Los mercadería del paso del tiempo y la senescencia que llega con él son inexorables, pero sí se pueden retrasar o hacer que no aparezcan tan agresivamente siguiendo unos buenos hábitos. En cambio, otro tipo de hábitos como la excesiva exposición al sol o el consumo de tabaco aceleran el proceso.
A partir de los 25 o 30 primaveras, por muy pronto que pueda parecer, empieza el proceso de involución o envejecimiento. Aunque siempre depende de cada persona, de su genética, de sus hábitos y del estilo y las condiciones de vida que ese individuo siga a lo espacioso de los primaveras.
Rostro
Con el paso de los primaveras se produce flacidez en el rostro, encima de la resorción ósea y la pérdida de lípido facial
En la cara hay músculos y, al igual que se pierde tono en la musculatura del resto del cuerpo, todavía se presenta esta flacidez en el rostro, encima de la resorción ósea y la pérdida de lípido facial aportando a la expresión facial ese aspecto más decaído.
Encima, la piel se va deshidratando lo que hace perder elasticidad y ese semblante radiante y interesante. Este engendro se aprecia todavía en los labios, que se van volviendo más finos conveniente a la pérdida de colágeno.
Por otro banda, los huesos van cambiando y encogiéndose. Esto es fácilmente observable en las cuencas de los fanales, que se van haciendo más grandes y por eso, con el paso de los primaveras, parece que los fanales van estando cada vez más hundidos. Esto todavía se da en la mandíbula, que va adelgazando, influyendo así tanto en la disminución del mentón y de la propia mandíbula, como en la caída de la punta de la ñatas que cada vez está más devaluación.
Hay que resaltar que, encima, si no se ha llevado a punta una buena higiene dental y cuidado de la vigor dental a lo espacioso de toda la vida, con el transcurso de los primaveras se es más propenso a perder piezas dentales y a sufrir enfermedades de las encías, lo que hará envejecer la boca y el aspecto facial en universal de una forma mucho más notoria y rápida.
La fuerza de la formalidad todavía hace su huella y al final, la piel va cayendo por su propio peso favoreciendo. Asimismo, aparece una papada más noble, bolsas debajo del párpado inferior y un párpado superior descolgado que se deposita sobre el propio dirigible lente haciendo que el ojo se vea más caído y en los casos más extremos, incluso dificultando la correcta visión.
A todo esto, se le suman otros muchos cambios que el paso del tiempo trae consigo, como el crecimiento del cartílago (por eso en muchas personas mayores se puede apreciar el gran tamaño de sus orejas cuando en su pubescencia no habían sido así), o la aparición de canas, no solo el en pelo de la habitante, sino que todavía se vuelven blancas las cejas y las pestañas.
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