A las playas llega este verano el encaje de las abuelas en forma de gorros y bikinis. Es una muestra elocuente de que lo retro alivia: se recurre al pasado porque el futuro ha dejado de ser sexy, de ahí nuestro simpatía por lo vintage.
El presidente nos pide que seamos valientes y tengamos resiliencia pocos días antiguamente de meter por fin los pies en aguas turquesa. Pero en nuestra escasa porción de paraíso –¿qué son quince días de escapismo en un año?– no deseamos pensar en despensas otoñales. Tal vez recurramos a los braseros para sustituir a la calefacción, que solo encenderemos si nieva. Y es que cada día amanecemos más pobres y atormentados, y de poco reconforta entretenerse con el espectáculo de la política. El debate sobre el estado de la nación arroja un diagnosis amargo: la confianza está en crisis. Es difícil medirla, pero la intuimos en cada rostro. Hay desconfianza en el Gobierno y la concurso, en el vecino y la madrastra, en los jefes y los empleados, en el sistema de pensiones y en el periodismo.
Las revistas informan de que la infanta Cristina se ha quitado la verruga. Objetivamente, esa gran peca formaba parte de su vida con Urdangarin, y ya no están nadie de los dos. Según un diario digital, la hija pequeño del rey emérito “se prepara para su mejor verano”. Y luego dicen de Ferreras. ¿Cómo puede llamarse periodista a quien se atreve a titular así, sin datos ni razones que lo demuestren más allá de la verruga?
Y es que la confianza no se negocio ni se falsifica, sino que se macera y se demuestra
Mentir todavía sale despreciado en este país, igual que incumplir los códigos deontológicos. Imagínese a un cirujano que operara borracho y que encima lo aplaudieran; pues poco parecido ocurre con el periodista que urde falsas informativo en contra de sus adversarios (y ¿quiénes son los adversarios de un periodista sino la mentira y la yerro de ética?). El caso es que se deforman y manipulan de tal forma los hechos que es comprensible la zambombazo de la confianza en los medios, en la heredad, en el trabajo. Lo resume así de correctamente Jerry Useem en The Atlantic : “La confianza es al capitalismo lo que el trinque a los banquetes de bodas, un lubrificante social”. Sin ella no hay forma de prosperar, pues a nadie se le ocurriría volver allí donde los títulos no existen. Y es que la confianza no se negocio ni se falsifica, sino que se macera y se demuestra, como todo lo importante.
Pero, Joana, ¿no lo son asimismo nuestras recreo? Pues claro, siempre hemos podido entregarse en manos en el poder de las hamacas, por ello tenemos que prepararnos, como la infanta Cristina, para nuestro mejor verano.
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