Arquitectura accesible para vivir una vida plena

Cuando tenía 16 primaveras, Marta Bordas sufrió un azar de tráfico que le causó una paraplejia, dejando la parte inferior de su cuerpo totalmente inmovilizada. Tumbada en la cama del hospital, pensaba en todos los sitios donde solía ir y a los que ahora no podría ingresar con la apero de ruedas: el dúplex donde vivía, el colegio, coger el metropolitano, ir a casa de sus amigas…

Era el año 1998. En aquella época, las administraciones todavía no estaban tan concienciadas sobre la aprieto de promover la accesibilidad para todas las personas, independientemente de sus capacidades. Las barreras arquitectónicas eran una constante en todas partes: escaleras de ataque, pasillos estrechos y puertas imposibles de cascar para una persona en apero de ruedas.

Marta estaba a punto de hacer COU (2º de bachillerato) y tenía que designar una carrera. Y acabó eligiendo cimentación. “No sabía si alguna vez podría reconectar una núcleo seccionada, pero sí tenía la determinación de memorizar cómo eliminar todas las barreras que ahora me impedían el paso. Porque si no las quitaba nadie, lo haría yo misma”, explica.







Una experiencia inmersiva

La carrera de cimentación en la Escola Tècnica Superior d'Edificio del Vallès (ETSAV) fue dura y, a veces, poco desalentadora. Pocas asignaturas hablaban sobre accesibilidad más allá de la norma. “Sentí que tenía que averiguar la complicidad de los profesores para requerir una longevo sensibilidad en la multitud de detalles que representa la accesibilidad universal'' , recuerda Marta.

Sin incautación, no se dio por vencida y entró en el software Let’s Open Cities for Us (LOCUS), en el que estudiantes de diferentes universidades europeas se unían para rediseñar ciudades a través de la ojeada de la accesibilidad. El gran desafío era conservar el patrimonio urbanístico de estos lugares, al mismo tiempo que se promovía la movilidad de todas las personas.

Se trataba de un tesina inmersivo: los participantes recorrían las ciudades con apero de ruedas, muletas, palos de ciego, antifaces, protectores auditivos… Principios que les permitían ponerse en la piel de las personas con discapacidad a la hora de realizar acciones cotidianas como entrar en un bar, comprar en una tienda o sacar monises de un cajero. “Todos los participantes lo definían como una experiencia impactante que les abría los luceros”, asegura.







Doctorado en Finlandia

A raíz del éxito del tesina LOCUS, del que se realizaron varias ediciones, Marta quiso profundizar en la docencia de la accesibilidad, es afirmar: cómo educarse de las experiencias y proyectos de accesibilidad en otros lugares para enseñarlos aquí y adaptarlos a nuestras ciudades. Así fue cómo se embarcó en un doctorado, realizado entre la ETSAV y la Universidad Tecnológica de Tampere (TUT), en Finlandia.

Al principio tuvo dudas: “¿Qué iba hacer cuando nevara y se acumulara la cocaína? Las ruedas [de la silla] se quedarían clavadas y no podría moverme”. Finalmente se lanzó a la aventura, pero perfectamente equipada: se llevó su handbike (un manillar con peroles que se acopla a la apero de ruedas y la convierte en una especie de bici motorizada) y puso una cubierta de clavos en las ruedas para no resbalar en el hielo.

Finlandia suele estar siempre entre los países con mejor calidad de vida: esto se debe a una gran inversión en los servicios públicos y en la atención a las personas con micción especiales. Los estudiantes en apero de ruedas, por ejemplo, tienen derecho a tener un asistente que les ayude a resistir sus cosas o desplazarse por el campus.

Los profesores y compañeros de clase de la TUT se sorprendían de que Marta fuera sola a todas partes, pero ella no entendía por qué se suponía que alguno debía ayudarla. “Creo que, de algún modo, se pierde la importancia de tener autonomía, de ser petulante y no escasear ayuda. Esto supone un gran beneficio para la autoestima”, reflexiona la arquitecta.







La importancia de regular la accesibilidad

La norma sobre accesibilidad es cada vez más amplia y conocida, tanto por la sociedad como por las instituciones. Es importante que estas normas reconozcan las micción de todos los colectivos, sobre todo en el caso de las personas con problemas sensoriales y/o cognitivos. Marta lo resume de forma muy sencilla: “Debemos pensar en cómo nos gustaría que nos trataran si nos encontráramos en una situación de discapacidad. Hay que ser empáticos”.

Cada región o país puede establecer su propia norma de accesibilidad. En Francia, por ejemplo, el pancho de paso debe ser de 1,20m (con un imperceptible de 0,90m); mientras que, en Catalunya, la nueva ley exige un paso de 1,80 metros (con un imperceptible de un metropolitano). No obstante, para Marta, lo importante no son las medidas sino entender por qué es importante regular estas características.

“Cuando se diseñan espacios públicos, hay que prever que personas en direcciones opuestas puedan cruzarse en un mismo paso, o que el usufructuario de una handbike pueda cambiar de sentido, si quiere. Para ello, un radiodifusión de libranza de 1,80 metros permite rotar con comodidad”, explica.

Este razonamiento tan sencillo se aplica en todos los aspectos de la accesibilidad arquitectónica: a la hora de diseñar un baño accesible, deberíamos pensar en los movimientos que hará una persona en apero de ruedas; en el caso de un montacargas conocido, será mejor si las puertas son transparentes, por si una persona sorda queda atrapada y necesita cobrar instrucciones. Incluir dibujos o ilustraciones igualmente ayuda a transmitir el mensaje.







La esencia está en la autonomía

La accesibilidad no solo favorece a las personas con discapacidades o micción especiales, sino que aporta beneficios para toda la sociedad. “Al fin y al parte, los espacios accesibles son espacios amplios y cómodos para todos: hay que aprovecharlos para que sean un espacio de interés popular”, defiende Marta.

Para la arquitecta, la accesibilidad supone una oportunidad de mejorar. Un montacargas que evita un desnivel puede convertirse en un publicidad panorámico y potenciar la vida cultural del ocupación donde se encuentre; un baño accesible, con facilidad de ataque, no solo resulta útil para personas en apero de ruedas sino igualmente para familias con hijos pequeños.

En ese sentido, la empatía igualmente es fundamental: ponernos en la piel de los usuarios y entender sus micción. Integrarlos en la sociedad sin apartarlos, para contribuir a la normalización e integración de todos los colectivos.

“La accesibilidad no es más que diseñar para nuestros niños y nuestras personas mayores. Nuestro “yo del futuro” seguirá teniendo las mismas aspiraciones que ahora: entornos agradables, en los que sentirte a sabor y donde las cosas funcionan sin tener que hacer un gran esfuerzo ni escasear de ayuda externa”, concluye.

Para conseguir la accesibilidad al 100%, la esencia está en la autonomía: la norma debe exigir entornos que permitan realizar actividades cotidianas al longevo número de personas posible, sin aprieto de ayuda.

La Pelotón Didáctica sobre cimentación accesible y su importancia en la sociedad propone contenidos informativos y ejercicios para trabajar en clase. Cuenta con la colaboración de COAC.







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