Cuando el arqueólogo Edgar Téllez encontró el fragmento de maxilar en el mina del Elefante, ni se le ocurrió pensar que pudiera ser humano. Poco posteriormente extrajo del sedimento un hueso plano y pensó que debía ser de algún mamífero que vivió en Atapuerca hace más de un millón de abriles.
Pero cuando unos minutos más tarde aparecieron las raíces de algunos dientes, llamó a una coordinadora de la excavación del Elefante, Rosa Huguet, para que los examinara. Nadie esperaba encontrar fósiles humanos allí, pero al ver aquellas raíces Téllez sospechó que tal vez los restos podían ser de alguno de los primeros humanos que poblaron la Península Ibérica.
Era poco ayer de la una de la tarde del viernes 30 de junio. Los fósiles estaban aún sucios, llenos de polvo y con tierra incrustada. No se podían ver sus detalles con la sinceridad con que se aprecian ahora en las fotografías.
Había media docena de restos, incluido un pequeño fragmento de maxilar con un diente. Los llevaron a Burgos, al laboratorio donde cada tarde se hace una primera selección y disección de las piezas durante las campañas de excavación.
Aquella misma tarde los limpiaron y los compararon con restos de animales de decadencia similar hallados en Atapuerca. No se parecían a ningún.
Los compararon con fósiles de especies humanas de diferentes antigüedades. Se parecían asaz más.
“En aquel momento, ya pensábamos que era muy probable que fueran restos humanos. Pero determinar la especie o el naturaleza de un fósil no es la fármaco de arqueólogos como nosotros sino de paleontólogos”, recuerda Rosa Huguet.
Fue entonces cuando llamó al arqueólogo Eudald Carbonell y al paleontólogo José María Bermúdez de Castro, codirectores de las excavaciones de Atapuerca, para informarles de lo que habían antagónico.
“En cuanto lo vi, no tardé ni un segundo en darme cuenta de que eran restos humanos. No había ninguna duda”, declara Bermúdez de Castro. “El diente tenía una marca característica de un palillo utilizado para retirar restos de comida. Este tipo de marca se encuentra en dientes de diferentes especies humanas”. Interiormente de la paleontología, Bermúdez de Castro es entendido precisamente en el estudio de dientes del naturaleza Homo. Y internamente de los dientes, su primera investigación en Atapuerca, en 1981, se centró en un estudio de marcas de palillos.
La igualmente paleontóloga María Martinón-Torres, directora del Centro Doméstico de Investigación en Proceso Humana (Cenieh), confirmó el diagnosis. Los fósiles hallados en el mina del Elefante eran humanos.
Para Eudald Carbonell, “este es el hallazgo más importante que hemos hecho en la historia de Atapuerca. Nos demuestra que todo el sur de Europa ya estaba poblado hace aproximadamente 1,4 millones de abriles, porque este individuo que hemos antagónico no llegó aquí solo. Probablemente había ya miles de humanos en la Península Ibérica y decenas de miles en toda Europa”.
Para Eudald Carbonell, “este es el hallazgo más importante que hemos hecho” en la sierra burgalesa
El estudio de los huesos que han aflorado en el Elefante, encima, permitirá deducir cómo era el rostro de aquellos primeros europeos y, a partir de ahí, comprender qué parentesco tenían con otras especies humanas anteriores y posteriores. Aclarará, por ejemplo, si los Homo antecessor que vivieron medio millón de abriles más tarde en Atapuerca eran descendientes de los humanos del Elefante, lo que significaría que hubo transformación humana en Eurasia. O aceptablemente si Europa se pobló con entradas sucesivas de poblaciones procedentes de África y Oriente Medio. En definitiva, sostiene Carbonell, “es un descubrimiento de enorme valía para comprender cómo la humanidad pobló el mundo”.
La gran ironía es que unos fósiles de tanto valía hayan aparecido en un mina que se consideraba tan poco prometedor como la Sima del Elefante, llamado así porque el primer gran fósil antagónico allí hace más de cuarenta abriles se atribuyó a un elefante. Se negociación de una cavidad de 25 metros de consideración que tenía una angostura al ventarrón franco en su parte superior y que se llenó de sedimentos a lo espacioso de cientos de miles de abriles.
Por lo tanto, no es una cueva que los humanos ocuparan, como ocurre en otros yacimientos en los que han aparecido múltiples huesos y herramientas y en los que se ha podido rehacer cómo se vivía. Es más aceptablemente un gran pozo al que caían desde la superficie materiales arrastrados por el agua.
Fue Eudald Carbonell quien más insistió para que se iniciara la excavación sistemática del Elefante en 1996 porque contenía sedimentos más antiguos que los de cualquier otro mina de la sierra de Atapuerca. El objetivo original era comprender, a partir de los restos de fauna, cómo era aquella zona hace más de un millón de abriles. Allí apareció contra todo pronóstico en 2007 una mandíbula humana datada en 1,22 millones de abriles que se convirtió en el resto humano más antiguo de Europa y que fue portada de la revista Nature . Al año venidero se encontró una compañía de un dedo meñique.
Y desde entonces, durante catorce abriles, no había aparecido ningún otro fósil humano en el Elefante y nadie esperaba encontrar ningún más. Pero este 30 de junio aparecieron los huesos de una cara humana en sedimentos situados dos metros más debajo que los del 2007 y, por lo tanto, más antiguos. Su antigüedad exacta aún no se ha establecido pero una estimación original la sitúa en torno a 1,4 millones de abriles.
Lo poco que se sabe de este individuo es que era adulto y que vivía en un entorno con bosques y copioso agua dulce, ya que se han antagónico abundantes restos de cérvidos, hipopótamos y águilas pescadores en sedimentos de la misma decadencia.
Se desconocen su sexo, su especie y la causa de su asesinato. “La hipótesis más probable es que muriera fuera de la cueva y el agua arrastrara sus restos”, señala Rosa Huguet, del instituto Iphes en Tarragona, que coordina la excavación del Elefante pegado a Xosé Pedro Rodríguez, igualmente del Iphes.
Los dos restos más grandes son un fragmento de maxilar izquierdo que mide unos 4,5 centímetros de espacioso por 4,5 de suspensión; y otro trozo de maxilar, situado bajo la mejilla pegado a la napias, de 5 centímetros de suspensión por 4 de ufano.
Si comprueban a cuánto corresponden cinco centímetros pegado a la napias, o 4,5 en el maxilar, verán que estas dos piezas representan un fragmento asaz completo de media cara. No se descarta que en la semana que queda de esta campaña o en la del año próximo aparezcan más restos del mismo individuo.
Las piezas se estudiarán ahora en detalle con la máquina de microtomografía del Cenieh, en Burgos. A posteriori se simularán por ordenador huesos simétricos para rehacer virtualmente la otra porción de la cara. A partir de ahí se compararán con huesos faciales de otros fósiles humanos, como -entre otros- los del inmaduro de Turkana (un Homo ergaster de hace 1,6 millones de abriles), los de un Homo erectus de Java de hace 800.000 abriles o los del Homo antecessor de Atapuerca, igualmente de hace 800.000 abriles.
Se cree que el individuo murió fuera de la cueva y que su cuerpo fue deslizado por el agua al interior
Después los fósiles se llevarán al instituto Iphes de Tarragona para finalizar de restaurarlos y más delante se expondrán en el Museo de la Proceso Humana de Burgos.
“Nuestra primera impresión es que se parece asaz a la cara del Homo antecessor ” señala José María Bermúdez de Castro. “Pero tenemos que hacer un disección aceptablemente hecho, mirando aceptablemente todos los parámetros, ayer de sobrepasar una conclusión. Lo que sí podemos sobrepasar es que, para ser tan antigua, es una cara sorprendentemente moderna, con huesos poco gruesos”. Los resultados de la investigación no se esperan ayer de un año.
Publicar un comentario