¿Es viable el euro?

¿Es viable la divisa única europea, el euro? La pregunta volvió ayer a la mente de muchos, un rememoración desagradable de los críticos días vividos hace una período. ¿Podrá la eurozona regularizar su política monetaria, dejar las compras de deuda y subir los tipos de interés para aplicar las recetas ortodoxas contra la inflación, sin empujar al barranca a los países del sur?

La reverso a la antigua prác­tica habitual que consistía en prestar caudal a cambio de cobrar intereses y en la que la deuda de estados y empresas se vendía en los mercados, está siendo muy complicada. En todo el mundo, ciertamente. En las ocasiones previas, desde la crisis financiera, los bancos centrales han tenido que dar marcha detrás. En el caso de EE.UU., por la negativa reacción de las bolsas, poco que además está sucediendo ahora.

Gente caminando delante de una imagen de una moneda de euro

Concurrencia caminando delante de una imagen de una moneda de euro

EFE

Pero en la eurozona las reacciones negativas no han afectado solo ni principalmente a los mercados de acciones. Ponen en aventura, de nuevo, la supervivencia del euro. Eso es lo que está sobre la mesa ahora, como en el 2012 –cuando el entonces presidente del Cárcel Central Europeo (BCE), Mario Draghi, pronunció su tan recordada frase asegurando que haría lo que hiciera desliz para defender la moneda única–, al ver cómo los inversores se desprenden de la deuda pública del sur de Europa y apuestan por una resistente subida de los intereses que tendrán que acreditar de ahora en delante. Ven tantas diferencias de crecimiento, deuda y solvencia entre los países del centro y el septentrión de la eurozona y los del sur, que si les dejan sueltos exigirán a estos últimos intereses de derribo.

La semana pasada, Christine Lagarde, la presidenta del BCE, anunció que el próximo mes de julio bajaba el telón de las compras masivas de deuda y los tipos de interés negativos. Ciertamente, además adelantó que si las diferencias de interés entre la deuda pública de los países crecía, el BCE actuaría para mantenerlas controladas. Ahora sabemos, tras el subidón de la deuda italiana, especialmente y aunque menos, de la española, griega y portuguesa, que los inversores no consideraron suficientemente categóricas e irrevocables las palabras de Lagarde. Lo peligroso es lo rápido y ínclito que han sido esas subidas; como un relámpago.

En EE.UU. se inquietan los mercados; en Europa tiembla la moneda

La reunión de ayer, urgente y extraordinaria, del consejo del BCE, buscaba precisamente apuntalar esas débiles declaraciones, reiterando el compromiso. Una especie de nueva confesión Draghi, claro que doce abriles a posteriori.

¿Volverán entonces los días dramáticos de hace una período, cuando muchos pensaron que el euro estaba en un callejón sin salida y los ahorradores no sabían qué hacer con su caudal?

Dependerá. Primero, de si el BCE es capaz de encontrar la fórmula, la pócima mágica, que mezcle las dosis adecuadas de normalización monetaria para contener la inflación, con el mecanismo que frene y mantenga adentro de límites sostenibles las diferencias entre los tipos de interés de los distintos países.

Ayer el BCE reveló que las diferencias sobre qué hacer están sobre la mesa

Para que eso sea posible, las subidas de los tipos de interés oficiales deberían ser moderadas. Si se quedan en el entorno del 1,5%, por ejemplo, parece arreglado esperar que las tensiones sean limitadas. Pero si se elevan, en otro escena imaginario, al 4%, la intervención del BCE comprando deuda del sur deberá ser mucho más intensa, pues la sostenibilidad de estas deudas será puesta en cuestión por los inversores. Esto activará la división en la eurozona, halcones contra palomas y desembocará en un choque entre países como el periodo 2010-2012. De hecho, la escasa concreción sobre lo que hará el BCE contesta en buena parte a que esas divergencias ya estuvieron ayer sobre la mesa del consejo. Continuará.

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