Los robots colaborativos desembarcan en las pymes

Son pequeños, inteligentes, flexibles. Se pasean por las empresas adyacente a los trabajadores, como uno más de la plantilla. Son los robots autónomos o colaborativos (AMR, en inglés).

Todavía son una minoría en las ventas globales, pero son los que más crecen. Hace poco más de diez abriles, estos robots eran una puntualización. Pero la coyuntura ahora juega a su valenza: la escasez de mano de obra en algunos sectores, adicionalmente del posible aumento salarial en tiempo de inflación, ha llevado a muchas empresas a volver en este tipo de robots. “La yerro de trabajadores y el incremento de los salarios están impulsando el crecimiento estructural de la automatización y la robótica para impulsar la productividad, especialmente ahora que la deslocalización es más difícil y las empresas tienen que defender sus márgenes de beneficio”, apuntaba en una nota Ben Laidler, de la plataforma eToro.

El valencia de los robots autónomos y colaborativos para finales de esta término alcanzará los 2.200 millones de euros

En la presente, se estima que su mercado está valorado en 1.500 millones de euros, pero a lo prolongado de esta término crecerá en promedio un 15% hasta alcanzar los 2.200 millones, según los datos de Interact Analysis. Hoy representan menos del 5% del cuerpo de unidades vendidas, pero a finales de los abriles vigésimo se llegará al 17%.

“Hay un movimiento desde los rígidos robots manipuladores industriales del pasado alrededor de máquinas que pueden tratar al flanco de los humanos, adaptar su comportamiento y su respuesta a ellos”, afirma un fresco estudio de Mordor Intelligence. ¿Algún ejemplo?

El prosperidad del comercio electrónico tras la pandemia ha supuesto la palanca para estas máquinas, que cada vez más levantan cajas o palets en un almacén; vierten líquidos en probetas de laboratorios farmacéuticos; rellenan paquetes cogiendo y ordenando dispositivos; hasta cogen vasos en bares para servir cervezas o dibujan en un papel personajes de cómic; en algunos hospitales escandinavos, los robots colaborativos gestionan la recogida de las muestras de familia, de guisa que el personal retrete puede concentrarse más en los estudio y la interpretación de datos; en EE.UU. asisten a los cirujanos en sus intervenciones...

Las ventas de robots no paran de crecer en todo el mundo y la pandemia al punto que les ha afectado. Los aparatos autónomos y colaborativos, que son una parte todavía pequeña del negocio, tienen unas previsiones de crecimiento elevadas para esta término. Su coste accesible y su flexibilidad los convierten en una aparejo esencia para explotar la contemporáneo coyuntura de elevados precios y yerro de mano de obra. Y gracias a los avances tecnológicos, lo mejor está por montar.

Alberto Sanfeliu, catedrático de la UPC y diestro en robótica, ciencia de la computación e inteligencia sintético, asegura que “en los próximos abriles tendrá área un crecimiento exponencial de los robots colaborativos en todo el mundo. Incluso hay prototipos que salen a trabajar al extranjero, para hacer entregas de última milla. Es más: el punto de inflexión todavía tiene que producirse, a medida que las personas adquieran más confianza, se generen economías de escalera y se incorpore nueva tecnología”.

Cuando se piensa en las máquinas robóticas, la primera imagen que llega a la capital es una ristra de producción industrial –como por ejemplo en la automovilismo–, con los robots emplazados en sitios fijos (y vallados) que operan a distancia de seguridad de los operarios. Estas máquinas no suelen moverse, pero incluso algunas se desplazan, o deben seguir un itinerario establecido arreglado y señalizado o están guiadas a distancia por seres humanos.

Las ventas de estos aparatos de nueva reproducción crecen más que las de los robots industriales

Los robots colaborativos en cambio son diferentes y son la punta de vara de la industria 4.0. La fracción de los que se venden pesan menos de cinco kilos. Acompañan al trabajador codo con codo y se pueden desplazar solos gracias a unos sensores. Su aspecto es amable, tienen formas redondeadas y, gracias a sensores y cámaras, en caso de percibir obstáculos cambian solos de dirección. Si chocan por siniestro con una persona, se paran.

Sergio Martín, director normal de ABB Robótica en España, hace una comparativa interesante. “Es como si hubiésemos pasado del teléfono fijo al móvil. El androide autónomo no es un objeto aparente, forma parte de la vida gremial de una pyme, acompaña al trabajador y tiene funcionalidades sofisticadas pero muy sencillas de implantar”.

La ingenuidad es que los robots ya no se encuentran solo en grandes fábricas automovilísticas, sino que, gracias a estos modelos de última reproducción, están cada vez más en almacenes, laboratorios, hasta tiendas y comercios. Comparten el espacio en una oficina o en una planta. Su coste de adquisición está al ámbito de una pyme, y la inversión se amortiza en un tiempo relativamente corto, entre uno y tres abriles.

“Siquiera se instalan, sino que salen de su caja y entran inmediatamente en funcionamiento. Al punto que tienen manual de instrucciones: casi no hace yerro. Ni hay que conducirlos, ni tener experiencia previa en programación ni formación específica. Simplemente se guían mediante una tableta de control muy intuitiva”, explica Sergio Martín, mientras enseña los brazos articulados de su androide Yumi. En caso de cambiar la ristra de producción, se interviene en el software y se adaptan sin problemas. Al ser pequeños y ligeros, se les cambia de ubicación con facilidad y no necesitan tanto espacio, con lo que son ideales para las pymes.

La tendencia está marcada. En ABB huelen el negocio: en la sede de Sant Quirze del Vallès desarrollarán la robótica colaborativa a escalera entero. En estos momentos en EE.UU. los pedidos de robots destinados a sectores fuera de la automovilismo ya son la mayoría, informaba la International Federation of Robotics (IFR), con una cachas encarecimiento de la presencia en la transporte y la electrónica. “Hoy hay miles de robots instalados en el mundo que no existían ni siquiera hace tan solo cinco abriles”, informan desde la IFR.

El año pasado se vendieron cerca de medio millón de unidades de estos robots

“El foco de estas máquinas ya no se limita a padecer a final tareas potencialmente lesivas o repetitivas”, destaca Sanfeliu. Los robots automatizados se dedican a tareas que exigen precisión. Y, mediante sus brazos articulados y unos dedos parecidos a unas pinzas, inyectan, sueldan, pulen, imprimen, manipulan, recogen material. Y pueden hacerlo durante 24 horas. Minimizan el cansancio, realizan tareas potencialmente peligrosas y dejan tiempo para que el trabajador se dedique a tareas más conceptuales.

“Yo creo que son un complemento ideal respecto a los robots industriales, que siguen siendo el abultado del negocio, aunque es cierto que en estos momentos se venden más”, comenta Ignacio Sancho, director de ventas de Kuka Robotics.

Su futuro es prometedor porque la transformación tecnológica incrementará sus capacidades. En impresión, gracias a la ingenuidad aumentada y supuesto, la inteligencia sintético y el 5G, estos robots autónomos serán cada vez más sensibles y conectados. Los robots, destinados a ser nuestros nuevos colegas y compañeros de trabajo.

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