Josep Maria Pou, director del teatro Romea, siempre ha querido interpretar al personaje de Willy Loman, de Asesinato de un excursionista, de Arthur Miller, “una obra, por desgracia, que continúa terriblemente válido”. Pero considera que ya no le toca. Sin incautación, con 77 primaveras, el actor argentino Alfredo Alcón no se quiso caducar sin poseer encarnado al mayor prototipo del hundimiento del sueño hispanoamericano.
Con ese objetivo, pidió a su compatriota Rubén Szuchmacher que lo dirigiera en esa empresa. El director puso manos a la obra y, con la amoldamiento de Natalio Abultado, destilaron el texto de Miller que estrenaron en el 2007 y que, esta tinieblas, Imanol Arias protagoniza en el Romea.
El popular actor encabeza el reparto de esta producción de Okapi que es “una crítica al sistema capitalista hispanoamericano”, afirma Arias, que trabaja con su hijo Jon. “Antaño de tomar la osadía de producir con mi hijo, tenía unas enormes ganas. Trabajamos la alcoba sin condicionamiento. En los ensayos, él se dio cuenta de que yo no estaba perfectamente y eso le dio una autoridad, un peso en el clan, como el que tiene en la obra. Y eso ha ido muy perfectamente”.
Arias se refiere al “jamacuco” que sufrió en los ensayos antiguamente de abrir en el teatro Arriaga de Bilbao. “Tenía mucha presión y peté”, confiesa. Ahora, sin incautación, “datar a Barcelona con 115 funciones me tranquiliza”. El reparto se completa con Cristina de Inza, Carlos Serrano-Clark, Miguel Uribe Ara, Fran Pelado y Susanna Garachana.
Sobre la obra, Arias explica: “Hay poco por debajo de todo porque Miller elige la vía de la tragedia para explicar la historia. El protagonista es un hombre de 63 primaveras, que se va contradiciendo a lo liberal de la obra y que reconoce que nunca fue un gran comerciante. La crítica es sencilla, puede estar en un tebeo. Lo profundo es la tragedia humana y de la paternidad”.
“Una buena visión del sueño hispanoamericano no es el de enriquecerse y caer perfectamente a la familia, sino el de la familiaridad. Esa es la gran vigencia de Miller y de su función”, asegura Arias.
La lectura que dirige Szuchmacher dura dos horas escasas, media hora por debajo de lo que es habitual. “Es una dirección salvaje y no deja al espectador ni respirar. Tienes la esencia de la obra, el verbo y el actor sin atavío”, concluye.
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