Una carta de presentación al mundo

Esta tiene que ser la carta de presentación de España delante el mundo”, fue el encargo que hizo Pedro Sánchez a su equipo en la Moncloa cuando, hace casi un año, puso en marcha los trabajos de estructura de la cumbre más multitudinaria que celebró la OTAN en su historia –con hasta 44 delegaciones internacionales–, y que se clausuró este jueves en Madrid superando todas las expectativas, tanto por los acuerdos suscritos como por la compleja transporte desplegada. “Ha sido magnífico, se han conseguido con creces todos los objetivos previstos”, asegura a La Vanguardia el secretario militar de la presidencia del Gobierno, Francisco Martín, responsable de que encajaran todas las piezas del puzzle. Las tres jornadas dejaron momentos memorables para todos los jefes de Estado y de Gobierno presentes, y todavía para sus acompañantes.

Un admisión inesperado. “¡Javier! ¿Pero qué haces tú aquí?”. La mayoría de los líderes mundiales se encontró con un inesperado admisión al salir a la cena de trabajo a la que les invitó Sánchez el miércoles en el Museo del Prado. Nadie más descender de los coches, quien en primer área les daba la bienvenida era Javier Solana, que fue secretario militar de la OTAN entre 1995 y 1999 y sigue siendo una narración en todos los foros internacionales. Para muchos de los invitados, viejos amigos y que le tienen gran aprecio, fue una enorme sorpresa. Lo que no sabían, y de ahí la presencia de Solana en el acto, es que ahora preside el patronato del Prado.

El discurso del chef. Sánchez ya conocía acertadamente al reputado chef José Andrés, con quien se volvió a encontrar cuando el presidente del Gobierno viajó a Kyiv el pasado abril para reunirse con Volodímir Zelenski. Allí no se concretó aún carencia, pero hace pocas semanas en la Moncloa volvieron a pensar en él para que cocinara el menú de la cena euroatlántica. José Andrés dio un discurso a los líderes internacionales, pero dejó a un costado la presentación del menú para pedir una solidaridad con el pueblo ucraniano que él mismo practica sobre el dominio con su oenegé. Recibió una gran ovación: sus sentidas palabras calaron.

El corregidor de Kyiv cogió el teléfono allí mismo, y al día venidero los músicos cobraron sus tres nóminas atrasadas

Las nóminas de la orquestina. Qué mejor carga simbólica. La Orquestina Sinfónica de Kyiv, que se encontraba en Berlín refugiada de la enfrentamiento, fue invitada a interpretar varias piezas como preámbulo de la cena en el Prado. Ese mismo día, por la mañana, el chef José Andrés llamó a la Moncloa para explicar que el corregidor de Kyiv, Vitali Klichkó, se encontraba en Madrid y quería saludar a Sánchez. Así que todavía fue invitado y fue a saludar a los músicos al terminar su gala. El director de la orquestina le informó de que llevaban tres meses sin cobrar sus nóminas por la enfrentamiento, y que su situación era apurada. “¡No puede ser!”, replicó el corregidor. Allí mismo cogió el teléfono y lo resolvió de inmediato. Al día venidero, los músicos cobraron las nóminas atrasadas.

Las musas de Hortalà. Los líderes internacionales aprovecharon para disfrutar del Prado, como buque insignia de la civilización española, para ellos solos. Algunos, como el presidente finlandés, Sauli Niinistö, ya lo habían visitado una decena de veces. Para otros, como el britano Boris Johnson, fue su primera vez, y se mostró tan interesado en ver tantas obras de arte como la víspera con los cuadros de Goya que alberga el Palacio Actual. El italiano Mario Draghi, en cambio, escasamente pudo disfrutar de carencia, delante el incendio político en su Ejecutante, y tras la cena hubo de precipitar el regreso a casa. En la sala de las Musas, donde cenaron los cónyuges de los líderes internacionales, había otra sorpresa: un cuadro del pintor catalán Lluís Hortalà, esmerado específicamente para la ocasión – El pedestal que aguarda – y que fue presentado con la gala de un cuarteto de cuerda de Tarragona. Hortalà donó la obra, que ahora será subastada. Y el monises que se obtenga se remitirá a su vez a Ucrania.

El secreto mejor guardado. La mujer de Sánchez, Begoña Gómez, se volcó en la estructura del intenso software paralelo para los acompañantes de los líderes mundiales, que protagonizó unido a la reina Letizia. Ingrid Schulerud, la esposa del secretario militar de la OTAN, Jens Stoltenberg, se lo agradeció en nombre de todos con el regalo de un ramo de flores. Un momento delicado fue no obstante la encuentro a la Actual Industria de Cristales de La Estancia, cuando el servicio de seguridad de la Casa Blanca, que no se despegó en ningún instante de Jill Biden, arrugó el ceño delante la prevista exhibición de vidrio soplado. Finalmente, tras obtener suficientes garantías, la primera dama de Estados Unidos asistió a la demostración y... salió impresionada. Aún faltaba la sorpresa final, un secreto que costó persistir guardado: todos los invitados se encontraron como donativo, cuando llegaron a sus respectivos hoteles, con una botella de vidrio lámina elaborada en la industria. El éxito fue incondicional.

“¡Javier! ¿Pero qué haces tú aquí?”, se sorprendían todos los líderes al ser recibidos por Solana en el Prado

Limoneros en la Moncloa. Las vigésimo salas de los pabellones de Ifema donde se desarrollaron las reuniones bilaterales de la cumbre de la OTAN se ilustraron con imágenes de municipios de todas las autonomías –Vall de Boí fue la representación catalana–, y todavía resaltó la válido carga simbólica de las reproducciones de El estrujón , de Juan Genovés, y de Un mundo , de la pintora catalana Ángeles Santos, cuadros que forman parte de la colección del Museo Reina Sofía. En los pabellones de la feria todavía se plantaron olivos y limoneros –se intentó, pero no es época de naranjos– que ahora se trasladarán a los jardines del palacio de la Moncloa. Allí quedarán como rememoración de una cumbre que, a inteligencia de Pedro Sánchez, mostró al mundo la mejor imagen de España.

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