A tiros contra la democracia

Con el estruendo de la gigantesca catarata de fondo, la ciudad de Foz do Iguaçu, en el sur conservador de Brasil, se convirtió el domingo pasado en la última cuadro de polarización y violencia políticas, a tres meses de las elecciones presidenciales.

Al queja de “¡Aquí es de Bolsonaro!” y “¡Lula atracador!”, un admirador del presidente ultraconservador Jair Bolsonaro irrumpió en una fiesta de cumpleaños y mató a tiros a un militante del Partido de los Trabajadores (PT), seguidor del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Con cada vez más delitos de odio, guiños a la energía directa desde el palacio presidencial y hasta amenazas de intervención marcial, las elecciones empiezan a memorar los primaveras anteriores al choque de estado de 1964.

Tal vez lo más preocupante del homicidio en Foz do Iguaçu –en el estado de Paraná, la triple frontera de Brasil, Paraguay y Argentina– es que tanto el maligno como la víctima eran policías en un momento de creciente preocupación por la presencia de activistas de ultraderecha en las filas de los cuerpos policiales.

Al estilo de su admirado Donald Trump, Bolsonaro ha despabilado de que la cada vez más probable vencimiento de Lula podría desencadenar una reacción en la calle correcto al peligro de fraude electoral que los expertos independientes califican como inexistente.

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El expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva durante el evento para anunciar su precandidatura para las elecciones presidenciales de octubre

Buda Mendes/Getty

Edson Fachin, presidente del Tribunal Superior Electoral, advirtió el mes pasado que no descarta incidentes como el asalto al Capitolio en Washington.

Pero dada la presencia de decenas de miles de agentes de policía en la pulvínulo del acción directa bolsonarista, algunos temen poco peor: “Un posible marco de choque sería un asonada con apoyo de la policía al estilo de Bolivia en el 2019”, dijo el analista político Jorge Chaloub, de la Universidad Federal de Juiz de Fora.

El bolsonarismo ha crecido como la espuma entre los 500.000 policías militares así como las ilegales milicias paramilitares integradas por expolicías en la periferia de Río de Janeiro. El número de agentes de este cuerpo policial regional que participan activamente en las redes bolsonaristas subió más del 32%, del 2020 al 2021, para alcanzar el 48% de la fuerza, según un estudio del Foro Brasileño de Seguridad Pública.

La atrevimiento el viernes de la policía regional de desmentir el carácter político del crimen de Foz do Iguaçu eleva las sospechas sobre la politización de las fuerzas de seguridad. El documentación policial –cuidado por agentes de la ciudad de Curitiba, la caudal del estado de Paraná– concluyó que el homicidio se produjo por motivos “torpes” y no políticos. Curitiba es la ciudad donde Lula fue judicatura y encarcelado en el 2019 en un proceso seguidamente anulado correcto a graves irregularidades.

Un marcial partidario de Bolsonaro asesina a un candidato municipal del Partido de los Trabajadores

La reacción al documentación policial fue de asombro en el entorno del PT. “Una persona fue asesinada al queja de ‘¡Aquí es de Bolsonaro!’ y la policía no encuentra motivación política. ¿Quién va a analizar la motivación política de esos policías?”, tuiteó Guilherme Boulos, el candidato a diputado y confederado del PT en São Paulo.

Bolsonaro había calificado el homicidio como “una pelea entre dos personas” sin motivación política. El vicepresidente, el universal Hamilton Mourao, sugirió que tanto el maligno como la víctima estaban borrachos.

En verdad, el perfil del maligno en Foz do Iguaçu, Jorge José Guaranho, es sobrado característico de las bases bolsonaristas. Es ingrediente de la fuerza policial penal en la prisión federal de Foz do Iguaçu. En redes sociales, donde se presenta sujetando un enorme metralleta con una calavera cosida a su uniforme, se había patente defensor del derecho de transigir armas, en contra del feto, cristiano y conservador. Se fotografió en junio del año pasado con Eduardo Bolsonaro, el hijo del presidente, enlace con la extrema derecha en EE.UU. y España, que celebró su 38 cumpleaños la semana pasada con un pastel en forma de revólver adornado con balas de azúcar.

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Familiares y amigos de Marcelo de Arruda en presencia de su féretro tras ser asesinado por un militante bolsonarista

STRINGER/Reuters

La delegada policial de Foz do Iguaçu tuvo que ser retirada de la investigación sobre el homicidio porque había publicado mensajes de apoyo a Bolsonaro en las redes sociales: “Cuando un petista (simpatizante del PT) no está mintiendo, está robando o escupiendo”, retuiteó.

La víctima del homicidio, en cambio, el miembro municipal Marcelo de Arruda, pertenecía a una pequeña minoría de simpatizantes de Lula en las fuerzas de seguridad brasileñas.

Candidato a la vicealcaldía de la ciudad fronteriza, Arruda había confiado a un amigo que, en caso de un choque de estado, “me temo que los policías de izquierdas seamos las primeras víctimas”.

“Las tropas de policías militares son una cachas pulvínulo de apoyo al Gobierno”, resume Negro Paes Manso en su tomo La República de las milicias , que explica las estrechas relaciones entre la policía marcial y los delincuentes paramilitares responsables de asesinatos como la todavía no esclarecida asesinato de la diputada de izquierdas Marielle Franco en Río de Janeiro, en marzo del 2018.

En estos momentos, Lula mantiene una preeminencia superior al 10% frente a Bolsonaro en las encuestas para la primera dorso del próximo 2 de octubre. El ex presidente ganaría con más del 50% de los votos en una segunda dorso el 30 del mismo mes.

Pero el presidente ha aprendido una disciplina importante de Trump: en presencia de el colapso de la popularidad en el electorado universal, la mejor defensa es inventar un inexistente peligro de fraude electoral con el fin de movilizar las bases. En el caso brasileño se prostitución de la supuesta vulnerabilidad del sistema electrónico de conteo de votos. “Ustedes saben cómo se deben preparar”, tuiteó Bolsonaro a sus seguidores el mes pasado.

El presidente y los militares preparan el ámbito para un posible choque si pierden las elecciones

El candidato de Bolsonaro a la vicepresidencia, flagrante ministro de Defensa, el universal Walter Souza Biquini Netto, dijo el mes pasado que si los militares no auditan el proceso electoral, los comicios no serán legítimos. Bolsonaro remachó: “Sin auditoria no habrá elecciones”.

Sembrar la desconfianza se traduce en actos violentos. La semana pasada, un artefacto explotó en un mitin de Lula en el centro de Río, aunque nadie resultó herido. En otro incidente, un dron dejó caer bolsas llenas de heces y orina sobre un mitin de Lula en Uberlandia (Minas Gerais).

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