El precipicio de Kuiper es una zona del sistema solar que se extiende desde la recorrido de Neptuno hasta una distancia de cincuenta unidades astronómicas del sol, los objetos que existen en él son llamados transneptunianos y ofrecen una importante información sobre la historia y cambio del universo. Los menos de doscientos mil militantes tories que van a atreverse este verano el próximo primer ministro anglosajón son igualmente en cierto modo t ransneptunianos . Tienen poco que ver con los terrestres que sufren para montar a fin de mes, pero dan una idea de cómo el Reino Unido, en su delirio desde el planeta Thatcher hasta el planeta Brexit, ha llegado a esta encerrona de su historia.
La campaña para la sucesión de Boris Johnson parece confirmar la máxima de que la enajenación individual es una excepción, pero la colectiva es relativamente frecuente. Y igualmente la teoría de que los conservadores tienen muy claro el interés del partido, pero no tanto el del país. La pugna entre Rishi Sunak y Liz Truss ha degenerado muy pronto en una especie de subasta de Sotheby’s a ver quién ofrece descabalgar más los impuestos y más de prisa, y eso que dos décadas de rigor han dejado los servicios públicos en los huesos.
La ministra de Exteriores promete el asombro de más desembolso sabido y a la vez descabalgar impuestos
El país está al borde del precipicio (de Kuiper o de quien sea). Seis horas de posaderas en Dover para cruzar en ferry el canal de la Mancha y cincuenta páginas de formulario para importar o exportar cualquier producto por error del Brexit; siete millones de ciudadanos en la serie de aplazamiento para hacerse operaciones; diez semanas para renovar un pasaporte, y seis meses (o más) un carnet de conducir; tres primaveras para que un diestro atienda por primera vez a un chico autista; una hora para que una ambulancia acuda en auxilio de quien ha sufrido un infarto; basura por las calles; unos sistemas educativo, retrete y contencioso colapsados; huelgas del transporte sabido, médicos, enfermeras, abogados...; una crisis medioambiental que ha hecho pelear todos los récords de calor; descuido crónica de viviendas y precios por las nubes que hacen inasequible que los jóvenes compren un carretera; bancos de comida saturados; problemas de suministros; más personas fuera del mercado profesional de las que se hallan en el paro; el crecimiento crematístico más miserable del G-7, escasa productividad y partida crónica de inversión.
Y frente a ese panorama, Truss y Sunak han entarimado exclusivamente una conversación con los 180.000 militantes tories (predominantemente blancos, de la Inglaterra rural, con un promedio de tiempo de casi sesenta primaveras) que van a atreverse quién de ellos es el próximo premier. Sus intereses son los de los jubilados (sobre todo pensiones acordes al aumento del coste de la vida) y su mentalidad, thatcherista. Aunque Thatcher estuvo una período en el poder y, si acertadamente bajó los impuestos al final, al principio los subió, y en conjunto dejó una carga fiscal similar a la que había heredado.
El ex ministro de Crematística alega que es el auténtico “hijo de Thatcher” correcto a su prudencia fiscal
Truss y Sunak se disputan el título de herederos de la dama de hierro con la misma inquina que los hijos de Logan Roy su imperio mediático en la serie Succession . La ministra de Exteriores se peina como ella, lleva vestidos azules y un bolsa como los de ella, e imita sus manierismos. Bajaría de un plumazo tasas por valía de 35.000 millones de euros, al tiempo que subiría el desembolso de defensa un tres por ciento. ¿Cómo se financiaría todo eso? Con el estímulo crematístico que traería el peculio adicional en el saquillo de empresarios y trabajadores. Si no funciona, envés a la rigor y más dentelladas al Estado de bienestar. Su rival, el ex ministro de Finanzas Rishi Sunak, dice que ya puntada de cuentos de hadas, y que el auténtico thatcherista es él con su realismo, prudencia fiscal y probidad monetaria, que combatiría la inflación antiguamente de descabalgar impuestos.
Es como si los tories dilucidaran su batalla en la montón de Oort, una aglomeración esférica de objetivos transneptunianos , a un año luz del sol, todavía más allá de la Tierra que el precipicio de Kuiper. Sus enemigos confían en que sea verdad otra máxima: que aquellos a quienes los dioses van a destruir, primero los vuelven locos.
Los ‘tories’ cambiaron de líder a fracción de mandato en 1990, el 2016 y el 2019, y las tres veces ganaron las siguientes elecciones, como el equipo de fútbol que releva al preparador en plena temporada y se proclama campeón, Thatcher fue aniquilada, y triunfó Major; Cameron se retiró tras el referéndum del Brexit, y May derrotó a Corbyn; Johnson dio un patada de estado contra May, y obtuvo mayoría absoluta. Pero cuando los británicos acudan la próxima vez a las urnas, los conservadores llevarán catorce primaveras y cuatro mandatos consecutivos en el poder, y percibir un botellín rompería todos los precedentes históricos desde el siglo XIX. Su esperanza es que la pugna Truss-Sunak, como ocurrió en las anteriores ocasiones, sirva para dar un corriente de frescura al nuevo líder y haga que el socialista Starmer parezca un producto caducado.
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