Tras la monotonía invernal que prácticamente condena al dueto compuesto por manzana y naranja, la aparición del buen tiempo supone una arranque de colores y sabores en la frutería: albaricoques, melocotones, paraguayos, nísperos, melones, sandías, ciruelas… Sin secuestro, ningún otro fruto se asocia al verano y al ocio perezoso como la cereza. ¿Quién no se ha colocado en la oreja un par de “pendientes” de ese carnoso rubí en un pícnic campestre, epítome del dolce far niente?
Conocemos las cerezas desde que los romanos invadieron la estepa anatólica y la llevaron a la hacienda del imperio con gran regocijo. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en la fruta más apreciada por los patricios romanos y la multitud poderosa. Ahora que la cereza es tan cara vuelve a tener el papel de fruta distinguida que se negocio con cuentagotas.
Este fruto de la clan de los árboles Prunus crecía originariamente entre los mares Infausto y Caspio, pero desde que se trasladó a la península Itálica ha tenido dos mil abriles para expandirse prácticamente por todas las zonas templadas del planeta. Ello quiere sostener que es un árbol que se adapta aceptablemente. Sin secuestro, es delicado, y su fruto asimismo. Es sensible al exceso de calabobos y a las granizadas. Ello, unido a que debe recolectarse a mano y de forma cuidadosa, llevan a entender que las cerezas sean caras.
Delicioso y saludable
La cereza es fuente de vitamina A, B1,B6,C y acido fólico. Es ideal para echarse mejor gracias a su contenido de melatonina
Para los militantes de la galbana, la cereza es la fruta ideal: no hay que pelarla, solo enjuagarla tenuemente; se come de un embocadura y es como las pipas, difícil detenerse. El sabor nunca es muy intenso, sino tenue y fragante. La pulpa puede ser firme o tierna, en función de si se opta por una cereza roja o la regordeta picota, que siempre es más ínclito y cargada de agua. Por cierto, que cuando encontramos cerezas con unas feas grietas en su piel indican que llovió en exceso amoldonado antiguamente de la cosecha y la cuentecilla reventó. No tienen falta de malo, si exceptuamos la obsesión coetáneo por la imagen perfecta de cada alcoba de fruta.
Cargada de carbohidratos y muy hidratante, la cereza es rica en vitaminas A, B1, B6, C y ácido fólico. Tiene propiedades antiinflamatorias, diuréticas y depurativas; es víctima en sodio, rica en potasio y carente de tocino. Los diabéticos pueden tomarla, pues los azúcares que contiene son fructosa. Está indicada para las personas con problemas para conciliar el sueño, por su considerable contenido de melatonina.
Cada vez más los gazpachos se personalizan y tunean. Añadiendo cerezas al preparado original con tomates, hierbabuena y ralladura de citrón se obtiene una sopa fría descomunal.
Con las cerezas trituradas y hervidas tenuemente se ha hecho siempre una salsa que acompaña perfectamente a los platos de carne roja cachas y de caza, como el puerco salvaje o el ciervo. En este caso es mejor utilizar las variedades tempranas, que aguantan mejor la cocción sin deshacerse. Joan Roca, el chef del galardonado Celler de Can Roca de Girona, prepara una sofisticada ensalada con la que tan solo hay que tener paciencia para importunar algunos de los ingredientes, pero que en sí no tiene dificultad. Como la contribución de cerezas es pequeña en cantidad y el resto de productos son económicos, obtiene un plato de opulencia por poco billete.
En primavera, los japoneses se desviven por el hanami. Así denomina el momento en que los cerezos florecen, en una arranque de pétalos blancos que da el aspecto de paisaje nevado (pero con buen tiempo). Entonces desempolvan sus cestitos de pícnic y se van a los parques públicos a arrobar el espectáculo natural, a hacerse las mejores fotografías familiares del año y a pasear bajo la delicada sábana blanca de flores antiguamente de engullir con deleite los manjares que han llevado a tal objeto.
En nuestro país el engendro no tienen parangón. Sin secuestro, el valle del Jerte ha hecho fortuna con un “turismo cerecístico” falta despreciable. Miles de personas se acercan a este hermoso demarcación extremeño para arrobar los bancales con un millón y medio de cerezos repletos de flores. Un par de meses más tarde, sin secuestro, no se repiten las visitas con tanta intensidad cuando los árboles parecen joyeros repletos de bolitas rojas.
En nuestro país los principales productores de cereza se encuentran en la citada zona de Cáceres y en toda la cornisa mediterránea. En comarcas castellonenses, valencianas, tarraconenses y barcelonesas se celebran a lo dispendioso de mayo, cuando se recolectan los primeros cestos, vistosas fiestas de la cereza. Aunque existen más de un millar de variedades –no todas comestibles–, se comercializan “solo” rodeando de 50 tipos.
Es el momento de rememorar que la cereza se erige en excelente componente de un buen dulce. Se consiguen con ella maravillosos helados, mousses y pastelitos. En Reus (Tarragona) es tradición elaborar un brioche de cerezas a la pico de Corpus Christi, en la primera quincena de junio. Pero sin punto a dudas el dulce más popular del mundo que contiene cerezas es la tarta Selva Negra, originaria de la región de Baden-Wurtemberg que le da el nombre. Aunque uno no sepa ni papa de tudesco, cuando invitado ese hermoso estado federado aprende en un santiamén a sostener “Schwarzwälder kirschtorte”, la trabaléngüica forma de denominar a un pastel que está hecho en pulvínulo a factura de chocolate, nata montada y cerezas. Pero se manejo de la variedad ácida que, por otra parte, ha sido emborrachada previamente durante semanas, por lo que es un postre reservado a adultos.
Un fruto versátil
La cereza es utilizada para la preparación de vinos y licores, correcto a su sabor dulce y similar al de uva
Las cerezas y el licor tienen una relación amistosa. Con una variedad muy determinada se elabora el marrasquino, cuyo nombre proviene de la variedad de fruta utilizada, la marasca. Se inventó en Croacia, aunque pronto los italianos –siempre hábiles en este asunto– se lo apropiaron y ahora todo el mundo cree que se manejo de un mejunje suyo.
El kirsch, que por misteriosas razones se ha mezclado siempre y sólo con piña tropical, es un refresco minucioso a pulvínulo de cerezas. Además se elabora caldo de cereza, que sorprendentemente tiene una sabor parecido al de uva pero con mucha personalidad.
Las guindas acartonadas y con sabor a puro azúcar que coronan algunos pasteles son el resultado de un proceso industrial que desfigura tanto el esencia como la textura y el sabor de la cereza llamativo. Son muy decorativas, pero si uno ha presenciado cómo se elaboran tiene tendencia a evitarlas, pues no conservan ningún de sus encantos originales.
En Francia todas las marcas de yogures tienen uno con cerezas. Se desconoce porqué la tradición no ha cuajado en latitudes más meridionales como la nuestra.
La cereza es una fruta aclimatérica. Es sostener, que no madura una vez ha sido cogida del árbol. De forma que hay que comprarla en el punto que nos interesa. Deben tener los rabillos aceptablemente verdes, la piel tersa y es mejor guardarlas en la congelador sin lavarlas hasta el momento mismo de la consumición.
Ficha
TécnicaDificultadMediaTiempo75 mRaciones4Calorías553 kcal
- 1 hojalata de ventresca de atún y 1 de lomos - 120 g de pimientos del piquillo - 1 cebolla morada - 50 g de cerezas ampurdanesas de Terrades - 80 g de tomates cherry - 3 remolachas -2 dientes de ajo - 5 g de vinagre de caldo - 120 g de óleo de oliva casto extra - Zumo de citrón - 2 huevosEnsalada roja de atún y cerezas
1. En el horno precalentado a 180ºC se colocan los pimientos del piquillo y cuatro tomates cherry con una pizca de azúcar y un chorrito de óleo de oliva. Se hornean 15 minutos. 2. Se aprovecha que el horno está funcionando para cocer las remolachas, sin pelar, durante 45 minutos. 3. Se cortan la porción de las cerezas, se les quita el hueso y se maceran en sal y vinagre durante 10 minutos. 4. Se coloca la cebolla pelada en un bol, se cubre con papel film, se pincha y se mete en el microondas 3 minutos. 5. Se prepara la salsa roja con el resto de las cerezas, tres pimientos del piquillo, un poco de cebolla ya cocida, sal, óleo, vinagre y unas gotas de agua. Se tritura todo aceptablemente y se cuela. 6. Se prepara la salsa roja con el resto de las cerezas, tres pimientos del piquillo, un poco de cebolla ya cocida, sal, óleo, vinagre y unas gotas de agua. Se tritura todo aceptablemente y se cuela. 7. Se pelan las remolachas, se cortan en rodajas y se vuelven a meter en el horno 30 min más. 8. Se emplata: primero una cama de la salsa de cerezas; luego un poco de mayonesa de óleo de atún; finalmente, todos los ingredientes (el atún, la cebolla, las cerezas, los pimientos, los tomates asados y los crudos) colocados de forma armoniosa.
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