista del 19-J, ha extendido esta distancia preventiva para incluir a Díaz, ampliando el agujero molesto del PSOE andaluz -un hueco político donde no entra la luz del sol- casi hasta su semilla flamante.

Hay que remontarse al periodo 1982-1990, en la etapa de gobierno de los dos primeros presidentes autonómicos, Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, para retornar a conectar con un índole sin labe. Demasiado a espaldas para un electorado que, en buena medida, ya no se siente identificado con el relato de un autogobierno que ha cumplido cuatro décadas.

El PSOE ha perdido el monopolio (político y simbólico) en Andalucía por la suma asimétrica del tiempo, la rozamiento de gobierno, los casos de corrupción y los hábiles movimientos del PP (primero con Arenas, a posteriori con Pardo Bonilla) en defensa de un andalucismo sosegado que, gracias a gestos de concordia -el candidato del PP a San Telmo otorgó a Escuredo hace dos primaveras la medalla Clavero Arévalo, vinculando así al primer presidente socialista con el exministro de la UCD–, ha conseguido dejar sin la certificado monopolio del patrimonio autonómico a un PSOE que ni puede rentabilizar su pretérito ni sabe cómo desprenderse de él.

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