Los vecinos de la zona del Poblenou conocida como el triángulo vagabundo están indignados, especialmente indignados, mucho más que de costumbre, y esta vez no solamente con los centenares de personas que cada incertidumbre se emborrachan bajo sus ventanas y les destrozan los histerismo... “Nos están mintiendo, la alcaldesa Ada Colau y su teniente de corregidor de Seguridad, Albert Batlle –dicen–... nos están mintiendo a la cara para percibir tiempo ¡esto es una vergüenza! hace un montón de meses que vivimos una pesadilla”.
El propio teniente de corregidor Batlle explicó ayer en una rueda de prensa que el pasado martes entró ya en vigor la revisión municipal del régimen sancionador de la decreto de civismo y de la ley de seguridad ciudadana, una revisión que principalmente contempla un encarecimiento muy considerable de las multas por copear licor en el espacio divulgado. “Desde entonces las multas leves pasan de los 60 a los cien euros –abundó el teniente de corregidor– y, adicionalmente, incorporamos las sanciones graves, de entre 300 y 600 euros cada una, que hasta ahora no estaban previstas”.
El gobierno municipal sostiene que el verano está transcurriendo con relativa tranquilidad
“Y a qué esperan para ponerlas –se preguntan airados en el triángulo vagabundo, luego de conocer las palabras del responsable municipal en materia de seguridad–. No lo entendemos. Aquí el peor día de la semana es el miércoles. ¡Los botellones nos amargan la vida todas las noches! De verdad, estamos alucinando. ¿A qué esperan? ¿A que llueva y dejen de venir a encurdarse? El seis de junio el concejal responsable de Sant Martí, David Escudé, ya nos anunció el que encarecerían las multas contra el botellón, y el 14 de julio la alcaldesa Colau y el teniente de corregidor Batlle vinieron al arrabal y nos prometieron que pondrían multas de hasta 600 euros. ¿Y cuándo van a restringir los horarios de los colmados? ¿De qué sirve tomar tantas medidas que luego no se aplican? ¿Están tratando de percibir tiempo de cara a las elecciones?”.
Y en su comparecencia Batlle detalló que desde el pasado martes en cuestión los agentes de la Vigilancia Urbana pusieron 747 sanciones por consumo de licor en la vía pública, todas ellas de carácter leve, de cien euros cada una. “Las multas de 600 euros están previstas para las graves alteraciones de la vida cotidiana de la ciudadanía –prosiguió el responsable municipal en materia de seguridad–. Hablamos prácticamente
de problemas de orden divulgado. Estamos trabajando con los profesionales del ocio noctívago de la zona para que la medida funcione de un modo preventivo”. Y las reducciones de horario de los colmados de la zona, agregó Batlle, aún se están tramitando, todavía tardarán unas cuantas semanas en entrar en vigor.
Las explicaciones del teniente de corregidor no hicieron otra cosa que enfadar aún más a los vecinos del triángulo vagabundo. En este banda del arrabal del Poblenou son muchos quienes ya acostumbran a tomar pastillas para tenderse. Siquiera son pocos aquellos que renunciaron a su dormitorio de siempre y pusieron un colchón en el vestidor porque allí no tienen ventanas. “¿Alteraciones graves de la vida cotidiana de la ciudadanía? –se preguntan incrédulos en el triángulo vagabundo– ¿Problemas de orden divulgado? ¿Qué diantres piensan que está pasando aquí? Si viniera más a menudo quizás se enteraran. ¡Llamamos tantas veces a la Vigilancia Urbana!”.
Porque los botellones del Poblenou ya no son los de siempre. La pandemia igualmente trajo nuevas costumbres a este banda de la ciudad. El problema ahora es más agonizante. Porque antaño lo habitual era comprarse unas cuantas botellas de espirituosos y copear en la calle durante un rato, así en plan muy financiero, hasta que llegaba el momento de entrar en la discoteca, antaño o posteriormente, sobre todo durante los fines de semana. Por último, sin secuestro, muchos jóvenes prefieren pasarse la incertidumbre en la calle, bebiendo hasta el alba, y todo lo que ello comporta, y muchos de ellos no lo hacen solamente los fines de semana, sino cualquier incertidumbre. De ahí el hartazgo municipal.
Y encima Batlle igualmente dijo que el Cabildo está muy irresoluto de lo que ocurre en el triángulo lúdico. Sí, de este modo rebautizó el gobierno de la alcaldesa Ada Colau la zona más afectada por los botellones, cambiándole el calificativo... un diversión de palabras que viene a crispar aún más los ánimos de la masa. No les hace ni pizca de amnistía. “Igualmente tenemos que señalar –añadió Batlle– que en términos generales estamos viviendo un verano tranquilo. En comparación con el julio pasado las llamadas al 112 por molestias de convivencia relacionadas con concentración de personas en la vía pública se han pequeño en un 27%”. “¿Vamos a tener que echarnos a las calles para que comprendan lo que está pasando?”, responden los vecinos.
El debate en torno a las sanciones por copear licor en la vía pública lo arrancó el primer teniente de corregidor, el socialista Jaume Collboni. A mediados de junio planteó que las multas barcelonesas eran muy baratas, que si poníamos sanciones de mil euros su impacto disuasorio sería más efectivo. Entonces Collboni igualmente pretendió frenar cualquier extravagancia. Unos pocos meses detrás, delante la persistencia de un aberración que creció con la pandemia, el Síndic de Greuges, delante la persistencia de un aberración había propuesto habilitar botellódromos en Barcelona.
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