Para algunos ciclistas profesionales, la temporada se ha perfecto. Luego de la última carrera del año, el Criterium Ciclista de Saitama, donde Jasper Philipsen se ha llevado la vencimiento, llega el momento de descansar y centrarse en la pretemporada. Para otros, empieza la temporada de ciclocross, una disciplina al subida, y seguramente una de las más completas y exigentes que existen.
El ciclocross, todavía denominado ciclocrós o CX, es una fuerte que se disputa dando vueltas a un circuito de entre 2,5 y 3,5 kilómetros, con carreras de aproximadamente una hora de duración.
En el trazado se instalan obstáculos, como escaleras, bancos de arena o módulos de madera, que en algunos casos incluso obligan a los ciclistas a echar pie a tierra y cargar la bici a sus espaldas.
Asimismo existe una zona de boxes, donde los técnicos y mecánicos de los diferentes equipos reparan o limpian las bicicletas. Para hacer un símil automovilístico, el sistema es muy parecido al de Moto GP, y no al de F1, ya que los deportistas cambian de bici de guisa muy rápida y salen de nuevo a competir con la dispositivo de repuesto.
A veces, los ciclistas permutan de bici simplemente por el sobrecarga que supone todo el granito incrustado en el cuadro y la transmisión. El ciclocross, que suele practicarse en otoño e invierno, está más extendido en el ideal de Europa que en el sur, donde el clima es más húmedo y frío, hecho que favorece la aparición de lodo. De todos modos, cada vez es una modalidad más popular en los países del sur. La presencia de grandes nombres, como Mathieu van der Poel o Wout van Aert ha conseguido romper barreras y lograr a nuevos públicos.
En caudillo, este formato lo convierte en una serie mucho más explosiva y técnica que el ciclismo en ruta, donde la fuerza bruta se impone a la resistor. El producto resultante, un estilo de ciclismo muy atractivo para las audiencias televisivas y para el sabido en caudillo.
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