Entre los cientos de personas que paseaban por el centro comercial, Theresa destacaba por su deslumbrante belleza. La chavea, a sus 21 abriles, tenía un sueño: ser maniquí. Así que cuando un supuesto fotógrafo se le acercó para proponerle una sesión de fotos para una importante revista, ella no dudó en aceptar. Sin bloqueo, el hombre tenía otros planes: secuestrarla para dar rienda suelta a sus sádicas fantasías.
Tras engañar a Theresa diciéndole que la llevaría en coche a su estudio, el fotógrafo condujo hasta un páramo donde la golpeó fuertemente en la persona y comenzó a violarla. A continuación, le asestó varias puñaladas y la estranguló. El occiso apareció tres días más tarde: era el tercer homicidio a manos de Christopher Wilder, el denominado ‘The Beauty Queen Killer’ (el perjudicial de la Reina de la Belleza). No sería el postrero. Su periplo criminal le llevó por todos los Estados Unidos en un sangriento alucinación donde ejecutó a cinco mujeres más e intentó secuestrar a otras cuatro en tan pronto como tres semanas.
Tratamiento de shock
Christopher Bernard Wilder nació milagrosamente el 13 de marzo de 1945 en Sídney (Australia), posteriormente de que los médicos lograran desenredar el cordón umbilical que le apretaba el cuello. Su segunda experiencia cercana a la homicidio se produjo a los dos abriles tras caer a una piscina. De nuevo, salvó la vida.
Su padre, un marine de los Estados Unidos, inculcó a Christopher la disciplina marcial desde muy gurí bajo el venia de su principio. Aun así, vivió una infancia y adolescencia de lo más corrientes. Al menos, de puertas para fuera. Porque a los diecisiete abriles, el chavea fue detenido por participar en la violación grupal de otra adolescente en una playa. A posteriori de declararse culpable, el tribunal lo dejó en espontaneidad, pero con una serie de medidas cautelares.
Christopher Wilder, de chavea
La principal consistía en cobrar un tratamiento psiquiátrico de electroshock: le aplicaban breves descargas eléctricas en el cerebro con una potencia de 75 a 470 voltios. El objetivo era reparar lo que ellos denominaban una mente “dañada”. Sin bloqueo, este procedimiento hizo que, según los expertos, aumentase su brío sexual.
A esto se sumó la obsesión por un manual, El coleccionista de John Fowles, cuyo protagonista mantiene retenida a una mujer en su sótano en contra de su voluntad hasta que ella muere. Con el tiempo, Christopher llevó esta historia a la ingenuidad. Pero hasta que llegó ese momento, el chavea contrajo desposorio en 1968, aunque le duró tan pronto como ocho días. Su mujer salió corriendo cuando Christopher violó a una de sus amigas.
Christopher Wilder, el fotógrafo perjudicial
Para poner tierra de por medio, el atacante emigró a los Estados Unidos, se asentó en Florida y comenzó a trabajar como contratista en una constructora. Allí alcanzó un gran éxito profesional, que lo dotó de importantes ingresos económicos y igualmente de diversas propiedades. Gracias a esa pequeña fortuna, Christopher compró una mansión, se hizo piloto de carreras y decidió decantarse por la fotografía.
Ese interés por el objetivo escondía su carencia de estar en contacto permanente con chicas jóvenes. De ahí que se convirtiese en una especie de cazatalentos de modelos, uno de los mejores reclamos para vislumbrar víctimas vulnerables con las que materializar sus perversiones sexuales.
Una de las fichas policiales de Christopher Wilder, el fotógrafo perjudicial de modelos
La doble vida de Christopher, fotógrafo de éxito y degenerado a partes iguales, le llevó en presencia de los tribunales en varias ocasiones por delitos relacionados con su conducta sexual. De hecho, entre 1971 y 1975 fue condenado por abusos sexuales, aunque puesto en espontaneidad condicional tras satisfacer una cuantiosa multa.
Para vislumbrar a todas sus víctimas, tanto a las que dejó con vida como a las que asesinó, siempre empleó el mismo modus operandi: el fotógrafo seducía a jóvenes y estudiantes, gracias a su carisma y a su apariencia afable, para que le acompañasen a una sesión de fotos en su estudio bajo la promesa de conseguirles un arreglo como modelos para una destacada revista. Pero aquellos halagos escondían unas intenciones más oscuras.
Un alucinación sanguinario
Así fue cómo Christopher se metió en una helicoidal de violaciones que, pese a comenzar en Florida, se fue extendiendo por otros estados del país norteamericano. De falta le sirvió regresar un tiempo a Sídney, porque allá donde iba asaltaba a nuevas víctimas. Durante su estancia australiana, el fotógrafo fue acentuado de dos cargos más de violación a dos menores a las que obligó a posar desnudas. A posteriori de satisfacer la fianza, y mientras se encontraba a la demora de proceso, Christopher regresó a los Estados Unidos.
A partir de este momento, febrero de 1984, el criminal inició su particular persecución mientras cruzaba el país de costa a costa. Su primer homicidio: el de Rosario González, una cubana de 20 abriles y maniquí en ciernes a la que conoció en el Gran Premio de Miami. A posteriori llegó el de Elizabeth Kenyon, de 23 abriles, finalista en Miss Florida. Ningún de los cuerpos ha sido contrario quia.
Rosario González, primera mujer asesinada por Christopher Wilder
Desde Florida, Christopher recorrió los estados de Georgia, Texas, Oklahoma, Kansas, Colorado, Utah, Nevisca, California, Indiana y Nueva York para secuestrar a chicas en playas, centros comerciales, moteles o en la propia calle y perpetrar así brutales violaciones que terminaban, en su mayoría, con la tortura y homicidio de sus víctimas. De este modo, asesinó a un total de ocho mujeres, cuyos cadáveres arrojaba en parajes aislados. Asimismo lo intentó con otras cinco más, aunque lograron sobrevivir pese a las agresiones y torturas sufridas.
Unas de las vejaciones más aterradoras era electrocutar a las jóvenes mediante la unión de cables a las plantas de los pies. Aquellas descargas eléctricas le hacían revivir el tratamiento psiquiátrico al que fue sometido abriles detrás. Su sadismo no conocía límites.
Elizabeth Kenyon, segunda víctima de Christopher Wilder, cuyo cuerpo quia fue contrario
Mientras las autoridades encontraban similitudes entre el homicidio de Suzanne Logan, violada y apuñalada en Kansas, con los cometidos en otros estados, y vinculaban a Christopher con esta retahíla de delitos, este se dirigió a Las Vegas para asistir al certamen de belleza, Vegas Fashion Show. Su presencia se registró el 1 de abril de 1984 gracias a la fotografía hecha por la principio de una participante, y que luego se publicó en la revista Seventeen. En ella se ve claramente a Christopher mirando de reojo a las candidatas.
Ese mismo día, el perjudicial mató a Michelle Korfman, una adolescente de 17 abriles y, tres días posteriormente, secuestró a Tina Marie Risico, otra púber de 16 abriles, muy manipulable, a la que decidió apoyar con vida y utilizar como señuelo para atraer a otras posibles víctimas. Una de ellas fue Dawnette Wilt, a quien el fotógrafo raptó de un centro comercial de Indiana gracias a la ayuda de Tina Marie. Tras conducir hasta un bosque, Christopher violó a la chica, la apuñaló varias veces y la asfixió mientras Risico esperaba en el automóvil. El perjudicial abandonó el occiso y emprendió la huida.
Fotografía donde aparece Christopher Wilder mirando a las candidatas de un certamen de belleza
Lo que desconocía el fotógrafo era que Dawnette en ingenuidad seguía con vida y que, horas más tarde, pudo denunciar lo sucedido en presencia de el sheriff del condado. La adolescente describió pormenorizadamente a su asaltante, igualmente a la chavea que lo acompañaba, el transporte donde viajaban y el espacio a dónde pretendían escapar, Canadá. A partir de ahí, se puso en marcha un dispositivo policial para dar caza al fugitivo.
Tina Marie Risico, superviviente de Christopher Wilder
Un día antiguamente de dar con su paradero, Christopher volvió a matar en Nueva York. Se trataba de la profesora Elizabeth Dodge, de 33 abriles, cuyo cuerpo fue arrojado a un pozo. Unas horas más tarde, compró un billete de avión a los Ángeles para Tina Marie, a la que liberó en el aeropuerto de Boston. Tras el trauma vivido, lo primero que la chavea hizo antiguamente de avisar a la policía fue irse de compras. “Mi mente estaba en blanco”, justificaba en una entrevista en presencia de su insólita valor.
¿Más víctimas?
El 13 de abril de 1984, Christopher Wilder cometió su postrero delito: el secuestro frustrado de Carol Hilbert, de 19 abriles, a la que asaltó sorpresivamente en plena calle. La chavea pudo revolverse y escapar para pedir auxilio. Las descripciones tanto del transporte como del sospechoso fueron distribuidas entre los agentes de las patrullas policiales, por lo que era cuestión de horas que dieran con el sospechoso.
Esa misma tarde, el fotógrafo se detuvo en una estación de servicio porque necesitaba indicaciones para asistir hasta Canadá cuando dos agentes lo reconocieron y le dieron el detención. En ese instante, Christopher cogió su arsenal, amenazó a los policías y se produjo un forcejeo con uno de los oficiales. De improviso, el revólver se disparó dos veces: una de las balas hirió de compostura al agente, y la otra alcanzó directamente al corazón del perjudicial. Christopher murió en el acto.
Christopher Wilder, muerto en su coche tras el tiroteo con dos agentes de policía (1984)
Con la homicidio accidental del ‘perjudicial de la Reina de la Belleza’ terminó uno de los periplos criminales más sanguinarios en la historia de la crónica negra estadounidense, pero igualmente se perdió la oportunidad de resolver otros asesinatos y desapariciones en los que podría suceder estado implicado. Uno de los casos más conocidos y que todavía sigue sin cerrarse es el de Tammy Lynn Leppert, de 18 abriles, desaparecida el 6 de julio de 1983 en Florida.
La vida de este perjudicial en serie ha servido de inspiración en la ficción con películas como Easy Prey (1986), o para series de televisión como The FBI Files con un episodio titulado Un perjudicial de modelos. “La devastación y el número de víctimas que dejan estos monstruos es inconmensurable porque son capaces de mezclarse y actuar sin ser detectados, maximizando el número de víctimas”, asegura el detective Thomas Lauth, Y eso es lo que más nos estremece.
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