Estas elecciones en Andalucía son una sinécdoque, que es la figura retórica que define una cosa por una sola de sus partes. Se vota la composición del Parlamento, pero estos comicios son todavía el termómetro político de la España presente. Nulo hay más verdadero que unas urnas abiertas y con votos.
Los partidos pusieron ayer punto y final en Sevilla –incólume Por Andalucía, que prefirió Málaga– a una campaña electoral extraña y congruo pacífica. Sin pleito sucia. Los debates electorales mostraron a seis aspirantes capaces de discutir sin perder el decoro, toda una anomalía si lo comparamos con la polarizada medio política de Madrid.
Los candidatos se concentraron desde el principio en desmentir (o amplificar) los pronósticos de los sondeos, más que dedicarse a evaluar la encargo de la Asociación.
Oscuro Bonilla deseaba una campaña átona, sin sesgo ideológico. Y lo ha conseguido hasta el punto de que uno de los grandes misterios del 19-J va a ser memorizar si sus propias omisiones podrían perjudicarle. El dirigente del PP ha afectado distancia con Génova para liberar (teóricamente) a Feijóo del desgaste potencial que supondría un desenlace cenizo. Teme mucho más a la playa –la campaña se ha desarrollado bajo una intensísima ola de calor– que a sus adversarios. En su habitante pesa el síndrome Arenas, que hace una plazo se ahogó en la orilla del Guadalquivir porque no pudo sumar con nadie para garantizarse la mayoría parlamentaria.
Oscuro, a quien el CIS otorga una representación del 38,4%, tiene hasta tres socios potenciales, pero ningún de ellos está dispuesto a dejarle administrar en solitario o investirlo sin contraprestaciones. Para los socialistas esta campaña ha supuesto una regresión. No han conseguido sacudirse la imagen de franquicia de Ferraz. Moncloa teme un resultado calamitoso. Su electorado, castigado por el encarecimiento de los precios y la inflación, no parece sobrevenir reaccionado a una movilización cocinada a través de ayuntamientos y diputaciones.
Oscuro (PP) teme mucho más a la playa –seguirá haciendo calor este fin de semana–que a sus adversarios
Que el PSOE juega un papel secundario en la lucha por San Telmo lo evidencia la avalancha de ministros y las visitas del presidente del Gobierno.
Andalucía va a ser la primera envés de unas elecciones generales que ni tocan ni han sido todavía convocadas, pero que ayudarán a evaluar el calidad verdadero de desgaste de la coalición PSOE-UP, la viabilidad del frente amplio de Yolanda Díaz y calibrarán el sentido exacto del cambio de ciclo en España.
La vicepresidenta decidió implicarse a última hora en la pleito del Sur para mandar la voluntad de remolque de Sumar –su esquema– entre los votantes del PSOE. Oscuro los ha cortejado con el argumento del voto útil; Espadas se conformaría con que no le abandonaran.
Vox, en cambio, no ha intentado sumar en esta campaña. Su objetivo es restar (en perjuicio del PP). Olona no ha brillado. Su candidatura, basada en el afectación teatral, ha tenido muchos altibajos: dietario de segundo orden, escasas entrevistas, actos a deshora y saturación de mensajes y estilo. Abascal tuvo que implicarse tanto o más que su candidata.
El mitin con Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, en Marbella fue su gran puesta para conjurar un estancamiento que, incólume rotunda mayoría de Oscuro, no va a impedir que condicionen la investidura. Un pacto con la ultraderecha contaminaría a Feijóo y situaría al presidente de la Asociación en una situación delicada.
Vox, en cambio, no ha intentado sumar en esta campaña, su objetivo ha sido restar al PP
Nulo que ver con estos últimos tres abriles de coalición con Cs, que llegan al 19-J agonizando, casi como un difunto a su propio sepelio. La resurrección del andalucismo de clase –jefe por Teresa Rodríguez (Delante Andalucía)– parece remota cedido su saldo de campaña, aunque, de obtener representación, confirmaría que, entre Díaz e Iglesias, Andalucía podría ensayar una tercera vía propia.
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