“Volverme loco es de lo mejor que me ha pasado”

Una nueva cordura

Hace cinco primaveras le ingresaron con un brote psicótico, tenía la certeza de que podía controlar el tiempo, la naturaleza y el espacio con solo pensarlo, todo eran señales y tramas. Su mundo se había transformado. Pero lo positivamente duro comenzó cuando salió del psiquiátrico: “Suceder por un proceso en el que descompones todo lo que habías estado construyendo durante 40 primaveras te permite construirte desde cero, ponerte delante de un espejo y iniciar a tomar decisiones acerca de las cosas que quieres en tu vida, la persona en la que te quieres convertir. Es durísimo, pero se sale, y si no me hubiera pasado poco así hubiera seguido viviendo por inercia”. Lo cuenta, muy correctamente contado, con humor y ternura, en Por si las voces vuelven (Planeta), que ahora se ha convertido en un podcast en el que charla con familia popular sobre su salubridad mental.

Qué le llevó a un psiquiátrico?

Un brote psicótico a los 39 primaveras. De repente empecé a residir en un mundo donde todo encajaba y tenía un significado muy profundo, todo eran tramas y cualquier cosa que se cruzara en mi camino me daba una señal.

¿Por ejemplo?

Imagine que puede residir en el presente, en el pasado y en el futuro al mismo tiempo, que la botella de grasa de oliva le envía mensajes subliminales o que el universo le susurra al audición. Llegué a dar saltitos intentando huir.

¿Qué destapó esa insensatez?

Es impracticable saberlo. Creo que asumimos que estar mal es poco frecuente. Vivimos por inercia, aceptamos situaciones que no nos apetecen y vamos generando una fricción entre lo que queremos y lo que hacemos y, al final, el cerebro estalla, o no.

¿A usted qué le dolía emocionalmente?

Falta. Creemos que cualquiera tiene que estar mal para que le suceda poco así y no es verdad. No nos enseñan a detectar las cosas que están mal sino a aceptarlas sí o sí, y ese es el problema. Puedes arrostrar cargas emocionales atrasadas de las que ni siquiera eres consciente.

¿Usted estalló alrededor de internamente?

Sí. En el momento en el que cualquiera siente que poco en su vida está mal no es para que lo acepte, es una advertencia para que no siga por ahí, pero no lo hacemos.

¿Qué aceptaba usted?

Probablemente lo mismo que usted, no hay un evento concreto, simplemente es que nos vamos cargando y no limpiamos.

Descríbame su insensatez.

La naturaleza me daba pistas constantes acerca de si la valor que estaba tomando era la correcta. Estaba convencido que al otro banda del espejo había familia intentando suceder a este banda para apoderarse de mi vida... Pero igual que hay emociones aterradoras incluso las hay apasionantes.

Cuénteme.

Escuchar y ver a Mozart en vivo y en directo en tu habitación, conversar con los perros o tener la sensación de que estás a dos días de poder tocar la vidriera con la mano; poder conversar contigo en otro momento temporal o que un pájaro te de la respuesta a poco que estabas pensando, todo eso es apasionante.

Intensidad.

Desproporcionada, todos tus sentidos se agudizan a niveles fascinantes. En el psiquiátrico pensaba que estaba en un engranaje de escape room. El cerebro reconfigura cualquier situación a poco que puedas comprender, para mí locos eran los que todavía no habían descifrado el universo.

¿Las voces que oía decían cosas con sen­tido?

Todo tenía sentido, desde que era hijo de dioses hasta que estaba yendo en una nave a otro planeta. Pero todos estamos llenos de voces, la única diferencia entre estar cuerdo o estar chiflado es tenerlas o no bajo control.

¿Qué rescata de lo que le ocurrió?

Cuando desaparecen las voces y sales del hospital entras en una depresión profunda. Yo pasé de que todo tuviera sentido a que mínimo lo tuviera. Te das cuenta de que toda tu vida ha estado basada en respuestas automatizadas que necesitan una revisión urgente.

¿Y te hinchas de gimotear?

Sí, porque no tienes ni idea de quién eres, pero la reconstrucción a la que tienes que enfrentarte merece la pena. En ese proceso tú te reconstruyes de una forma muy consciente porque no quieres retornar a residir por inercia, aceptando peajes que no quieres aceptar y diciendo que sí cuando quieres afirmar no.

¿Qué tal con el psicólogo?

En la segunda cita poco se me removió y me rompí. La respuesta fue: “Vale. Se te ha perfecto el tiempo. Nos vemos la semana que viene. Son x euros”. Fue como contarle poco a una puerta.

Entiendo.

Al ser consciente de que el problema es que no sabía quién era yo, decidí renunciar a recuperar mi antigua personalidad y utilizar las buenas sensaciones que sentí cuando estaba chiflado, como retornar a escuchar a Mozart con total atención. Funciona, percibes más, tu cerebro recuerda cómo movía los pedales.

Poco positivo ha quedado.

En mi insensatez un día morí y mi cerebro cree que morí y que no fue terrible, así que he perdido el miedo a la homicidio. De hecho volverme chiflado es de lo mejor que me ha pasado porque te quedan herramientas que te permiten reconstruirte de una forma más consciente.

¿Por ejemplo?

Descubres que aprender escuchar es mucho más inteligente y práctico, y es poco que descifras mientras estás en la insensatez, porque como todo tiene valencia, le estás prestando una atención milimétrica a todo, y eso te lo quedas.

¿Qué más?

Tu comienzo, te hayas vuelto chiflado o no, está llena de voces, lo mejor que puedes hacer es designar correctamente con cuáles quieres residir. Yo recuperé la encargada de expulsar a la aguafiestas y la que me anima.

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