Si todos lucharan por sus propias convicciones, no habría guerras
Bravo Tolstoi
-------------------------------------
Videoconverso con Sara Hurtado (29) y de fondo se audición el canto de los pajaritos en su rosaleda en Las Rozas.
–Soy afortunada –dice la patinadora, deportista esencial en nuestro país (dos veces olímpica, en Sochi 2014 y en Pyeongchang 2018), que acaba de retirarse–. No me puedo quejar.
Y no se queja.
Pero, aunque no se queje, sí se pregunta cosas: Sara Hurtado tiene un discurso tan amplio como comprometido, y se declara escéptica.
–¿Ha audición murmurar de la basuraleza? –me pregunta–: yo tuve la oportunidad de descubrirla hace unos abriles, cuando entré en el software Athletes for Good, una iniciativa benéfica de P&G y el COI, y fui a conocer el plan de Ecomar (Ecomar lucha contra la contaminación y los residuos en el agua). De repente, me vi visitando ríos y lagos, tocando y pesando los residuos que arrojamos a la naturaleza, la basuraleza.
–¿Le hace dudar del ser humano?
–Me da asaz pena que tendamos tanto a la desnaturalización. Todo es usar y tirar, consumimos pensando solo en el negociador crematístico, y no nos planteamos qué hay detrás de un producto, qué materiales se usan, de dónde salen. Por suerte, veo la conciencia en los niños, en la inexperiencia que viene tras nosotros, los críos que vinieron conmigo a congregar residuos en los lagos y los ríos.
–¿De dónde le sale esta conciencia?
–Me resulta chocante el ver los polos descongelándose. Piense que mi deporte, el patinaje sobre hielo, nace de ese entorno, del hielo, de los ríos y los lagos congelados y de la familia que, hace décadas, se puso unos huesos en los pies para desplazarse. Cuando pienso en ello, siento que los cimientos de mi deporte desaparecen. La enfermedad del planeta la provocamos nosotros, por no murmurar de las guerras...
–Hablemos de las guerras. A usted todavía le han afectado...
(pues hace unas pocas semanas, Sara Hurtado y su pareja artística, Kiril Jaliavin, anunciaban que abandonaban el patinaje bello; juntos, habían sido olímpicos en el 2018)
–¡Sin duda! La enfrentamiento de Ucrania ha acelerado el proceso. Al originarse todo, nuestro día a día se dinamitó. Se cayeron nuestro área de trabajo, nuestra vivienda y nuestro plan profesional. Tan pronto como tuvimos tres días para salir de Moscú y traernos a la mujer y el hijo de Kiril. Él ya era castellano, pero había nacido allí y había hecho el servicio marcial. Podían llamarle a filas en cualquier momento, podían darle un arsenal...
–¿Qué pasó luego?
–Ya llevábamos meses dándole vueltas al asunto. El año preolímpico había sido complicado. Nos habíamos vaciado para estar en Pekín 2022, no lo habíamos conseguido, ya teníamos claro que no nos alargaríamos por otro ciclo orgulloso. Tal vez siguiéramos uno o dos abriles más... Todo se rompió al reventar la enfrentamiento. Tuvimos que venir a Madrid, no teníamos horas de hielo ni entrenadores, no veíamos la forma de retomar la actividad. La Asociación de Hielo nos planteó la posibilidad de irnos a otro país, pero el esfuerzo nos salía caro y no teníamos la motivación de ayer. Yo no me esperaba gusano así, partiendo de cero de nuevo. Pensaba que, a estas gloria de mi carrera, y con mi status deportivo, ya tendría todo solucionado. Y sin secuestro, me veía como en mis inicios, y desubicada.
–¿Y qué va a hacer ahora?
–Doy clases. Sigo en el hielo, pero desde fuera de las pistas. Tengo cuatro chicas entre La Congelador de Majadahonda y el Palacio de Hielo. Les ayudo en la parte creativa, la secuencia de pasos. Adjunto a Kiril, todavía llevamos a una pareja de danza aún júnior que va a dar un brinco muy pronto. Anote los nombres: Sofía Val y Alexandre Gnedin.
–¿Qué debemos esperar de ellos?
–Ojalá nos superen a Kiril y a mí.
Y entonces viaja al pasado, a sus inicios en el patinaje, cuando era una cría de ocho abriles y Javier y Pilar, sus padres, se la habían llevado a aquella misma congelador de Majadahonda, a ella y a su hermano Javier, inoculándole la pasión que le ha entregado todo.
–El patinaje me encontró a mí. Me dijo: ‘Quédate’.
–¿Y a su hermano?
–Bueno, Javier estuvo un tiempo. Luego se hizo chef. Pero fíjese: se pira Javier y nació el 15 de abril de 1991, el mismo día que Javier Fernández, mi otro hermano. Qué curiosa es la vida, ¿verdad?
Publicar un comentario