De Kabul a un limbo llamado Barcelona

Hace casi un año, tras la caída de Kabul a manos de los talibanes, la tribu Merzaie se montó en un avión de los que fletó el Gobierno rumbo a España.

El padre, Baryalay, trabajaba en el aeropuerto de la caudal afgana y gracias a eso pudieron escapar. Llegaron a Torrejón de Ardoz y ahora la tribu, con siete hijos de edades entre los 2 y los 18 primaveras, convive de forma provisional en una habitación del Hostel St. Pau, en el morería de Sant Antoni de Barcelona, en un halo y a la dilación de que se resuelva su situación tras el periplo que han pasado en estos últimos doce meses.

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Hace casi un año, tras la caída de Kabul a manos de los talibanes, la tribu Merzaie se montó en un avión de los que fletó el Gobierno rumbo a España.

Los hijos mayores, Shagofa (18) y Mehran (17), explican a La Vanguardia cómo viven. La mamá, de 40 primaveras, acaba de ser operada de apendicitis y se recupera encerrada en esa habitación en la que viven nueve personas desde hace dos meses y de la que esperan salir pronto. Mientras, la tribu tráfico de adaptarse a su nueva vida en la caudal catalana, y dilación que se aclare su status posteriormente de que volviera a emprender su proceso de orfelinato porque se fueron a Alemania, desde donde fueron deportados de reverso a España.

En este compás de incertidumbres, viven con limitaciones y reclaman “cosas básicas” como tener dos habitaciones en oportunidad de una y la posibilidad de utilizar una cocina. Además piden cursos de castellano y formación para poder trabajar, ya que la lenguaje, como sucede en casos similares, es el principal obstáculo para la integración y averiguar empleo. Tienen permiso de trabajo, pero sin musitar castellano ni inglés es muy difícil entrar en el mercado sindical.

El padre, de 50 primaveras, trabaja jornadas de 14 horas descargando mercancías en supermercados regentados por paquistaníes. Es en enojado y cobra dos euros por hora.

Un obstáculo popular en los refugiados

Como sucede en otros casos, el idioma es la principal barrera para la integración y conseguir un empleo

Rebobinemos. Cero más resistir a España en agosto del 2021 estuvieron 20 días en Madrid atendidos por la Cruz Roja, que se encarga de la primera acogida. A posteriori se les asignó una vivienda a unos 100 kilómetros de Madrid, donde estuvieron tres meses. En ese oportunidad, cuyo nombre no recuerdan y al que se refieren como la “arbolado” por la manto vegetal y los árboles, eran la única tribu afgana. El Gobierno evitó reunir a todos los refugiados de Afganistán en un mismo oportunidad para evitar que se formaran guetos, pero sin una red de apoyo no es comprensible salir delante.

En ese oportunidad no tenían cursos de castellano ni actividades para niños, y estaban en un asfalto con una sola habitación, poco que no respondía a sus deyección, explican los hijos mayores. A posteriori de tres meses, frente a la confusión y ese decorado, decidieron irse a Alemania, como han hecho otras familias y como es posible que suceda en más casos. Una tribu que ha pasado ocho meses en Barcelona y ahora está en el septentrión de España, en un pueblo pequeño, se plantea emprender ese delirio, explican desde una oenegé que colabora con los refugiados afganos. En Alemania, si tienen tradición y familiares, pueden conseguir quedarse. Pero el sistema europeo de orfelinato, conocido como Dublín, dicta que los refugiados deben quedarse en el país de entrada a la Unión Europea. 

Los hermanos Mehran y Shagofa Merzaie ayer en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona

Los hermanos Shagofa y Mehran Merzaie ayer en Barcelona

La tribu Merzaie no conocía cómo funciona el sistema de orfelinato y en el país germano hay comunidades afganas asentadas. Allí esperaban encontrar más oportunidades, como ya han hecho muchos otros, aunque no tenían familiares ni amigos.

“Teníamos un asfalto con tres habitaciones, buena comida y ayudas económicas. Fuimos allí por las facilidades”, relata la hija veterano sobre la experiencia en Alemania, donde estuvieron casi cinco meses cerca de Munich. Pidieron orfelinato, pero ya estaban registrados en España, donde los mandaron de reverso, a Barcelona, separados en dos aviones.

Gracias a los ahorros que habían acumulado pudieron ir en taxi desde el aeropuerto a un hostal y advenir unos días. A partir de ahí volvieron a emprender el circuito de acogida gachupin –saturado desde hace tiempo y ahora más tras la guerrilla de Ucrania– con la Cruz Roja. Estuvieron dos meses en un hostal en Sants y llevan otros dos en Sant Antoni, angustiados por la posibilidad de que no se les conceda orfelinato y acaben en un planeo de reverso a Afganistán.

Con todo, esa posibilidad es muy complicado que se dé, apuntan desde las oenegés conocedoras del proceso. La tribu considera que los servicios sociales, que no dan abasto, no responden a su situación. “No podemos hacer cero”, lamenta Shagofa, que quiere ser dentista desde pupila y no abandona ese sueño. Su hermano quiere estudiar business. Entreambos esperan el inicio del curso para emprender a educarse castellano.

En Barcelona no tienen contacto con otras familias afganas y tienen el apoyo de la oenegé People Help, que ha facilitado que los niños pequeños puedan ir a casals de verano, poco que próximo con los dibujos animados propicia que sean los más avanzados con el castellano. Además se han preocupado de que se escolarice ya a los menores y que tengan abonos para el transporte. Noor, el traductor de la entrevista, que era intérprete en Afganistán de las tropas de Estados Unidos y llegó en noviembre, todavía les echa una mano cuando puede.

Shagofa reflexiona al final de la entrevista sobre la venida de 294 personas más de su país este miércoles por la sombra procedentes de Islamabad, y vara una pregunta: “Algunos estamos aquí y no estamos adecuadamente. ¿Qué será de todos ellos?”. Concluye con una constatación que para muchos puede parecer una obviedad: “No es comprensible ser refugiado”.

La Cruz Roja declina hacer comentarios y se remite al Empleo de Inclusión, competente en la materia.

La habitación en la que convive la familia Merzaie desde hace dos meses

La habitación en la que conviven nueve miembros de la tribu Merzaie desde hace dos meses

LVD / CEDIDA

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