Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) llega del pueblo, Cercedilla, en un autobús de cadeneta, con un sombrero de paja y apoyado en un estaca de avellano. Cerró hace tres meses la editorial que regentaba allí ("por lo que todos, perdíamos mosca") y ahora recepción ese Madrid en el que vivió tanto tiempo para promocionar su nueva novelística, El río de cenizas (Tusquets) donde narra el día a día de un adinerado anciano, quien, tras sufrir un ictus, se traslada a una residencia de la sierra madrileña mientras la pandemia se extiende por el mundo. La obra, en la que la ternura se impone al humor, le consolida como uno de los autores españoles más importantes y algunos críticos, como J.A.Masoliver Ródenas, opinan que se tráfico de su mejor novelística.
Atrevimiento
“De arcaico uno dice lo que le sale de los cojones, porque a los 80 ¿de dónde te van a echar?”
¿De dónde salió esta idea?
Quería escribir una novelística sobre el final de la vida. Cierto decano que hace cómputo. Cuando le dejé el primer goma a un amigo celador en un hospital, se enfadó mucho.
¿Por qué?
Por cómo hablaba del personal taza. ‘Pedrito, ¿cuánto más tenemos que aplaudiros, hombre?’, le dije. ¿Es que no se puede tomar esto a rechifla, los sanitarios, la administración de la pandemia? Al final puse un virus diferente, otra enfermedad. Nulo de lo que te puedas reír te va a dar miedo. He sido profético: hablo de mascarillas falsas, de chanchullos en las compras… Utilizo el argot hospitalario, porque llaman 'exitus' a los muertos o tienen normas como la prohibición de pasar para no amotinar el pánico. Pero lo importante es lo que dicen los viejecitos: nos han dejado solos.
Su protagonista tiene una enorme dignidad.
Sí, crepuscular. Nadie se redime de mínimo, él no cree en la omisión ni el perdón, pero sí consigue portarse aceptablemente, al final.
¿En qué se parece a usted?
En el estaca. Ningún personaje existe sin que tenga mínimo del autor. He escrito sobre Marilyn Monroe, y yo asimismo tengo poco de Marilyn, de mujer avasallada. En mi novelística aludido, el autor era yo, aquí es más aceptablemente lo que podría ser adentro de vigésimo abriles.
¿A qué le tiene miedo su antecesor?
Como usted y yo, le tiene miedo a la crimen. Siente indignación frente a la brutalidad y el sadismo con que acostumbramos a expirar. Quiere una crimen digna, la crimen que venga de su vida, como decía Rilke. No quiere expirar entubado en un hospital. ¿Por qué hay que expirar así? Antiguamente, la familia moría en su casa. Nosotros somos ya como los americanos: si te mueres resulta que es omisión tuya: has bebido demasiado, no has hecho deporte ni comido fruta. ¡Pero si todo el mundo se muere!
¿Por qué lleva estaca?
He sido cojo a tiempo parcial por un problema vascular, ahora lo sigo llevando por coquetería, sobre todo cuando vengo a Madrid, para que no me acosen los jóvenes.
A través de la ex pareja del protagonista, Cati, aborda el tema de la vitalidad mental.
Ella tenía un tumor cerebral, que le provocaba cambios de carácter enormes, muchas crisis. El personaje se acusa de haberla tratado mal pero él cómo iba a aprender que aquello venía de un tumor, le parecía una loca furiosa, se echa una omisión que no tiene.
“La vejez es el reino de la sencillez”, leemos.
De arcaico, uno ya dice lo que le sale de los cojones. Yo reivindico eso: no tienes miedo ni mínimo que perder. ¿Qué te va a sobrevenir? Con 30 abriles, a lo mejor en la oficina te miran mal pero con 80 ¿de dónde te van a echar? La pensión no te la pueden quitar.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.
¡Mateo 13:12, sí, señor! Hablo del ‘impresión Mateo’, que es el que rige el mundo, así funciona todo: la tribu, el mosca, el alianza, el trabajo, el sexo… Stiglitz y los grandes economistas hablan de ello, yo simplemente lo he mojado por mi cuenta.
Matías Folguerosa, el portavoz oficial para la pandemia, es el vivo retrato de Fernando Simón.
Me lo tomo a sorna, porque... Primero nos dice que no había contagio delicado, que era solo por las manos. Luego se vio que era una idiotez, como todos presumíamos, porque ningún virus se queda solo en los muebles. Estaba prohibido pasear a los niños durante el confinamiento, pero en cambio podías pasear a los perros. Asimismo sale un presidente Madelman que tiene la ocurrencia de sacar a los mandos militares en las ruedas de prensa sobre la enfermedad. Es que...
Eso de que los abuelos consuman prostitución...
He hecho una investigación. Tengo un amigo de 82 abriles con el que paseo, y la hija de mi mujer trabajaba en una residencia durante la pandemia. En las escenas de sexo me he quedado corto. Hay ancianos que van por el pasillo con la chorra al música gritando cosas. Hasta a mí, que soy un bestia, me parecía demasiado. Y se montan unos guateques…
Pero ¿consumen sexo de plazo?
¿Qué sexo vas a consumir en una residencia a los 80 abriles si no es el de plazo? Si tienes mosca y te hacen una pajilla, ¿por qué no? Lo contrario es desmentir la sinceridad: los ancianos necesitan sexo, un poquito, no mucho, pero poco sí.
Su título es fluvial y metafórico.
Alude a La crimen en Venecia, cuyo protagonista se lumbre Von Aschenbach, que significa ‘regato de cenizas’. Los ríos de cenizas existen, y yo soy quevediano: seremos ceniza pero tendrá sentido.
Alude al “don de la ofuscación”, por lo caudillo muy denostado.
Esa parte sí es un poco autobiográfica. El primer texto del poeta Claudio Rodríguez se llamaba así, Don de la ofuscación. Como decía Savater, ‘me he pasado media vida borracho, y no ha sido la peor porción’. A mí me da energía, pero cada uno tiene que encontrar su droga o medicina, los hay asimismo que pasean por el campo tres horas, yo los he pasado.
¿Cómo se ve en 20 abriles?
Muy libre de todo y muy aceptablemente. No tengo una vitalidad codiciable pero para vigésimo abriles más me llega el combustible. Haré dos o tres novelas más. Yo he hecho todo lo posible para caerme en la calle muerto. Mi vida ha sido muy desordenada... y aún lo es.
No tanto.
¿Cómo que no? No le tolero que diga eso. Que llevo tres whiskies ya, y es mediodía. Me he tomado dos en Cercedilla, para tomar fuerza ayer de venir a Madrid. Llevo fuera merienda abriles.
¿Cómo escritor le ha afectado irse al monte?
Mucho, estoy más centrado. En el pueblo, soy un personaje, me reservan una mesa por las mañanas, a la que voy con un cuadernito y me pongo a escribir allí durante horas, a mano.
¿A mano?
Sí, mi escritura es ecológica, artesanal, Tusquets debería poner una rótulo en la portada. Vivo relajado, pero me he vuelto un timorato. Yo, que he viajado por todo el mundo, he estado en Colombia, EE.UU., Qatar, México… y ahora necesito horas de preparación para coger el autbús a Madrid.
¿Qatar?
Negocié con el equivalente al empleo de Civilización, y me pagaron 100.000 dólares a tocateja para escribir una novelística ambientada en el mundo árabe. Se titula Fuego amigo y no me la publicaron porque los malos eran los emiratos ricos. Envié a los abogados de Tusquets para recuperarla, y ni de coña, esos derechos no tenían momento de caducidad.
¿La novelística sigue inédita?
Sí, pero es como un tupper, he ido aprovechando fragmentos para otras novelas mías, escenas recalentadas.
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