Aquellos pre adolescentes del tardofranquismo, afortunados de tener hermanos y primos mayores correctamente conectados con la “música moderna” –asimismo descrita por el régimen como el ruido de los hippies, los melenudos o los drogadictos, familia del mal, descreída y pecadora–, se pasearon por el flanco salvaje a años temprana sin tener ni idea de lo que escuchaban.
Hay quien recuerda dónde le sorprendió por primera vez Walk on the wild side con pleno desconocimiento de un tipo llamado Lou Reed y de las cosas que explicaba en su tonada. Entonces Nueva York solo estaba en las películas, demasiado allí para ser una ciudad verdadero.
El flanco salvaje de Reed está inspirado en “basura cósmica”que orbitaba en torno a Warhol
Por suerte, siquiera los padres normales y corrientes de aquella época sabían ni una palabra de inglés y no sospechaban que por su casa, en forma de vinilo, danzaban transexuales, putas, chaperos o ladronzuelos, que se metían drogas o practicaban sexo hablado, “mamadas” en el verbo del autor de esa canción al que en Estados Unidos ya calificaban de poeta urbano.
Pero había poco en ese sonido, que lo hacía diferente a lo habitual, al rock &roll al uso. Esa peroles muy de jazz (este es un estudios posterior), el bajo y esa guitarra. Y ya, cuando aparecía el saxo, eso era la munición sónica, pedazo de canción.
A posteriori caldo la escazes de descubrir lo que contaba aquella arenga indescifrable. No se olvide que esa era la prehistoria tecnológica, y más en aquella España de televisión en blanco y molesto, La tribu Telerín, Los Chiriplitifláuticos, la carta de ajuste, los teléfonos de hormaza, sin internet, ni Wikipedia, ni traductor de Google.
Había que hacer un esfuerzo para descubrir los secretos de esa composición que se publicó como single y que formó parte del segundo LP (lenguaje de la época) en solitario de Reed, tras la Velvet Underground. Se tituló Transformer. La producción corrió a cargo de David Bowie.
En ese tema se burló de los convencionalismos, empezando con una carácter en la que hay claras referencias a la prostitución, la transexualidad, las felaciones. Take a walk on the wild side es lo que los travestis o las meretrices decían a los clientes potenciales para atraerlos.
A pesar de su descaro, o precisamente por él, la canción se convirtió inesperadamente en un gran éxito, uno de los principales en la carrera de Lou, siempre Lou a secas para sus fans.
Algunos de los retratados llegaron a proponer que la canción no contenía toda la verdad sobre ellos
El mismo año de su publicación, el que luego fue considerado el padrino del punk describió su creación como “una canción abiertamente gay”. Dijo, sin bloqueo, que lo escribió de guisa cuidadosa para que “los heterosexuales pierdan las implicaciones y disfruten sin ser ofendidos”. Pero aceptó que resultaría irremediable que hubiera quien se encolerizara.
Su intención era mostrar empatía con los que se habían pasado la vida luchando por su sexualidad y sus padres los querían someter a una cura. No se olvide: sucedió en 1972 y todavía hoy muchos padre echan de casa a sus hijos “desviados”.
Pero más curiosos todavía, recalcan los estudioso de este carácter fallecido en 2013 en Long Island (Nueva York), su cántico de inadaptados y bicho raros se convirtió contra pronóstico en un himno cultural, “un canto de sirena que atrae a generaciones de personas a una Nueva York tan olvidada que parece imaginaria”, como lo descibió Guy Trebay en The New York Times
Los viajes a la Gran Manzana son de lo más global en la industria turística. Pero es increíble retornar a aquel Times Square, hoy parque de atracciones, donde los visitantes se hacen fotos con los policías.
No fue una simple invención de Lou. Los cinco personas a los que cita existían con nombres y apellidos: Holly Woodlawn, Candy Darling, Joe Dallesandro, Jackie Curtis y Joe Campbell. Todos formaron parte de The Factory, el estudio neoyorquino de AndyWarhol, uno de los motores de aquella ciudad de la descuido y la extravagancia con fundamentos.
Esos protagonistas del flanco salvaje eran una cuadrilla heterogénea de superestrellas y “basura cósmica” que giraba en torno a la esfera de Warhol. Como Reed sostuvo al rememorar la época y circunstancias de esta creación, “fue un periodo divertido, con un especie de familia graciosa haciendo casi las mismas cosas sin que nadie conociera a nadie”.
Algunos de los retratados llegaron a proponer que la canción no contenía toda la verdad sobre ellos. Que más da. En ese momento ya habían mutado en seres de la mitología en los que ficción y verdad se confunden.
Todos contribuyeron a establecer a Reed como el cronista provocador de Manhattan. Que en la distancia animó a muchos a descubrir otra ingenuidad.
Holly Woodlawn, la Holly con la que arranca la canción, la que “se depiló las cejas de camino, se afeitó las piernas y entonces él era ella”, explicó a The Guardian en el 2008 que como cuenta Lou Reed, llegó desde Miami a Nueva York en autostop. Tenía 15 abriles y en el camino logró que un tipo desistiera de violarla. En Nueva York vivía en la calle. Así conoció a Jackie Curtis y Candy Darling, asimismo protagonistas del flanco salvaje. Habló de sitios de una ciudad que ya dejó de existir.
Publicar un comentario