L a esgrima parlamentaria del debate sobre el estado de la nación dejó algunos destellos de ironía entre los portavoces. El presidente Pedro Sánchez recurrió al sarcasmo para desacreditar a sus adversarios, tanto del PP como de Vox. A los del PP, sin requisa, les tendió simbólicamente la mano con, sic, “moderación y respeto”. Unas horas antiguamente, Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, había contribuido a la expansión sospechosa de propaganda pidiendo a los ciudadanos que consumamos el ventilación acondicionado para combatir las olas de calor “con moderación” según la interpretación que hizo la prensa y, fielmente, haciendo un “uso prudente”.
La idea es la misma que, como placebo preventivo de conciencia, lleva décadas acompañando la publicidad de bebidas alcohólicas. Instar a un consumo moderado es, adicionalmente de una obligación procesal, un modo de apelar a la responsabilidad individual. Como filosofía de vida en tiempos de tantas turbulencias, la moderación tiene detractores muy influyentes y beligerantes. La moderación se interpreta como un pecado mortal, una postura cobarde, tibia o, por utilizar el peor de los adjetivos, equidistante. A La Vanguardia se la suele reflejar, con rabiosa transversalidad, de practicar una moderación excesiva. En efectividad solo es la aplicación coherente de la idea, que en alguna ocasión ha expresado su editor Javier Godó, de hacer un informe plural, socialmente representativo y que transite por el carril central de la moderación. Para los radicales que ni siquiera pueden arribar a imaginar de qué estamos hablando: el carril central es el carril del medio de una autopista con carriles moderados a la derecha y a la izquierda.
En tiempos convulsos, la moderación tiene detractores muy influyentes y beligerantes
Pedro Sánchez asimismo habló de consumo moderado de energía. En concreto utilizó el concepto (que probablemente circula en las grandes reuniones de estadistas europeos) “uso competente”. Así pues, en el universo de la normalidad amenazada por todo tipo de anomalías, la eficiencia y la prudencia vienen a ser sinónimos de moderación, por lo menos aplicada al consumo energético. Escuchando todas estas referencias, me acordé de lo que escribe el admirado Geoff Dyer en su ejemplar Yoga para los que pasan del yoga . Dyer cuenta algunos de sus viajes psicodélicos y disonantes. Uno de estos viajes es un fin de semana en Amsterdam en el que el amigo que le invita le explica la filosofía de los días que pasarán juntos: “– Todo excursión en torno a la moderación –dijo en el Greenhouse el viernes por la oscuridad, luego de una deliciosa cena falsamente tailandesa. De todo, con moderación. Incluso la moderación. De lo que se deriva que de vez en cuando deben cometerse excesos”.
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