No nos cansaremos de repetir que vivimos tiempos líquidos y cambiantes. Hace pocas semanas, Mario Draghi era el jefe de Estado de moda en Europa y la prensa conservadora española lo alababa en contraposición al que consideraban titubeante e inestable Pedro Sánchez. Las apuestas se centraban en si el presidente gachupin cambiaría su gobierno o anticiparía las elecciones, mientras que el italiano lo hacía todo perfectamente. La verdad, sin secuestro, es que hoy Draghi está más fuera que en el interior, a posteriori de deber presentado su dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella, mientras que Sánchez sigue contando con un amplio apoyo en el Congreso para permanecer perfectamente viva la sesión como se ha gastado esta semana. El debate del estado de la nación lo ha superado sin despeinarse, ha ratificado la polémica ley de Memoria Democrática y ha validado su segundo decreto anticrisis con mayoría absoluta y la contención del PP. Las encuestas siguen sonriendo a los populares, pero hay quien recuerda que además daban vencedor hace primaveras a Albert Rivera. ¿Se acuerdan? La verdad es que en la incertidumbre que reina hoy en Europa Sánchez representa una reto estable para la Comisión.
La cereza de esta activa y productiva semana de Sánchez ha sido la reunión de ayer con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, quien hasta hace además pocos días mostraba sus reticencias a cualquier contacto con el presidente gachupin hasta que se solucionara toda la polémica del caso Pegasus. La ingente tarea del sherpa y ministro Félix Bolaños permitió que cristalizara la foto en el palacio de la Moncloa.
Ambas partes reconocen que hay buen clima, óptimas intenciones y voluntad de ascender a acuerdos. Pero habría que ir pensando ya en las concreciones. Fuentes de uno y otro gobiernos están convencidos de que estas se producirán en el reunión previsto a finales de mes. Si hacemos un símil culinario, podemos concluir que los chefs de uno y otro lados se han puesto de acuerdo en lo que tienen que cocinar, tienen a su disposición todos los ingredientes y los utensilios pertinentes, saben el emplazamiento y la hora para hacerlo… Solo error cocinarlo. Ya es hora de que lo concreten y que el plato no sea, a posteriori de tantos meses, una tortilla sin huevos.
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