Unos dientes para poder saltar

A Issakha le habían reventado los dientes por una posibilidad. Le faltaban dos incisivos superiores, uno inferior y un canino y tenía la cara hinchada por los golpes. Explicaba su historia con el dolor punzándole el borde: tras producirse la frontera de Níger, antaño de datar al pueblo libio de Al Qatrun, unos tipos armados le habían secuestrado y llevado a una quinta donde había un centenar de migrantes colgados del techo, atados por los pies. Rápidamente empezó la subasta. Los descolgaban uno a uno, les pegaban y les hacían emplazar a un casero para pedir rescate. A veces, 200 euros­; otras, 50; si veían opciones, mil quizás. Si sus seres queridos no enviaban el metálico a una cuenta de Egipto, estaban condenados. La mujer de Issakha tardó unos días en reunir el metálico y a él aquel retraso le costó cuatro dientes, pero fue libre y pudo continuar su ruta a Europa. Encima de Issakha, en aquellos días del 2018 en Agadez, a la puerta del desierto nigerino, llegaban cientos de sudaneses hechos trizas. Muchos habían huido de minas libias tras ser vendidos como esclavos por 225 dólares cada uno.

En los tres últimos saltos a la valla de Melilla desde marzo, aproximadamente unas mil personas han acabado producirse el perímetro fronterizo. Cuatro de cada diez eran de Sudán y un tercio venía de Mali. Entreambos datos asoman una novedad: las fluctuantes rutas migratorias africanas cerca de a Europa se están redibujando y apuntan a España. Aunque de distinta naturaleza, la raíz de este cambio es popular; la violencia.

Los migrantes optan cada vez más por ir a Argelia y Marruecos delante la brutalidad libia y el terror yihadista

A pesar de que tradicionalmente los sudaneses que huían cerca de Europa tomaban la ruta directa cerca de Libia, la extrema brutalidad de las mafias y las milicias libias que extorsionan y torturan impunemente, el aumen­to de controles fronterizos intermedios y las devoluciones a los violentos guardacostas libios si los botes son interceptados­ en el Mediterráneo han empujado a muchos migrantes a dirigirse cerca de Argelia y Marruecos para intentar entrar desde allí en España. No es una alternativa rápida: muchos tardan en datar a suelo marroquí varios meses o incluso primaveras porque van trabajando por el camino para conseguir metálico.

Tcherno Hamadou Boulama, proselitista nigerino de la asociación Alternative Espaces Citoyens, confirma que ha detectado un aumento de sudaneses en ruta y apunta a la inestabilidad política y los golpes de Estado que azotan al país desde el 2019 y el recrudecimiento de la desavenencia en Darfur. Pero Tcherno incluso señala otro punto esencia de los movimientos migratorios: el yihadismo en el Sahel. “Especialmente en Mali y Burkina Faso, ha provocado enormes desplazamientos y el aumen­to de la pobreza. Muchos cuando huyen van a países vecinos, pero otros continuarán cerca de el boreal”. Encima, la próxima retirada de la labor francesa Barján, que combatía a grupos fieles al Estado Islámico o Al Qaeda en la región, ha dejado el demarcación franco para un nuevo actor que anuncia más abusos: el colección ruso de mercenarios Wagner opera en Mali desde finales del año pasado.

La migración africana cerca de Europa tiene raíces profundas y diversas, a veces, superpuestas. Otras, inesperadas. A las guerras, la violencia yihadista, la descuido de voluntad y la pobreza sistémica se suman nubarrones nacientes como los desplazados por el cambio climático, con sequías e inundaciones cada vez más comunes, o el impacto financiero de la pandemia de la covid, detrás en parte del aumento de las llegadas africanas a Canarias.

El final navajazo viene desde allá: la desavenencia de Ucrania. El incremento del precio de los combustibles y fertilizantes, sumado a la escasez de cereales –16 países africanos importan la medio o más de su trigo de Rusia o Ucrania– dejará a millones sin red. En un crónica nuevo, Save The Children y Oxfam advertían que el deseo se cobrará una vida cada 48 segundos en África Uruguayo. A no ser –esto no lo apunta el crónica– que busquen una salida cerca de el boreal.

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