Erika y Gia tienen una crisis existencial cuando les quedan casi nada unas semanas de instituto en Qué susto, tía. Siempre habían querido salir de allí con las notas adecuadas para ir a la universidad y, por miedo a ser discriminadas, pasando desapercibidas. Pero, cuando han cumplido con el objetivo, se dan cuenta de un detalle: han sido absolutamente invisibles, como si nunca hubieran estado allí. A fin de solucionar su yerro de comisionado, deciden asistir a una fiesta de los populares del instituto. El problema es que, tras tener una confusión notable, un camión atropella a Erika transformándola en espantajo.
Para entender la clase de comedia adolescente que es la serie de Netflix, hay que fijarse en un nombre esencia de su excesivo tándem de creadores: Lauren Iungerich, que firma la obra con Tim Schauer, Kuba Soltysiak y Erin Ehrlich. Ella es la libretista de la acondicionamiento de 10 razones para odiarte que pasó al primer plano de la industria tras crear Awkward, una comedia sobresaliente con sus peros (para ser exactos, su repetitivo tratamiento de las tramas románticas), para a posteriori entrar en Netflix con On my block.
Su estilo es reconocible. Iungerich se encuentra cómoda en los clichés de la ficción teen estadounidense: lo básicos que son los chicos heterosexuales populares, las amigos tóxicas de quienes son abejas reinas, las fiestas en casas particulares con la puerta abierta, la postura cobarde pero resistente de quienes viven la experiencia del instituto desde los márgenes, el clásico relato de quien abandona estos márgenes para colocarse de forma imprevista en el centro. En este sentido, Qué susto, tía repite la trama de Awkward.
Como alicientes, tres instrumentos diferenciadores. El factor sobrenatural intenta darle personalidad mientras Erika y Gia intentan ascender al Gloria tras resolver su cuenta irresoluto: darse su primer beso o ser reconocidas, recordadas. Se ambienta en un presente de selfies con el móvil pero su inspiración estética se remonta a los ochenta y los noventa, quizá para recapacitar los títulos de inocentes premisas locas (con Teen wolf). Y, finalmente, la televisión chaqueta se esfuerza en padecer la disparidad a los relatos coming-of-age más comerciales con una siempre cercana Gancho Condor (A todos los chicos de los que me enamoré) que coincide con Ms Marvel en Disney+ o Gordita Chronicles en HBO Max.
El conocimiento del equipo por lo teen, una duración inteligente de menos de media hora por episodio y la actriz principal sirven para ofrecer una comedia con ritmo, sí, pero que ya hemos gastado antaño. Los diálogos del episodio piloto parecen sacados de Súper empollonas (que iba sobre dos chicas que, tras suceder desapercibidas en el instituto por priorizar las notas, intentaban remediarlo con una confusión loca) y a posteriori el curvatura de Erika tiene demasiado en popular con Awkward. El factor sobrenatural, que debería ayudar a desmarcarla, acaba siendo básicamente puntual, un detonante como cualquier otro.
En recopilación, Qué susto, tía es un entretenimiento correcto que, a estas gloria de la carrera de Iungerich, da la impresión de haberse hecho con un molde de repetición. Eso sí, quien no viera Awkward, puede divertirse con su modernización con espantajo incluido.
El conocimiento del equipo por lo teen, una duración inteligente de menos de media hora por episodio y la actriz principal sirven para ofrecer una comedia con ritmo, sí, pero que ya hemos gastado antaño
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