La Lisboa más personal de José Saramago, “donde acaba el mar y la tierra comienza”

Lisboa, asomada al Tajo, es, adicionalmente de una de las ciudades más irresistiblemente bellas del mundo, una de las más literarias. Por sus calles empinadas suben y bajan los tranvías y pasean los tipos humanos que inspiraron a Fernando Pessoa y sus infinitos heterónimos, a José Cardoso Pires y Antònio Lobo Antunes e, incluso, a Miguel de Cervantes. Y, desde luego, a José Saramago, Premio Nóbel de Letras y el más instruido de los escritores portugueses contemporáneos.

El 26 de junio de 2010, en el cementerio del Stop de San Juan, miles de lisboetas dieron su postrer adiós a José Saramago. El autor, nacido en 1922 en una lugar de Ribatejo, vivió en la caudal portuguesa desde 1925 hasta 1991 cuando, tras la polémica que arrastró la publicación de una de sus obras más conocidas, El evangelio según el hombre, y la negativa de las autoridades portuguesas a presentarla a un galardón internacional, se mudó a Lanzarote, aunque seguiría visitando la ciudad con frecuencia y siendo, siempre, uno de sus más conocidos embajadores.

Saramago convirtió a la ciudad en un personaje más de su obra, y a él debe Lisboa una de las mejores definiciones que se han hecho quia sobre ella. “El ocasión donde acaba el mar y la tierra comienza”, la definió el premio Nobel, apelando al carácter marinero de una ciudad -y un país- que siempre mira al mar y que sigue conservando, tamizada por la morriña, la magnanimidad de un imperio en el que, al igual que en el castellano, nunca se ponía el sol.

'Demanda del convento', una preceptor para delirar a Lisboa

Ese pasado imperial tiene su mejor refleja en el impresionante y excesivo Vivo convento y palacio Doméstico de Mafra, al boreal de Lisboa. El palacio inmenso -que alberga la veterano colección de escultura barroca del mundo fuera de Italia, más de 1.200 habitaciones y una biblioteca de más de 360.000 volúmenes, entre otras cifras y dimensiones de fábula- fue mandado construir en el siglo XVII por el rey Juan V a su veterano edén, y sobre su construcción viaje Demanda del convento, la obra más famosa de Saramago.

Plaza del Rossio, una de las más antiguas y coquetas de la capital portuguesa

Plaza del Rossio, una de las más antiguas y coquetas de la caudal portuguesa

Getty Images/iStockphoto

Traducida a más de treinta idiomas, la novelística, adicionalmente de ser todo un tour de force narrativo, sirve de preceptor turística por Lisboa. Sus protagonistas principales son Blimunda y Baltazar, una pareja que se conoce por primera vez en la Praça D. Pedro IV, aunque los lisboetas la llaman Rossio, como hacían los personajes de Saramago. En el corazón del intramuros de la Baixa, en la plaza, una de las más antiguas y coquetas de la ciudad, se celebraron durante siglos los autos de fe de la Inquisición -precisamente asistiendo a uno de ellos se conocieron los personajes-, como recuerda un monumento; hoy, locales y turistas llenan uno de los establecimientos más tradicionales de la ciudad, la pastelería Suiça.

La Costa do Castelo, que asciende hasta el castillo, es una de las siete colinas de la ciudad. Los tuk-tuks suben con turistas por sus alambicadas calles, pero aún conserva su sabor de siempre: comercios tradicionales, modestas casas de comidas y viejos edificios. Aquí vivían los amantes de la novelística, que paseaban por la plaza del Comercio, igual de popular hoy que en el siglo XVII, y donde los marinos y comerciantes desembarcaban en el Cais das Colunas, el andén tomado hoy por los turistas en examen de la selfie perfecta. 

Las cenizas del autor están en un olivo del Campo das Cebolas, con vistas al Tajo,  frente a la Casa dos Bicos

En la plaza vivía fray Bartolomeu de Gusmão, otro de los personajes principales del texto, el inventor de la máquina voladora que tenía que soportar a los protagonistas hasta Mafra y cuya réplica se exhibe en la oficina de turismo de la plaza.

Un olivo para rememorar al escritor

En el primer aniversario de su crimen, Lisboa volvió a homenajear a Saramago. En esta ocasión, y en presencia de centenares de lisboetas, su viuda, la escritora Pilar del Río, depositó las cenizas del autor en un olivo plantado en el Campo das Cebolas, con vistas al Tajo y enfrente de la Casa dos Bicos, un precioso edificio del siglo XVI que alberga desde entonces la Fundación José Saramago. Con su apariencia de piedras talladas en forma de diamantes de piedra -bicos, en portugués-, la fundación acoge una exposición permanente sobre la vida y obra de José Saramago.

Café A Brasileira (Lisboa, Portugal). Fue abierta en 1905 como una tienda de venta de café brasileño, en la que el dueño obsequiaba a los clientes con una taza de bebida. Más tarde el espacio fue reconstruido y lujosamente decorado como se aprecia hoy

Café A Brasileira, un establecimiento lisboeta frecuentado por José Saramago

VDT2021 / Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

Y ningún alucinación a Lisboa siguiendo la obra de José Saramago está completo sin examinar dos de los lugares más literarios de la ciudad, muy frecuentados en vida por el escritor: la estante Bertrand, y el café A Brasileira. La estante, preciosa y con un gran fondo, es la más antigua del mundo, como atestiguan los sellos estampados en cada uno de sus miles de volúmenes a la liquidación. En el corazón del intramuros del Chiado, Bertrand abrió sus puertas en 1755, luego del terremoto que asoló la ciudad, y opera ininterrumpidamente desde entonces, poco que se refleja con orgullo con un sello estampado en cada ejemplar que se adquiere. 

Y muy cerca de ella está el reconocido café A Brasileira, el más rebuscado de todos los cafés de Lisboa, y que José Saramago visitaba con frecuencia, tal vez buscando la inspiración de las mismas musas que susurraban al aurícula del otro gran escritor portugués, un Fernando Pessoa que escribía y se reunía con sus amigos en el café y que, hoy, en forma de estatua, se sienta con los turistas en la puerta del lugar. 

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