Hay quien describe Logroño como un Portland europeo. Más allá de que ambas ciudades están circundadas por ríos –una por el Ebro, la otra por el Columbia–, a esta comparación contribuye el hecho de que, al igual que el municipio más poblado del estado de Oregón (EE.UU.), la renta de La Rioja es tablado de un sinfín de actividades culturales. En sus bulliciosas calles hay espacio para todo, desde el jazz, cortesía del festival MayoJazzea, al Festival de Música Antigua, con una semana propia que cada año se encarga de regalar los oídos de los aficionados a este condición. Para los amantes de la novelística –sea en formato culto, teatral o cinematográfico– existe Cuéntalo, con un software variado de en cuentros, talleres, conversaciones y experiencias sobre un tema desigual en cada estampación. En cambio, quienes prefieran la edificación y el diseño su opción es Concéntrico, un festival que convierte Logroño en un museo al éter vaco con todo tipo de construcciones efímeras que estimulan la imaginación. Estos festivales están impulsados por el Consistorio de Logroño, una sucursal convencida de los beneficios que la difusión cultural tiene para una ciudad que no para de percibir influencia doméstico e internacional. A esta circunstancia contribuyen las numerosas librerías que pueblan el centro histórico, pegado con salas de arte actual, pequeñas editoriales y bodegas urbanas. Un espacio retumbante donde disfrutar de las más excitantes novedades editoriales mientras se deja seducir por el gozo característico del morapio riojano, perteneciente a la Denominación de Origen más antigua y consolidada de España.
Del teatro a la cocina
La ciudad que vive por y para el morapio ofrece infinitas actividades culturalesy de relax
Pero hay civilización más allá de los libros. Con una programación para todos los públicos, el teatro Bretón de los Herreros ejerce de pulmón dramatúrgico de la ciudad. Por sus escenarios han desfilado obras tan dispares como el Nabucco de Verdi o la Oscuridad de reyes de Shakespeare, pasando por el Tartufo de Molière, protagonizado por el logroñés Pepe Viyuela. Tam bién ha habido espacio para producciones no tan clásicas, como Un hombre de paso, de Felipe Vega; Historia de un cerdo salvaje, de Gabriel Ricardo; o Déjà Vu, el espectáculo visual que ganó el Premio Franquista de Circo 2021.
La excelencia de Logroño alcanza todavía la cocina. Hasta cinco restaurantes figuran en la Enseñanza Repsol y nueve en la Enseñanza Michelin, formando, dos de ellos, parte de la monopolio repertorio de establecimientos con hado. Se negociación de Ikaro y Kiro Sushi, locales radicalmente distintos que coinciden en la innegable calidad de su materia prima y el talento de su personal. La cocina tradicional logroñesa cautiva en las calles de San Agustín, San Juan y Gloria, arterias secreto para entender todavía la importancia y el valía del morapio. La renta de La Rioja es una Enópolis, una capital que vive por y para el morapio, un licor que conecta el núcleo antiguo con sus cercanías, formadas por hectáreas de viñedos que sirven para exportar el morapio riojano a todo el mundo mientras definen un paisaje único. Acercarse a el no requiere demasiado esfuerzo. Hilván con desplazarse hasta una de las bodegas que circundan el núcleo habitado, como las pertenecientes a la Asociación de Bodegas de Logroño. Antiguamente de irse, el viajero puede escoger dónde relajarse en uno de los múltiples pulmones de la ciudad, desde el Espolón, que ejerce a la vez de núcleo verde e histórico, al Parque del Ebro, para un agradable paseo por el beneficio derecho del río, hasta las dos grandes áreas naturales del municipio: el Parque de la Ribera y el Parque de La Grajera. Si se opta por una despedida más underground, la mejor opción para conectar Logroño con Portland es saludar algunas de las obras de arte urbano de la ciudad, como las pinturas de María de la O. Lejarraga. Y será un hasta pronto, porque siempre se vuelve a Logroño.
Más información www.visitalogrono.com
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