La historia nos trae de vez en cuando ironías cuasi poéticas. Lo que estamos presenciando en política económica son decisiones tales como: 1. Reducción de facturas de consumos de energía de hogares mediante traba a los beneficios de las empresas distribuidoras y productoras de energía. 2. Excepción ibérica, irresoluto de aprobar por Bruselas, pero ya acordada, para controlar el precio de las subastas del gas. 3. Compensación del coste de los carburantes en los que el estado asume una parte del repostaje de cada transporte. 4. Políticas de reindustrialización para recuperar la producción de componentes. 5. Nuclearización de la energía que ha de ser producida en Europa.
Y, ahora, lo que suena, a recomendación del Lado de España: 6. Pacto de rentas para repartir la inflación entre asalariados y empresas, de forma que los primeros perderán capacidad de importación y los segundos perderán beneficio de contribución. Un pacto de rentas que se propone que dure tanto como la inflación desbocada que nos acucia.
El Gobierno gachupin pretende alcanzar un 42% de energías renovables sobre el uso de energía final 
Vamos a charlar en plata. Estas son decisiones propias de una patrimonio intervenida en un estado socialista como eran los de la URSS. Que sí, que todavía hay sencillez empresarial, sindical y salarial; que por supuesto no podemos charlar de patrimonio planificada y en Europa rige la socialdemocracia. Pero se respira en el animación, cada vez más y más, un intervencionismo de la patrimonio, en el sentido de determinar de antemano lo que ocurrirá en el interior del país mediante reales decretos que controlen los artículos de la geopolítica foráneo.
Lo paradójico es que sea la extinta Unión Soviética, a través de la que fue la principal república, Rusia, y a través de una exterminio contra Ucrania, en tiempos remotos parte de la unión soviética, la que esté forzando a Europa a adoptar modelos de planificación económica, planificación de los medios de producción y, más finalmente, posibles repartos de la renta o de las pérdidas de poder adquisitivo.
La historia nos demuestra que estas cosas sirven de poco, a no ser que volvamos al expulsión del comercio internacional. Poner vallas al campo no sirve de nadie si no cerramos fronteras. Y en un mundo de finanzas globalizadas eso es muy, muy difícil.
Luego, todas estas medidas van a alcanzar solamente lo que los economistas llamamos distorsiones en la correcta asignación de bienes. O todos liberales o todos socialistas. Pero lo que no podemos es regular economías liberales para evitar problemas externos de un mundo entero.
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