Las nuevas rutas de la inmigración africana presionan a España

Hace ya ocho primaveras y ocho meses que el 27 de cada mes, sin ofender un solo día, los padres de Emin Mohamed Driss, de 20 primaveras, y Abdeselam Ahmed Ali, apodado Pisly , de 24, se concentran a las puertas del Palacio de la Asamblea de Melilla. En silencio y con todo el dolor piden imparcialidad. Los jóvenes fueron tiroteados por miembros de la Armada Auténtico de Marruecos frente al mango de Punta Negri. Las víctimas no eran migrantes sudaneses que huían de una querella y que intentaban resistir a España. Eran dos españoles musulmanes que vivían en Melilla y que ese día salieron a pescar en una zodiac.

No habían pasado ni tres días de la tragedia de la valla que acabó con la vida de un número indeterminado de migrantes cuando los padres de Emin y Pisly se concentraron, igual que cada mes. “Si Marruecos no ha movido un dedo para investigar qué ocurrió con esos dos chavales españoles, qué se puede esperar de las muertes de esa treintena de hombres a los que, por el momento, nadie reclama porque ni siquiera se saben sus nombres”.

Familias en Sudán empiezan a demandar ayuda para retener si sus seres queridos están entre los muertos

Las palabras son de un parada cargo de la suministro buen conocedor de las complejas relaciones entre España y Marruecos, en Melilla. El viernes se cumplió una semana del intento frustrado de unos 2.000 hombres, en su mayoría de Sudán, de entrar en España cruzando por la fuerza el perímetro, a la pico del paso fronterizo del Arrabal Chino. El asalto acabó en la peor tragedia humanitaria que se recuerda en Nador y en Melilla. Siete días posteriormente, las automóvil­ri­da­des locales siguen prohibiendo cualquier acercamiento a la morgue del hospital Hassani. Ni las oenegés locales que ayudan a los subsaharianos en paraje marroquí y que desempeñan una actividad esencial de ser los fanales en Marruecos de las familias desesperadas que buscan a sus seres desaparecidos han podido conseguir al oficio donde se supone siguen esperando sepultura los cadáveres. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos en Nador ha recibido en los últimos días peticiones de por lo menos ocho familias de Sudán que no saben falta de algún ser querido. El líder de la asociación, Omar Naji, ha intentado conseguir a la morgue con las fotografías recibidas desde Sudán para comprobar si alguno de los desaparecidos está entre los muertos. Pero no le han dejado ni acercarse.

Los medios de comunicación de Sudán han empezado a informar las fotografías y los relatos de padres, madres, mujeres y hermanos que no saben falta de sus familiares, a los que ubican por última vez en los bosques cercanos a Nador.

Las fosas que se excavaron la semana pasada en un extremo del cementerio de Sidi Salem esperan, vacías. No son pocas las voces de oenegés que advierten de la posibilidad de que Marruecos haya enterrado en secreto a las víctimas en otro punto desconocido del país.

Sin cuerpos no habrá necroscopía ni nociones que permitan cargar una denuncia, ni siquiera una investigación independiente, como advertía esta semana en estas mismas páginas el presidente de la ciudad, Eduardo de Castro González.

Por el momento, la única investigación que se sigue al otro banda de la frontera es la de la Fiscalía, que ha franco diligencias contra 64 personas que serán juzgadas a partir del 13 de julio en un tribunal de Marruecos y cuyas primeras declaraciones a la policía constan en un sumario al que ha tenido entrada la agencia Efe. Unas declaraciones en las que los detenidos detallan sus rutas hasta resistir a Melilla desde Sudán. Unos, pasando por Libia y Argelia, y otros, por Chad, Níger, Mali y Argelia. En algunas declaraciones coincide la mención a un mismo hombre, al que denominan “el Boss”, “un maliense de unos 35 primaveras, gordo y tatuado” al que ubican en una finca en la ciudad argelina de Magniya, a una decena de kilómetros de la frontera con Marruecos, y que gestionó el paso de muchos de ellos.

Asimismo coincide el relato de su estancia en los campamentos del Gurugú, agrupados por nacionalidades y en compañía los sudaneses de hombres de Chad. Un espacio liderado por unos hombres que diseñaron, insisten los detenidos, la organización de cómo había que avanzar hasta la valla y las funciones que cada familia debía responsabilizarse.

No tiene precedentes la tragedia humanitaria, como siquiera era habitual, hasta los dos asaltos de primeros de marzo, la presencia de tantos migrantes de Sudán y de Chad. Tradicionalmente, eran hombres que huían de la querella de Darfur a través de la ruta de Libia, que atravesaban, hasta apañarse una entrada a Europa, embarcándose por ejemplo hasta Lampedusa, pero remotamente de Melilla.

Hace unos meses eso cambió radicalmente. Y las cifras lo demuestran. El 92 por ciento de los sudaneses que solicitaron protección en España la consiguieron. Se proxenetismo de 102 que ostentan estatuto de refugiado y otros 41 reciben una protección subsidiaria. Al punto que 150 peticiones de las 62.766 solicitudes de hospicio que se cursaron el año pasado.

Los 134 hombres que el viernes cruzaron y, malheridos, exhaustos y con una gusto truncada porque saltaron por encima de los cadáveres de sus compatriotas, ya han iniciado los trámites de petición de hospicio. Como lo hicieron unos cuantos centenares, en su mayoría de Sudán, que lo lograron en dos saltos multitudinarios de primeros de marzo, los últimos antiguamente de la nueva relación entre los gobiernos de España y Marruecos.

Hay quienes en Melilla no pierden la esperanza de que poco pueda cambiar al otro banda de la valla tras la tragedia. Estos últimos días se ha conocido en Nador a un poderoso normal desplazado desde Rabat que estaría elaborando un crónica sobre la recital de la Gendarmería y los demás militares, policías y auxiliares que participaron, sin ningún tipo de coordinación ni organización, en la contención de la avalancha humana. Unas fuentes policiales que confían en que el país vecino diseñe un plan de recital para futuros saltos, que, nadie lo duda, habrá.

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