De la Feliu a Rosalía

Dos artistas catalanas separadas por medio siglo, el de las transformaciones aceleradas. 51 abriles separan el salida de Núria Feliu y el de Rosalia Vila, de nombre bello Rosalía. Dos mujeres dedicadas a la música, surgidas en contextos muy diferentes, pero unidas por un mismo sustrato, que no siempre sabemos ver. Rosalía se ha convertido en una sino general en una campo musical internacional donde el inglés y el gachupin pasado por “lo latino” son los idiomas del gran consumo. La Feliu cantó en catalán en una campo musical que respondía a la reconstrucción de una modesta civilización de masas autóctona, como forma de resistor y modernización.

En septiembre de 1941, cuando la cantante de Sants viene al mundo, todo es incierto: los nazis dominan Europa, la flamante dictadura de Franco aplica la represión a los vencidos, Estados Unidos todavía no ha entrado en la guerrilla, y solo el miedo al futuro es superior a la desesperanza. La pupila Feliu creció en una Catalunya que era periferia de la periferia, en una posguerra de carencias y sueños rotos, adentro de una catalanidad prohibida y extirpada del espacio notorio.

AEROPUERTO DE BARCELONA. LOS CANTANTES NORTEAMERICANOS ELLA FITZGERALD Y DUKE ELLINTGTON SON RECIBIDOS POR NURIA FELIU PARA ACTUAR EN BARCELONA #@#FITZGERALD, ELLA

 

CARLOS PÉREZ DE ROZAS

En septiembre de 1992, cuando nace la compositora e intérprete de Sant Esteve Sesrovires, Barcelona acaba de morar los Juegos Olímpicos y nuestra metrópoli se ha convertido en una marca de éxito, impera la júbilo democrática posterior a la caída del pared de Berlín, Fukuyama certifica el fin de la historia y, a pesar de las guerras de los Balcanes, parece que otro mundo es posible. La pupila Rosalía se hizo decano en una Catalunya donde los ayuntamientos y la Generalitat hacen posible que todo el mundo tenga paso a la sanidad y a la educación, en un entorno de estabilidad y autogobierno sin precedentes, adentro de una catalanidad que forma parte de un nuevo entorno de identidades que se solapan, se mezclan, dialogan o se ignoran, ­según los casos. En su pueblo, en la Entidad Cultural Flamenca, le dieron las primeras pistas sobre una música que le apasionaba.

Sin lo que hizo y representó Núria Feliu (y otros) hoy no tendríamos la Rosalía general. Es una esclavitud. En el paso de los cincuenta a los sesenta, la resistor cultural catalanista se da cuenta de que hay que retar las cartas de la sociedad de consumo de masas. En 1961, un camarilla de prohombres fundaron la discográfica Edigsa, que tuvo un papel esencial en la creación de un nuevo notorio, en exclusivo a partir de la nova cançó. Pero no solamente.

Es explícita la voluntad de conectar la modernidad universal de entonces con una nueva civilización catalana

Edigsa publica el primer elepé de la Feliu en 1965, Anirem tots cap el cel, con piezas de jazz, bossa nova y standards norteamericanos traducidas al catalán. Es explícita la voluntad de conectar la modernidad universal de entonces con una nueva civilización catalana, que rompa el aljama de los eruditos y sirva para que unas clases medias anestesiadas por el franquismo se reencuentren con la tradición que se truncó con la Exterminio Civil.

Al banda de Raimon, Serrat, Maria del Mar Bonet y otros, la Feliu abre una ­ventana de calidad que permite penetrar en la dialecto de Fabra a las canciones del gran mundo, el mismo que se ve en el cine. Por eso no es casual que colabore con Tete Montoliu o que sea ella quien recibe a Ella Fitzgerald y Duke Ellington en El Prat en enero de 1966, llegados para interpretar en el Palau de la Música y contratados por Joan Roselló, el mismo que había puesto en marcha el Jamboree en 1959.

Sobre este sustrato –donde además está el Hot Club– nacieron a posteriori nuevos proyectos, el más importante de los cuales fue, a partir de 1979, el Taller de Músics, que pone en marcha el incansable Lluís Cabrera, quien llegó a Bar­celona desde Arbuniel (Jaén). Cabrera tiene reflexiones imprescindibles sobre lo que significa ser catalán en el siglo XXI. Rosalía fue una alumna excelente de esta institución, que ha generado buenos y muchos artistas. La de Sant Esteve Sesrovires además estudió en la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc), creada por la Generalitat en el 2001, donde la recuerdan por su talento y capacidad de trabajo.

Rosalía es una creadora de primer nivel, pero no ha surgido de la cero. Sabe perfectamente de dónde viene: un magma cultural diverso, donde la contribución de la Feliu, entre otros, es muy importante. Sabe cuál es la historia. Por eso incluye alguna canción en catalán en su repertorio, y por eso, por ejemplo, cuando actúa en València, se dirige al notorio en la dialecto en que escribía Joan Fuster, con total normalidad.

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