¿Cuál es el secreto de la adecuado conjunción entre Pascal Comelade y Enric Casasses? Quizá este dominar sin dejar de tener los pies en el suelo, producirse del piano de posaderas a los instrumentos de trasto, de Verdaguer y Orfeo a la tortilla y la inquina a la policía, con aquella ejecución, interpretación y dicción, aparentemente frágil, ese estar a punto de romperse y caer para destropezar y caminar.
Su recital ayer en el Poesia i +, delante del mar, en el crepúsculo de Caldes d’Estrac, a un paso de la Fundació Palau –desde donde el festival, con dirección de Eduard Escoffet, ha ido irradiando por el Maresme– era la ocasión de retornar a escucharlos, a pesar de la teórica retirada de los escenarios que el músico rosellonés había iniciado en el 2019, y que por fortuna rompió.
Comelade y Casasses
Con espacios más intensos con versos y otros más instrumentales, la perplejidad fue avanzando con la variedad estrófica y temática del poeta, avisando de que “només tens l’ànima il·justo”. Por si azar.
Entre el divulgado, que llenó el espacio del parque de Can Muntanyà, el director del Institut Ramon Llull, Pere Almeda –había dirigido la Fundació Palau–, Perejaume, el diseñador de moda Josep Abril, los poetas Gerard Altaió y Miriam Reyes, Manel Luchador, la cantautora Ivette Nadal, el editor Jordi Cornudella, el traductor Arnau Barios...
Todavía tuvo un memoria para Sebastià Roure, con su Europe change bad, el que nos dice que “la música viu dins meu”. Y la sentimos adentro. I Casasses coge el triángulo –“el John Coltrane del triángulo”, lo había definido una vez Comelade. Y recita el Plus Intolerante de Verdaguer, y cuando recita que “la immensitat és oberta” él ve el mar y el espectador se puede rotar para contemplar como se abre sin fin.
Llegan los consejos de Orfeo y al divulgado se le ilumina la sonrisa, mientras el piano de Comelade, preciso y dulce, construye cercano a Iván Telefunken, Oriol Escaparate y Roger Fortea, con percusiones e instrumentos de trasto y no –ahora una guitarrita con distorsión, ahora una regadera, casi siempre el bajo eléctrico, la depósito, ahora unas trompetas...–, y entre sus poemas asimismo están Guillem Viladot, Josep Sebastià Pons y una ruta en coche, y la Cançó sense títol de Pau Riba, juguetona, y así hasta los primeros y segundos bises de su Sextina (“Dona’m salero...”) y Amèrica “és el poble del costat ”, ya que “els pobles es barregen per coito”, cuando el piano ataca un punto de blues, porque al fin y al lado, más tarde, “encenem focs per espantar la por”, pero se ha hecho de perplejidad y “tot cau, però el foc puja”. Y la poesía, y la música, y más.
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