Chocolate, nueces, barras energéticas o productos que se incluyen en la categoría de “comida basura”. De todo eso echaron mano los senadores estadounidenses para mantenerse despiertos y recuperar fuerzas.
Los miembros de la Cámara Ingreso del Congreso de Estados Unidos emprendieron la tarde del sábado una maratón de votaciones, sin refrigerio por la perplejidad. Todo concluyó el domingo, pasadas las tres de la tarde, con el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris (y presidenta del Senado) que supuso aprobar el plan demócrata, valorado en total en más de 740.000 millones de dólares, sobre cambio climático, reforma fiscal y perfeccionamiento de la atención sanitaria.
Maratón en el Senado, de la perplejidad del sábado a la tarde del domingo, para dar luz verde al gran plan de Biden
“Esto va a cambiar Estados Unidos por décadas”, afirmó apasionado Chuck Schumer, superior de la mayoría demócrata en la cámara y uno de los arquitectos de la gran vencimiento para su comunidad y para el presidente Joe Biden.
“Creo que va a acontecer”, dijo el domingo temprano Biden, que se mostró cauto pero confiado cuando salió de la Casa Blanca rumbo a Rehoboth Beach (Delaware), concluyendo de esta modo su segundo confinamiento por la covid, luego de dos tests negativos. La Cámara de Representantes (Cámara Desaparecido) tiene previsto aprobar la iniciativa el viernes, haciendo un paréntesis en su periodo veraniego. Biden se dispone a firmarla de inmediato y así sacar renta en un momento en el que su presidencia sigue siendo impopular y de cara a impulsar a los demócratas en las elecciones legislativas del próximo noviembre.
Ovación y abrazos cuando Harris anunció el resultado. Pero eran todos demócratas. Los republicanos desaparecieron de la sala sin esperar.
El Senado se mantuvo activo, con más de 14 horas de enmiendas –sobre el precio del combustible, el monstruo, la seguridad en la frontera sur– en un intento de los republicanos por dilatar el proceso y agrietar el consenso de los demócratas.
El conjunto de iniciativas, que supondrá una inversión de 370.000 millones para combatir el calentamiento mundial e volver en energías limpias, parecía que había descarrilado, luego de un año de disputas internas. La negativa de dos senadores, Joe Manchin y Kyrsten Sinema, lo hacía prácticamente irrecuperable. En un Senado dividido (50-50), la pareja de díscolos dejaba en minoría a los progresistas.
Sin incautación, hace unos días, para sorpresa militar, Manchin anunció su apoyo al plan, titulado ahora ley de reducción de la inflación, que si admisiblemente tiene una dotación beocio a la prevista inicialmente, permite desencallar una de las iniciativas
esencia del presidente Biden.
En las más de 700 páginas asimismo se incluye la disminución del precio de los medicamentos y un plan fiscal que debe favorecer cobrar 451.000 millones más de dólares con un impuesto pequeño sobre las corporaciones del 15%. Se tráfico de uno de los cambios fiscales más significativo que se producirá en este país. El nuevo plan implica una remodelación de los mecanismos de cobro federal y modifica la política de inversión de las compañías estadounidenses con mayores beneficios.
Tras el hijo pródigo Manchin, faltaba solo el gastado bueno
de Sinema. Su aprobación se produjo el jueves para desencanto de los conservadores.
El Senado entró en sesión al mediodía del sábado y, por la tarde, la vicepresidenta Kamala Harris, tuvo que elogiar el igualada a 50 y eliminar el obstáculo por el que se requerirían 60 votos para sacar delante este plan. Una vez que se despejó la ruta, faltaba un buen trecho por recorrer a causa de un procedimiento denominado “voto-a-rama”, que se inició casi a medianoche del sábado. Este procedimiento permite que los senadores propongan un número ilimitado de enmiendas.
A pesar de que sabían que el beneficio era más que escaso, los republicanos, enfurecidos al ver que un plan que dieron por muerto había resucitado, buscaron la discordia. Así que aprovecharon la ocasión para idear cuestiones que pusieran en apuros a senadores demócratas que se hallan en situación indefenso de cara a renovar su escaño
internamente de tres meses. Pero los progresistas se mantuvieron unidos en todo momento. En aras de sostener la débil coalición que hay detrás de este plan de ley, bastantes demócratas rechazaron propuestas que habrían apoyado en otras
circunstancias.
“Ha sido un camino espacioso, duro y sinuoso –dio Schumer–, pero hemos llegado”. Pero todavía yerro el sí de la Cámara de Representantes.
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