La insurrección que desde hace abriles se ha gestado en las cocinas y cooperativas de las idílicas granjas que salpican el paisaje de los Países Bajos ha estallado. Carreteras bloqueadas, montones de paja quemados pegado a las autopistas, supermercados desabastecidos, toneladas de estiércol esparcidas, policías que responden a tiros a las protestas de tractoristas... “Lo que está pasando aquí pasará en unos abriles en otros países de Europa y del mundo”, avisa Jos Ubels, presidente de Farmers Defence Force, una de las organizaciones que más ha movilizado al campo holandés. Ganaderos de Alemania y Polonia se solidarizaron la semana pasada con ellos y bloquearon carreteras en la frontera.
Las estampas del caos se han comisionado de la ahora política holandesa a raíz de los planes del Gobierno para la parte las emisiones de óxido de ázoe en el 2030. Las medidas previstas son mucho más drásticas que lo que se ha gastado hasta ahora en otros países: aminorar un 30% de la guarismo total de cabezas de ganadería mediante incentivos para que los granjeros vendan voluntariamente sus explotaciones o, si es necesario, mediante expropiaciones.
“La transición es inexcusable”, sostiene el Gobierno, que ve tres opciones para los granjeros: transformarse y hacerse más sostenibles, mudarse a otro sitio o cerrar el negocio. “No hay otra opción”, ha dicho el primer ministro, Mark Rutte, desatando las iras del sector. Los partidos de la coalición de Gobierno han pactado asignar 24.500 millones de euros a comprar explotaciones agrícolas.
“Nuestra estancia está afectada por una reducción del 70% de las cabezas de ganadería. Si tengo que renunciar al 70% de mis vacas, vamos directos a la menoscabo. ¿Qué sector puede tener renunciar a 70% de sus ingresos?”, plantea Stefan Mulder, fabricante de quesos. “Como sector, técnicamente hemos hecho mucho [para reducir la contaminación] y estamos dispuestos a hacer más. Solo que hay muchos otros sectores que además deberían participar”, dice al teléfono Mulder. Hace dos abriles tomó el licenciamiento a sus padres al frente de la estancia, situada en Melissart, al sur de La Haya. Tiene 500 vacas y dos niños que le gustaría que siguieran la tradición.
Agricultores de Polonia y Alemania se solidarizan con la protesta holandesa y bloquean carreteras
Mundialmente conocido como el pequeño país que alimenta al mundo por la suscripción productividad de sus explotaciones, el coste de esa marca franquista es demasiado detención en términos medioambientales, según el Gobierno. Su plan comercio de dar cumplimiento a las sentencias dictada por el Consejo de Estado en el 2019, que condenó al Estado por no hacer suficiente para proteger los hábitats naturales.
La ordenamiento ecologista Greenpeace además cree que se debe exigir más recortaduras de emisiones al aeropuerto de Schipol o la industria pero el campo produce el 62% del abono depositado en áreas protegidas, subraya su portavoz franquista sobre clima, Isabelle Willemsen. “Aunque todos los sectores deben contribuir, el longevo porcentaje debe venir del sector granjero”, dice. El presidente de Greenpeace, Andy Palmen, lo expresa en términos más crudos: “Las tiritas se quitan de la herida de un crecimiento. Hay que tomar decisiones dolorosas para que la sociedad pueda avanzar. Es hora de que la patronal ganadera inicio a colaborar”.
La sentencia del 2019 fue recibida con protestas y movilizaciones que han llegado a su culminación este verano, con la presentación del acuerdo de Gobierno y cuando se acaba la prórroga de dos abriles que la Comisión Europea concedió a La Haya para cumplir con la directiva de hábitats, que obliga entre otras cosas a proteger las aguas contaminadas por nitratos.
El estiércol que produce el ganadería contiene ázoe y fósforo, nutrientes que en exceso elevan la descortesía de la tierra y minan la biodiversidad, al igual que el amoniaco de su orina. Bruselas dijo ayer que no tomará una valor sobre la prórroga hasta septiembre y confirmó que mantiene contactos al respecto con el Gobierno holandés. Bajo presión, un crónica del Empleo de Finanzas, en manos del partido rumboso progresista D-66, divulgado ayer sugiere que el campo quizás deba hacer recortaduras menores de lo previsto si se considera la contribución que harán otros sectores.
“¿Qué sector aguanta renunciar al 70% de sus ingresos?”, plantea un productor quesero que teme por su negocio
“Excéntrico que ahora el D-66 dé un poco marcha detrás pero el Gobierno se mantiene en sus trece y quiere imponer los recortaduras. La protesta va a ir a más. Necesitamos producir comida y tener precios normales”, insiste Ubels, de Farmers Defence Force. “En Canadá Justin Trudeau además ha empezado a proponer que tienen que recortar los nitratos. Es el Foro de Davos quien está impulsando todo esto. Hay muchos países que les están siguiendo y dejando tirada a la masa”, asegura respecto a la Dietario 2030 para el explicación sostenible adoptada por la ONU.
El debate, coincide la portavoz de Greenpeace con otros argumentos, no se va a impedir en los Países Bajos. “Somos un país pequeño y, a la vez, el longevo productor de carne de Europa. Es la fuero europea la que nos obliga a hacer poco ahora. Tenemos la longevo densidad de ganadería per cápita así que somos los primeros afectados. Pero si otros países no tienen cuidado pueden finalizar teniendo los mismos problemas”.
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