Hay miseria en Barcelona

El riqueza paisajístico de fuera no se corresponde con el interior de este sitio. ¿Pero quién se fija en la pobreza? Hay miseria en Barcelona, y no poca. Este jueves supimos que solo Càritas atendió a 27.540 personas en el 2021 y que Arrels contabilizó un millar de sintecho en una confusión. Cuando hay tanta pobreza resulta casi inútil que no se vea. Se mire con destino a donde se mire hay pobres ya en control y otros en plan, algunos de calado.

El sitio al que me refiero es un maravilloso edificio gótico-románico con una iglesia y un claustro. Está medio camuflado entre las tiendas de ropa, de bisutería y de souvenirs de la calle Santa Anna. En pleno centro turístico y comercial. Existe ese punto, sí, y me avergüenza explorar que he pasado por delante cientos de veces, y lo he ignorado sin más.

¿Por qué un párroco iba a rebotar una ayuda de 3.000 euros del Comunidad?

Si te fijas, de allí entra y sale masa durante todo el día, aunque entre el bullicio de los transeúntes aquel trajín pasa desapercibido. En el interior, en el claustro, pasan cosas y se hacen cosas. Trabajo con los pobres, me parece la frase correcta, más que trabajo contra la pobreza.

Quien se adentra sabe que si lo necesita se puede duchar, manducar caliente, tener atención médica y psicológica y, sobre todo, determinado que le hable y se interese por él. Todo eso no sería posible sin los voluntarios, personas que se parecen a usted y a mí pero qué va, para ausencia. Ellos ayudan de verdad. En el claustro se atiende a personas sin techo, muchos de ellos asimismo sin papeles porque están en esa bucle surrealista de la ley de extranjería que exige un resolución para iniciar los trámites y nadie te contrata si no tienes los papeles regularizados.

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Comedor social en el claustro de la parroquia de Santa Anna, Barcelona

Mané Espinosa / Propias

Peio Sánchez es el párroco y el alma mater del plan del hospital de campaña Santa Anna. De Donosti, un tipo con carácter y un montón de bondad. Peio ha sido notificación esta semana en La Vanguardia . Podríamos sostener que el vasco le ha hecho un elegante corte de mangas a la alcaldesa Colau al rebotar los 3.000 euros que el Comunidad iba a darles este año para uno de los programas que Santa Anna tiene en marcha.

“Es una tomadura de pelo.”

Fueron estas las palabras de este párroco a La Vanguardia. Así, tal cual . ¿Tal vez no vale más poco que ausencia cuando la emergencia apremia? Pues quizá no. Quizá en algún momento determinado debe dar un revés en la mesa y hacer que salte la calderilla para que determinado se dé cuenta de que, en presencia de tamaña pobreza social, esos céntimos son tan pequeños e insuficientes como las migajas. Una piensa en la entorchado diaria de todos los voluntarios de Santa Anna y aplaude con las orejas el coraje del bueno de Peio. Por dignidad.

Quienes gobiernan Barcelona deberían darse por aludidas. Y avergonzarse por no hacer más con el presupuesto que manejan. En cierta modo, pasan de espacioso. La metáfora de la sábana corta se cumple inexorablemente. El caso es que cada año esa sábana encoge un poco más mientras el problema crece. A ver el año que viene.

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