La emergencia sanitaria provocada por la viruela del chimpancé repite secuencias ya vividas en los primeros días de covid. De entrada se minimiza su gravitación, ya sea reduciéndola a minorías de población, ya sea maquillándola con la estadística –lógicamente desaparecido en una etapa incipiente– de casos graves. Este esfuerzo no es estrictamente pedagógico, pero retrasa la transmisión de otro mal incontrolable: el pánico. Hasta que comparece el Hombre Triste de la OMS (el doctor Tedros Adhanom) y oficializa la emergencia con una autoridad que nos hace comprender que el problema es entero.
Para charlar con propiedad, parece que hay que activar un detector de minas
En el caso de la viruela del chimpancé, desde el primer momento la comunicación se ha esforzado por evitar cualquier estigmatización. La terrible catequesis del sida, que redujo la enfermedad al ámbito de gais y heroinómanos con nefastas intenciones inquisidoras, obliga a no cometer el mismo error. Esta cambio coincide con un momento semánticamente convulso en el que las definiciones tradicionales –invertido, heterosexual– parece que ya no sirvan y que, para charlar con propiedad y evitar disgustos, sea indispensable activar un detector de minas. Quizá por eso, y siguiendo una especie de intuición corporativa, los portavoces médicos que marcan tendencia informativa hablan de transmisión mayoritaria de la viruela del chimpancé entre “hombres que mantienen relaciones con otros hombres”. Hace primaveras se habría hablado de homosexuales y lo habríamos entendido. Pero hoy el respeto a las identidades sexuales y la trascendencia de ofender invitan a hilar más fino. ¿Son homosexuales los “hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres”? Yo habría dicho que sí, pero entiendo que la idea flagrante es que subrayarlo no es relevante comparado con, por ejemplo, la aprieto de las vacunas. Esta revisión semántica obliga a despabilarse definiciones más enrevesadas, al frontera del circunloquio, menos eficaces pero adaptadas a la exigencia fiscalizadora del momento. Por cierto: habiendo entendido que la emergencia y la preocupación deben ser globales y solidarias, deduzco que la situación de los que no mantenemos relaciones ni con hombres ni con mujeres sigue siendo, sexual y semánticamente, la de siempre.
Publicar un comentario