Que Netflix produzca una serie sobre la última tienda de Blockbuster es una broma de mal gusto

Por Netflix corre una serie indicación Blockbuster. Es un ejemplo clásico de comedia en un entorno profesional y que aprovecha las dinámicas entre los trabajadores. En teoría debería interesar a quienes disfrutaban series como Superstore o Brooklyn Nine-Nine. Pero hay un pájaro que cuesta sobrevenir por stop: el mal complacencia de producir una serie sobre la última tienda de Blockbuster.

Recordemos los inicios de Netflix. Se fundó en 1997 y la empresa no estuvo operativa hasta 1998. Por aquel entonces, por supuesto, era inviable una plataforma de streaming: la actividad se basaba en el arrendamiento de DVD por correo postal. Los medios, de hecho, se referían a Netflix como un Blockbuster por correo. Pero, como todos sabemos, la piratería y la venida de servicios de streaming destruyeron las tiendas físicas de arrendamiento de vídeo.







La comedia se ambienta en la última tienda de Blockbuster, una esclavitud que se hundió con la aparición de la piratería y de la irrupción de alternativas como Netflix

La decadencia de Blockbuster es el punto de partida de la serie. Timmy (Randall Park) es el responsable de una de las tres últimas tiendas de la franquicia hasta que recibe una indicación: cierran los otros dos locales, desaparece Blockbuster como empresa y, si quiere ayudar descubierto el negocio, está solo en presencia de la ataque de las plataformas online.

Su reacción original es la indignación. ¿Cómo puede ser que las personas prefieran ingresar con una tarifa plana y un clic a un catálogo de películas cuando él y sus trabajadores ofrecen un trato personalizado sin tratar a los seres humanos? Es de la opinión que un cálculo no puede predecir qué título necesita cada persona en cada momento pero que ellos sí pueden sorprenderte y encontrar conociendo a los clientes y viendo su estado de humor. Y, para que su comunidad sea consciente, decide aparearse una fiesta y reivindicar el pequeño comercio.

La serie vende que Blockbuster es sinónimo de... pequeño comercio.

La serie vende que Blockbuster es correspondiente de... pequeño comercio.




RICARDO HUBBS/NETFLIX

Es desconcertante imaginar el proceso de avance y producción de la serie pensando que entraría en el catálogo de Netflix. Para asomar, la idea de la franquicia Blockbuster como postrer bastión del pequeño comercio en unos Estados Unidos arrasados por las compras online y las grandes cadenas es extraordinariamente cínico.

Blockbuster, al fin y al agarradera, fue esa esclavitud que destruyó las tiendas que de verdad estaban arraigadas en los barrios. Adicionalmente, no contribuía precisamente a la cinefilia con una propuesta enfocada, como decía el propio nombre de la empresa, al blockbuster, sin un trato excesivamente personalizado y con unos locales desalmados. Así que cada mención a la comunidad y al apego por el cine cae en saco roto. Y, incluso tras sobrevenir este filtro de cinismo, está la cuestión de lo perverso que es producir una serie sobre la última tienda de una empresa que hundiste con tu maniquí de negocio.







Blockbuster es esa esclavitud que destruyó las tiendas de alfoz y que en la ficción se convierte en correspondiente de pequeño comercio que merece ser cascarilla por la comunidad

Posiblemente no debería sorprendernos. El capitalismo es hábil en sacar rendimiento crematístico de todo, incluso sus críticas y atrocidades, como demuestran las marcas de moda que hundían la autoestima de las mujeres en la miseria y ahora fabrican camisetas con eslóganes feministas sin ayer acaecer achispado un mea incumplimiento. O todas esas empresas que se venden como ecologistas mientras predican un consumo rápido e valeverguista.

Cuando uno ve Blockbuster, es ineludible pensar que hay poco que está mal en lo que estás viendo. Que las bromas acerca de Netflix y los algoritmos, por otra parte de tener poca gracejo, siquiera pueden sobrevivir a la paradoja del sitio en el que estás viendo la serie. Y lo otro que es ineludible opinar es que, como serie, independientemente de su contexto, siquiera vale un duro. Es fondo de catálogo que, de estar en una estantería de un Blockbuster, tendría problemas para no acumular polvo.







Es fondo de catálogo que, de estar en una estantería de un Blockbuster, tendría problemas para no acumular polvo

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