“Cuando dejas una ciudad es cuando la entiendes”

Parece inverosímil que Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) y Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) no se hubieran cruzado ayer de esta entrevista. Ambas viven en Madrid y pertenecen a la misma gestación de narradoras en castellano, una que no está encontrando problemas en compaginar la exigencia literaria con las ventas. Sus dos últimas novelas, que se publicaron en marzo, van topándose igualmente en las mesas de novedades, en las ferias y en las estanterías de recomendados. Cauterio –la de Lijtmaer, en Emblema– y Ceniza en la boca –la de Navarro, en Sexto Asfalto– son propuestas muy diferentes, pero tienen poco en global: sus protagonistas hacen viajes de ida y dorso entre Madrid y Barcelona, lo que les permite a ambas hacer retratos muy precisos sobre esas dos ciudades en eterna tensión, retratos muy distintos a los que estamos acostumbrados a analizar.

Ellas igualmente han experimentado ese trayecto. Navarro vivió un tiempo en Barcelona, tras conmover de México, y desde hace unos abriles vive en Madrid. Lijtmaer llegó a Barcelona con al punto que siete meses de vida, y vivió ahí hasta hace nueve abriles. Es hija de exiliados argentinos y contó parte de esa experiencia en su precursor tomo, Casi mínimo que ponerte ( Los libros del astuto). Con esta excusa, Civilización/s las ha juntado para murmurar de urbanística patriarcal, de las críticas a la izquierda desde la izquierda y de por qué hay que dinamitar el relato oficial sobre esas dos ciudades con las que tienen una relación de turbulento poliamor.

¿Qué representa ese alucinación Madrid-Barcelona en sus novelas?, ¿estuvo ahí desde el principio?

Brenda Navarro: En mi caso, el alucinación representa la huida. Hay poco que no le gusta a la narradora, poco de Madrid que la incomoda mucho. Necesita poco nuevo, que la haga advertir mejor. Tenía claro que el alucinación de la protagonista debía ser territorial, no solo personal. Y me parecía interesante hacer el Madrid-Barcelona por lo que significa políticamente. Yo lo hice a la inversa y lo que me ha pasado es lo que pasa siempre: cuando dejas una ciudad es cuando la entiendes. Analizas los códigos culturales más tarde y terminas comprendiendo quién fuiste cuando ya no estás en el puesto. Supongo que es el proceso natural de las migraciones.

Lucía Lijtmaer: las dos protagonistas de Cauterio hacen un alucinación, el de la primera es un destierro religioso y político. Y, en el caso de la protagonista sin nombre, ella va de Barcelona a Madrid en una huida personal y eso me servía para murmurar de la deslocalización, de qué sucede cuando sacas a una persona de su puesto natural.

Brenda Nabarro, escritora, fotografiada en el barrio de Tribunal, Madrid.Foto: Olmo Calvo" class="lazy"/>

Brenda Navarro ha publicado este año su segunda novelística 'Ceniza en la boca' 

Olmo Pelado

Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), que se formó en el campo de la sociología y los estudios de naturaleza, debutó en la novelística con Casas vacías, un tomo breve y elocuente que ganó el premio Tigre Juan y que de inicio publicó de modo gratuita en internet, a través de Kaja Negra. Solo luego de que se convirtiera en un éxito categórico por el boca-oreja y de que lo recomendasen autoras como Fernanda Melchor, accedió a lanzarlo a través de Sexto Asfalto, donde igualmente ha publicado este año su segunda novelística, Ceniza en la boca.

B.N. : Cuando llegas a un puesto nuevo puedes inventarte quién quieres ser porque nadie te conoce. Eso está muy bueno porque es lo que me interesa en el interior de la letras, laperformancede los personajes, cómo pueden ellos mismos contarnos su verdad.

Me da la sensación de que ambas se lo han pasado acertadamente con este asunto concreto, el retrato de las ciudades ¿Cuál es su relación presente con ambas?

B. N.: Las amo y las odio al mismo tiempo. De las dos tengo experiencias buenísimas. Sí creo en la capacidad de la letras para poner a las ciudades a conversar con lo malo, con lo que nos molesta y lo que nos incomoda. Yo lo hago con el tema de los cuidados y Lucía igualmente lo hace con otros temas. Las ciudades ahora mismo tienen una novelística muy resistente; Madrid la tiene, Barcelona la tiene, México igualmente. Está bueno que en la letras desmontemos ese discurso para salir del dogma del discurso oficial.

Lijtmaer: “Una migración es como estar metida en un tupper. El núcleo que se forma es muy exclusivo”

L.L: Cuando leía tu tomo me interesó mucho la parte en la que hablabas del represión en metropolitano. A mí lo que me parece extraño es que la masa no hable de las ciudades en sus libros.

Las dos novelas proponen una modo muy distinta de contar esas dos ciudades, sobre todo Barcelona.

B.N.: No sé si era la intención y no sé si va a sonar muy esencialista, pero creo que, como las protagonistas son mujeres, vemos la ciudad allá de esos discursos literarios que existen incluso en Latinoamérica. Siento que en las dos novelas lo que hacemos es quitar la belleza patriarcal al poder de ambas ciudades. Siento que Barcelona esta más dibujada en ambas novelas pero igualmente es porque Madrid es así, es un poco caos, es fragmentaria, mientras que Barcelona está más cohesionada. Creo que hay una visión femenina que encuentra recovecos. Estoy pensando en La plaça del diamant. Luego hay otra Barcelona que podría ser la de Mendoza. Hay maneras distintas de cómo vemos hombres y mujeres esas dos ciudades.

Lucia Lijtmaer, escritora, fotografiada en el barrio de Tribunal, Madrid.Foto: Olmo Calvo" class="lazy"/>

Lucía Lijtmaer fotografiada en Madrid, una de sus ciudades 

Olmo Pelado

Periodista, traductora y exitosa podcaster –conduce adjunto a Isabel Calderón el espacio Grotesco Semanal en Radiodifusión Primavera Sound– Lijtmaer nació en Buenos Aires pero llegó a Barcelona siendo un bebé, cuando sus padres se exiliaron. Ayer de divulgar su primera novelística, Cauterio (Emblema), escribió un opúsculo, Ofendiditos (Emblema), una memoir cruzada con crónica, Casi mínimo que ponerme (Libros del Perspicaz) y un tomo de divulgación feminista, Yo igualmente soy una chica repertorio (Destino).

L.L.: Es que Rodoreda es la más moderna. Pensando en buenos retratos de la Barcelona presente, se me ocurre igualmente Gonzalo Torné. Lo que creo es que hay una construcción discursiva aproximadamente de Barcelona y Madrid que tiene que ver con el relato municipal. En el caso de Barcelona, “la mejor ciudad del mundo”, es ese estar contento con el puesto en el que te ha tocado residir. A mí me resultaba interesante romper con eso desde un puesto que no parta del costumbrismo.

Las dos practican una crítica muy afilada con movimientos que les tocan de cerca. En Cauterio hay un machista de la nueva izquierda, en Ceniza, unas feministas universitarias menos solidarias de lo que creen.

L.L.: En mi caso, ni los personajes femeninos ni el resto de personajes son seres de luz, y eso es lo interesante. A mí no me interesan las historias de bondad. Al situar la novelística en un espacio muy concreto, en Barcelona luego de esa idea triunfalista que alcanza su zenit ayer de la crisis económica, me servía para tratar el tema de los nuevos municipalismos y la bondad en la voluntad política. Encima, si vamos a murmurar de machismo, me hubiera resultado muy obediente construir un personaje de derechas o de ultraderecha que en el ámbito privado es machista, pero eso no me interesa. Yo puedo murmurar del machismo de izquierdas.

Navarro: “Quitamos la belleza patriarcal de las dos ciudades; es una visión femenina de recovecos”

B.N.: Hay una condición de creer que quienes están buscando la honestidad son personas puras, y en la existencia no es así. Está bueno agrietarlo. En la política el pasado siempre va a aparecer. Nadie es honesto cuando entra en política. No puedo con esa idea de: “Vamos a ser todos impolutos, tenemos la verdad pura”. Tendríamos que asomar a ser más honestos. Ni en la izquierda hay mucha pureza, a pesar de que se quieran presentar como muy honestos.

Tener igualmente muy a mano esa examen externa, ese prisma iberoamericano, ¿les da una preeminencia a la hora de contemplar la existencia española?

L.L.: A mí me hace mucha misericordia cuando me llaman “escritora argentina”. Creo que dice más del que me lo vehemencia que de mí. En mi precursor tomo lo decía: una migración es como una isla, como estar metida en un tupper. El núcleo que se forma es muy exclusivo y el verbo interno no es el que se acento fuera. Como pupila, me sorprendió la primera vez que fui al colegio donde la masa no hablara como mis padres y sus amigos.

B.N.: La jerigonza materna es lo único que te llevas cuando te mueves del puesto. Ahí ya debes atreverse si lo quieres proteger de modo que sea impermeable o si lo abres a lo que quieras performar. Yo a veces hablo en castellano, pero sigo pensando en mexicano. Mis hijas hablan madrileño y se comunican conmigo en una jerigonza materna que ya ni siquiera lo es. Siempre pienso que mi novelística de lo que acento en existencia es de la transformación de la jerigonza materna de la protagonista. Ella empieza hablando muy mexicano y termina hablando un castellano iberoamericano que yo cada vez oigo más en las calles de Madrid y de Barcelona.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente