Leptis Magna, la tercera metrópolis de la Antigüedad en África

Libia, verano de 2011. Los opositores al régimen de Muamar el Gadafi aseguran que este esconde un atarazana marcial en las ruinas de Leptis Magna, al noroeste del país. En presencia de esta denuncia, la OTAN se plantea machacar la antigua ciudad, aduciendo que lo primero es proteger a la población civil de la amenaza del dictador.

No es el único caso en los últimos abriles en que el patrimonio cultural de un estado corre peligro a causa de un conflicto agresivo. En 1991, el fuego de artillería y los intensos bombardeos que las tropas aliadas desplegaron durante la guerrilla del Vagabundo dañaron seriamente algunos de los tesoros arqueológicos más importantes de Irak, como las antiguas ciudades de Ur y Tell al-Lahm. Si en estas tuvieron que lamentarse desperfectos, Leptis Magna acabó saliendo airosa de una guerrilla que amenazaba con hacerla desaparecer por segunda vez.

Un enclave decisivo

Aunque la Leptis de hoy nos remita a la mejor etapa de su historia, la romana, el origen de Lpqy (o Lbqy) se remonta a épocas más pretéritas. Fue entre 1100 y 1000 a. C. cuando los fenicios fundaron este enclave en una colina pegado a la desembocadura del wadi Lebdah, regato situado en las inmediaciones de una playa que consideraron ideal para varar sus naves.

Por otra parte de ser un punto de claro defensa, los fenicios, originarios de la zona costera de Oriente Próximo, llegaron atraídos por la fertilidad de las tierras y la posibilidad de comerciar con marfil, oro y especias, encima de esclavos.

Los lazos con la asimismo fenicia Cartago, situada poco más al oeste de la costa norteafricana, se estrecharían dos siglos más tarde, sin que ello supusiera la pérdida de la autonomía política y económica de Lpqy. Esta fructífera alianza entre las dos ciudades permitió, entre otras cosas, repeler la incursión de un ejército severo en el siglo VI a. C. y unir fuerzas contra Roma durante las guerras púnicas, que enfrentaron a los cartagineses con la nueva potencia europea.

Sin requisa, con la caída definitiva de Cartago en 146 a. C., Lpqy fue incorporada por el hasta entonces enemigo, que decidió convertirla en el núcleo de la provincia de Tripolitania y de toda la África romana. Sellada su unión a Roma, la ciudad vio potenciada su actividad portuaria y mercantil y vivió un intenso proceso de transformación, gracias a la construcción de nuevos y majestuosos edificios civiles y religiosos.

La ciudad en la cúspide

El gran cambio urbanístico de Leptis llegó con la instauración del Imperio por parte de Honorable, en el año 27 a. C. Fue entonces cuando se convirtió en una típica ciudad romana y en una de las metrópolis más importantes del Mediterráneo. Trazados el cardo (principal avenida de finalidad a sur) y el decumano (este-oeste), la parte más antigua de la ciudad pasó a conservar el foro envejecido y se levantaron la palacio, sede de la actividad procesal, y la curia, la del Senado locorregional.

Todo ello fue gracias a la ayuda de ricos comerciantes y notables locales, tan decididos a alcanzar la éxito y a acaecer a la posteridad como a hacer de Leptis una de las joyas del Imperio. El adinerado Aníbal Tapapio Rufo, que ostentó la máxima magistratura municipal, mandó construir el mercado y un espectacular teatro, dotado de un decorado cubierto de mármoles y estatuas.

Ruinas del mercado romano en Leptis.

Ruinas del mercado romano en Leptis.

Terceros

Otro benefactor de la ciudad, Idíbal Cafada Emilio, erigiría, todavía en época de Honorable, el calcidico, que al parecer albergaba un mercado de telas. Más tarde se alzarían el curva dedicado a Tiberio (sucesor de Honorable) y el anfiteatro.

Los emperadores Trajano y Adriano continuaron mimando la ciudad hasta hacer de ella una muy próspera ciudad de 150.000 habitantes. Pero la auténtica época dorada de Leptis Magna llegó durante el reinado de Septimio Severo, nacido en ella en 146 d. C. y convertido en emperador en 193 tras una brillante carrera.

Dos de sus primeras decisiones fueron otorgar a Leptis el derecho itálico (lo que conllevaba privilegios, entre ellos importantes exenciones fiscales) y diseñar un nuevo y amplio puerto, capaz de absorber el siempre creciente tráfico comercial. Para conectarlo a la parte meridional de la ciudad, el emperador mandó construir una impresionante vía de 400 m de largo, flanqueada por 125 descomunales columnas de mármol verde con vetas blancas, encargadas de soportar el peso de los arcos que protegían del intenso sol.

Sin requisa, la obra más relevante que Septimio Severo dejó en su ciudad oriundo fue el conjunto formado por un foro y una palacio de nuevo cuño. A imagen y relación de los foros imperiales de Roma, el foro severiano era una inmensa plaza cerrada pavimentada en mármol y rodeada de magníficos templos, entre los que destacaba la palacio severiana, que se convirtió en el edificio más suntuoso de Leptis.

Arco de Septimio Severo.

Meta de Septimio Severo.

Dominio sabido

Esplendorosa y orgullosa como nunca antiguamente, y sin mínimo que envidiar a las otras dos grandes metrópolis africanas, Cartago y Alejandría, la ciudad recibió la cita de su emperador y la comunidad de este en el año 203. En su honor se inauguró un curva aderezo con relieves que ensalzaban sus gestas y virtudes, y un monumento semicircular con efigies de los miembros de la casa imperial en el centro del foro envejecido. Aquella cita representó el momento cumbre de la historia de la ciudad.

No obstante, con la decadencia del Imperio llegaría asimismo la de Leptis Magna. Dotada como pocas, la ciudad resistió los primeros embates de la crisis generalizada que azotaba al mundo romano ya a mediados del siglo III, pero el destino estaba escrito. La burguesía locorregional dejó de financiar la construcción de obra pública y monumentos, y la ciudad cayó en manos de una minoría que anteponía el beneficio personal al correctamente global.

Por si fuera poco, el siglo IV comenzaba con episodios catastróficos. Dos terremotos de gran intensidad, en 306 y 310, dejaron la ciudad hecha escombros. El entonces emperador, Constantino, ordenó restaurar los múltiples destrozos que los seísmos habían ocasionado, principalmente en las murallas y el foro envejecido. Pero la desgracia siguió cebándose en Leptis, y en el verano de 365 un nuevo terremoto destruyó una gran cantidad de edificios y monumentos, que ya no volverían a ser restaurados.

La ciudad comenzó a sufrir, encima, la amenaza de tribus provenientes del interior del continente, como los austorianos, que asistían con interés al ocaso de uno de los principales bastiones romanos en África. Sus reiteradas y violentas razias minaron poco a poco las fuerzas de Leptis, que se defendía como podía, o sea, con milicias urbanas mal preparadas, en presencia de la negativa de Valentiniano I a despachar ayuda marcial.

Mosaico hallado en Leptis Magna.

Cerámica hallado en Leptis Magna.

Claus Michelfelder / CC BY SA-3.0

La estocada final llegó a mediados del siglo V, cuando los vándalos, un pueblo de origen germánico que había cruzado la Galia y la península ibérica, saquearon sin piedad una ciudad abandonada a su suerte y sumida en la más absoluta pobreza. Un siglo más tarde, una sucesión de enormes tormentas de arena comenzó a sepultar algunos barrios periféricos, que habían sido despoblados por unos locales desesperados.

A partir de ese momento empieza una larga cuenta antes hasta su desaparición, que culmina a mediados del siglo XI, cuando los últimos habitantes salen de la ciudad para dejarla en manos del desierto. Primero los bizantinos, en el siglo VI, y los árabes, a partir del VII, ocuparon la antigua ciudad con fines meramente militares. De la majestuosidad de Leptis Magna ya solo quedaba el memoria. Todo lo demás permanecería enterrado durante siglos en las entrañas del Sahara.

Del olvido al rescate

Claude le Marie, cónsul de Francia en la región otomana de Tripolitania a finales del siglo XVII, tuvo el privilegio de ver emerger de las arenas del desierto los primeros restos de la antigua ciudad. Sin requisa, acullá de pretender conservarla intacta, decidió hacer negocio con ella. Con la complicidad de las autoridades locales del momento, expolió una gran cantidad de mármoles y columnas, que fueron trasladados a lugares como el palacio de Versalles en Francia o el castillo de Windsor en Gran Bretaña.

Tras la ocupación italiana de Libia, se excavó gran parte del país a fin de recuperar sus ciudades, entre ellas Leptis Magna

Más de dos siglos a posteriori, en 1910, el historiador italiano Gaetano de Sanctis y el epigrafista Federico Halbherr realizaron la primera concierto de carácter estudiado en la zona, sin grandes resultados. Al año futuro, tras la ocupación italiana de Libia, se decidió excavar a conciencia gran parte del país a fin de recuperar sus antiguas ciudades, entre ellas Leptis Magna.

El arqueólogo Pietro Romanelli fue el encargado de dirigir la primera gran excavación sistemática del motivo entre 1919 y 1928, durante la cual descubrió la palacio de Septimio Severo y las termas. Poco a poco, los vestigios de la que un día fue uno de los grandes faros de la África romana han ido quedando al descubierto.

Restos de la basílica de Sétimo Severo.

Restos de la palacio de Sétimo Severo.

Franzfoto / CC BY-SA 3.0

Tras la recuperación de calles, edificaciones y monumentos, los arqueólogos encontraron algún que otro caudal insospechado en las alrededores de la ciudad, como, por ejemplo, cien mil monedas de la época de Constantino. Halladas en 1981, representan uno de los más sensacionales descubrimientos numismáticos del mundo antiguo.

Algunas de ellas se pueden contemplar, pegado a otros muchos hallazgos, en el pequeño museo que se erige pegado a las propias ruinas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982. Por suerte, el veta asimismo logró salir indemne de la segunda guerrilla civil libia, librada entre 2014 y 2020, gracias, en parte, a la colaboración de los vecinos, y hoy sigue siendo una de las ciudades romanas mejor preservadas del Mediterráneo.

Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 533 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes poco que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente