Ferran Latorre: “Como guía tengo mi dosis diaria de droga de montaña”

Ferran Latorre cerró el círculo, la culminación de las 14 montañas de más de ochomil metros, hace cinco primaveras, al coronar el Everest (8.848, 86 m.). Ese 27 de mayo del 2017 se “liberó” del techo del mundo, en el que era su séptimo intento. No concebía regresar a casa sin cima.

Por primera vez en su vida utilizó oxígeno preparado y, entonces, manifestó su intención de retornar algún día para subirlo sin acudir a esa ayuda. ¿Todavía le motiva esa idea?

Sinceramente, al principio sí, pero a medida que pasa el tiempo se van desdibujando esas ganas de hacerlo. Cuando miras tu carrera siempre desearías mejorar muchas cosas, no sólo el Everest. Estuve en el Broad Peak en invierno y no logré subirlo, siquiera coroné el pilar oeste del Makalu, que de hecho es lo que más me gustaría conseguir, más que el Everest sin oxígeno, pues considero que es una de las tres grandes rutas del Himalaya adyacente con la Magic Line del K2 y el corredor Hornbein. Igualmente querría hacer vías en los Alpes que intenté y no pude concluir. Queda ese pesar y piensas que volverás pero a medida que pasan los primaveras se diluyen esas ansias y llegas a un punto de popularidad, estás en otro chip mental y personal. Ahora tengo ganas de otro tipo de aventuras de montaña.

Ferran Latorre en la cima del Everest

Ferran Latorre en la cima del Everest 

Cedida Ferran Latorre

¿De qué tipo?

Lo importante es la concurrencia con la que me gustaría hacerlas. Tengo muchas ganas de ir con Yannick Graziani [alpinista francés] a un 6.000 o 7.000 de Pakistán. Igualmente me seduce ir a Alaska, al monte Logan.

¿Más que el qué es con quién?

Sí, sí, Yannick me transporta a un punto de genuinidad, sé que lo que hagamos será muy acreditado, con él iría donde fuera, es un andinista auténtico, comprometido y poco mediático. Ya no busco el lucha deportivo sino una experiencia vitalista.

Latorre con Graziani y Hans Wenzl

Latorre con sus compañeros en el Everest, Hans Wenzl y Yannick Graziani 

Rosa M. Bosch

Hay personas que una vez concluyen sus proyectos, en su caso los 14 ochomiles, les invade una suerte de vano existencial. ¿Cómo se siente usted?

Mi preeminencia es que yo siempre he sufrido un vano existencial, yo soy de una posición germánico romántica y la placa de la existencia siempre me ha abrumado. Quien no esté angustiado por existir es idiota... Soy una persona asaz trascendente, no soy un feliciano y me encantaría serlo.

¿La montaña es una buena salida o vía de escape? ¿Búsqueda calma o respuestas en las staff?

Sí. De hecho, yo deseaba estudiar Física porque quería entender dónde estamos. Nunca me ha llamado la atención la punto de vista esotérica, ni la religiosa, ni la mística, sino a través de la ciencia. Por otra parte, lo que mas me atraía de la montaña cuando era fresco era la carencia de estar en entornos salvajes y muy solitarios en los que notas el pulsación de la naturaleza. En esos lugares, en una cumbre del Himalaya, tu vida cuelga de un hilo y por eso te aferras a ella.

Pasión por destinos poco domesticados.

Lo necesito. Yo siempre he dicho que cuando era fresco tuve un problema, caí en la droga... de la montaña, una droga que desbarató una existencia previsible. Igual que con todas las adicciones, lo dejé todo de banda.

¿Yuxtaposición al aventura?

Al placer de estar en lugares salvajes, haberte reses estar en esa cima, en ese círculo..., lo que conecta con mi exasperación existencial. Igualmente hay un punto de romanticismo, de hacer cosas que no sirven para nadie pero que tienen ese punto de heroicidad romántica. Si ahora desapareciera la humanidad ¿qué haría? Pues me iría a los Pirineos a subir un pico.

Finalizados los 14 ochomiles, ¿qué proyectos le ilusionan ahora?

Sí que es cierto que al acabarlos no he antitético un lucha parecido, ahora mi objetivo es sobrevivir, ser un buen manual de reincorporación montaña, dar conferencias y ayudar a la Federació d’Estitats Excursionistes de Catalunya, de la que soy director técnico.

Ferran Latorre

Latorre abraza a su hija al regresar a casa tras su Everest 

David Airob

Cinco primaveras a posteriori de su Everest mantiene en un lado destacado de alguna de sus cuentas en redes sociales la imagen de cima con la máscara de oxígeno. ¿Es necesario que los alpinistas sean más honestos o precisos a la hora de contar sus ascensiones?

Obviamente, sí. El andinismo tiene una cosa muy buena y muy perversa al mismo tiempo: es el único deporte sin normas escritas y resulta muy difícil que el gran conocido entienda qué actividades tienen mas valía. De un banda, no tener un organismo que te juzgue y te ponga un número es muy bueno porque da esta idea de inmoralidad pero, al mismo tiempo, tiene ese punto perverso que posibilita que haya concurrencia que pueda hacer colar como importantes cosas que no lo son. Ha pasado toda la vida.

El gran conocido puede ser neófito pero a estas staff y con los medios existentes ¿considera que al menos los profesionales deberían mostrar pruebas de sus ascensiones, como fotos, itinerarios a través de dispositivos GPS...?

Habría dos tipos de trampas. Uno, mentir aprovechando que no hay testigos; a lo liberal de la historia ha habido engaños sonados, como la subida al Cerro Torre [de Cesari Maestri en 1959]. Y, otro sería dar más valía alpinístico del que efectivamente tiene lo que se ha hecho. Los profesionales lo tienen muy dócil para aportar pruebas. Pienso que el 99% de los montañeros son buena concurrencia, igual que quiero creer que lo es el 99% de la población, lo que pasa es que con el andinismo tienen un filón porque a veces no hay testimonios y se aprovechan de que es un deporte difícil de entender.

Ahora trabaja de manual de reincorporación montaña ¿siente nostalgia de los tiempos pasados?

Sí, porque pienso que me quedan cosas pendientes. De todas maneras, trabajo mucho de manual y tengo asaz cubiertas las horas que necesito estar en la montaña; en el fondo, cuando acabé los 14 ochomiles podría haberme dedicado a un trabajo frecuente o entrar en la política pero como manual he seguido buscando la excusa para tener mi dosis diaria de droga.

Helias Millerioux, Yannick Graziani y Ferran Latorre

El andinista catalán con Graziani y Helias Millerioux, en el Nanga Parbat 

Cedida Ferran Latorre

¿Cómo ve el futuro del Everest, una cima masificada en primavera y sin límites?

En su día, ya dije a los nepalíes que deberían exigir requisitos a la concurrencia que quiere subirlo y, de hecho, anunciaron medidas que no llegaron a aplicar. Sólo hay dos maneras de regular el paso, encareciendo los permisos y/o poniendo filtros a los que quieren ir. Pero soy pesimista porque el Everest es un negocio para Nepal, un país que necesita el parné. Sólo ponen límites las agencias occidentales para no tener líos, es lo mismo que haría yo como manual, si un cliente sin nivel me pide que lo acompañe ayer le llevaría a hacer otras cimas y planificaría el Everest a dos primaveras apariencia. Si, por ejemplo, yo ahora quiero valer el Intolerante Trail del Montblanc no me dejarán, me exigen puntos que no tengo, lo que quizás hace que sienta más ganas de poder participar en esta prueba. Creo que la banalización del Everest puede perjudicarles, si volvieran a valorar esta montaña saldrían beneficiados.

Ferran Latorre

Latorre compagina actualmente su trabajo como manual de reincorporación montaña con la dirección técnica de la FEEC y las conferencias 

Mané Espinosa

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