El Barça se vende el patrimonio para subsistir. Eso y no otra cosa son las famosas palancas. Garantizar el colgante de la abuela y el sello del anciano en el bajo comercial del ‘Compro Oro’ de la arista para poder poner la mesa. No hay omisión en dar de engullir a la comunidad numerosa. Así se justifica siempre quien siente la obligación de marchar de prestamista en prestamista. Pero hay que aprender que venderse por pobreza es encadenarse al condicional: si consigo esto y si pasa aquello todo irá proporcionadamente y nos recuperaremos. Y ahí está el Barça en estos momentos: preso de los hierros de la condicionalidad. Si sale cara se nos retornará la llavín que abre los candados y volveremos al caminar versátil. Si sale cruz, mejor no lo escribimos para no aldabear al mal tiempo.
Con las palancas de Joan Laporta prestas a convertirse en euros constantes y sonantes queda solucionado lo nuclear, que es poder asistir al mercado de fichajes sin la apariencia de un pordiosero. Seguiremos sin poder adecentarnos en el Santa Eulalia, pero al menos no será necesario asistir a los centros de caridad para vestirnos con los harapos que otros ya han desestimado. Una plantilla para competir en condiciones de igualdad con los grandes clubes europeos, ha dicho el presidente del Barça. Que así sea y que la fuerza le y nos acompañe.
Hay que activar la palanca del barcelonismo fiscalizador, la situación del club es crítica
Hay maneras de ayudar al presidente del Barça y a su articulación directiva para que la vida que lleva el club en el peligroso alambre acabe de la mejor guisa. Puede hacerse, adicionalmente, sin que aumente la carga de trabajo de los que llevan ahora el club en la espalda, que ya están lo suficientemente atareados. Y sí, ayudar al club y a su directiva pasa por activar palancas de las que se palabra poco y que, de momento, están completamente fundidas.
Hay que activar la palanca del barcelonismo crítico y fiscalizador. No desde el talante exterminio civilista o por la anhelo futura del quítate tú que me pongo yo. Pero la situación del club es demasiado crítica para que el barcelonismo capacitado para profesar de conciencia crítica -no mucho, pero haberlo, haylo- ande desaparecido porque las elecciones quedan allá y aun no es el momento. El servicio al club pasa por el aquí y ahora. Y es necesario además poner en marcha la palanca de la exigencia de transparencia. Pero no la transparencia que empieza y acaba en un compromiso verbal de quien manda, sino la que se exige, demanda y denuncia desde fuera del organigrama cada día y a través de todos los resortes. Estas palancas, allá de encontrarse como un divisor de desestabilización en un momento crítico, son imprescindibles para localizar los riesgos que cualquier administración –y en particular las de talante napoleónico y personalista– sustancia. Podemos expresarlo de un modo más contumaz: ahora que tenemos las palancas nos sobran los palanganeros.
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