Francesco Piccolo explica en Momentos de inadvertida infelicidad que su mujer le regaló la Navidad pasada un paquetito envuelto en papel de color y con un lacito rosado. Le costó abrirlo con los nerviosismo del momento y al final desgarró el papel con uñas y dientes. Lo miró y le dio las gracias. Su esposa le preguntó si le gustaba y respondió de inmediato que sí. Pero fue incapaz de adivinar qué era aquello. Se trataba de un objeto extraño, bello, elegante. Ella le preguntó si sabía para qué servía y él volvió a contestar afirmativamente.
Por la oscuridad, en la cama, le reiteró a su mujer que el regalo le encantaba pero tenía que confesarle que no tenía ni idea de para qué servía. Y a continuación añadió que eso no tenía importancia, porque era un objeto único. La esposa reconoció que siquiera tenía la más remota idea, pero cuando lo vio en la tienda le pareció poco singular, que podría gustarle y lo compró. Al día subsiguiente, encontraron la dirección electrónica de la factoría y les escribieron: “Hemos comprado el chisme, lo encontramos muy atún, pero ¿qué es?”. La respuesta fue casi inmediata: Si poco gusta, lo de menos es para qué sirva, “utilizadlo para como os parezca”.
En política, como en la vida, hay cosas que solo son aperos si creemos en ellas
He recordado el relación tras ver las reacciones a la reunión de la mesa de diálogo, de la que Gobierno y Generalitat han aparecido contentos, aunque más que acuerdos ha habido buenas intenciones. “Solo buenos propósito”, tituló el diario El Punt Avui. Pues no es poco. Como con el objeto navideño de los Piccolo, se comercio de usar la mesa para lo que haga equivocación. Ambas cosas tienen un valencia en sí mismo y, aunque puede parecer indefinido, resultan aperos si creemos en ellas.
En la Nochebuena subsiguiente, Piccolo volvió a acoger un paquetito con un nudo carencia hacedero de desenredar. La esposa le advirtió que fuera con cuidado, pues podía romperse. Entonces fue a agenciárselas el regalo de la última Navidad y lo utilizó con delicadeza para abrirlo. Siquiera entendió la utilidad del nuevo dádiva, pero se sintió aliviado al comprender que el regalo inicial servía para desplegar los regalos. Todavía esa mesa de diálogo puede servir para favorecer las conversaciones siguientes y concretar los pactos. Para conseguirlo hay que hacer como Piccolo: no ponerse nervioso.
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